(Punto de vista de Vuk)
8 de febrero10:30 de la mañana
Me he sentado en el banco de fuera de la sala de reuniones del Palacio de Rambouillet, sintiendo un nudo en mi garganta, y sin ninguna gana de volver a entrar en esa reunión. Apretaba los puños con rabia, intentando cansarme a mí mismo y no pegarle un puñetazo a uno de los frágiles jarrones que adornaban la entrada de la sala de reuniones.
El único motivo por el que había venido a esta estúpida cumbre era porque quería arreglar las cosas con Dhimitër. ¿Y qué es lo que me he encontrado? Que Dhimitër no estaba en la reunión. ¿Dónde estaba? No lo sabía. No me lo han querido decir. Pero, ¿quién sí que estaba? Esa rata terrorista del OVK, Hashim Thaçi. Y otros a los que no pude identificar, pero que también eran de la banda que llevaba haciéndole daño a mi pueblo durante toda la década. Y cuando entré en la sala, presidiendo la mesa, estaba Alfred Jones, mirándome con su asquerosa sonrisa burlona, que le habría borrado de un puñetazo si me hubiera encontrado mejor, reclinándose en la silla como si fuera el rey del mundo.
Y me volví a salir, porque no pensaba estar en la misma sala que ese cretino que se ha dedicado a arruinarme la vida. Sentí una lágrima resbalar por mi mejilla, y agaché la cabeza, porque no quería que nadie, y menos la rata americana, me viera llorar. Lo único que quería hacer era regresar a Serbia, con mis soldados, y ponerme a entrenar con ellos. Claro estaba que había ganado la batalla en Račak, pero la guerra no había terminado. Y no había terminado porque a ese saco de mierda de Alfred Jones no le daba la gana que terminara. Apreté los puños con más fuerza con la que ya los tenía apretados, tanto que me hice daño, y cerré los ojos, intentando en vano contener las lágrimas.
—¡Te odio, babosa americana! ¡Te daba así! —grité, enfadado. Me levanté y le pegué una patada a la pared con todas mis fuerzas. El jarrón que estaba sobre un pedestal se tambaleó. Intenté que se volviera a quedar quieto, pero como tengo la misma suerte que los polacos en 1939, pues se terminó cayendo.
—¿Qué ha sido eso? —escuché que decía alguien dentro de la sala de reuniones.
No me lo pensé dos veces, y salí corriendo antes de que nadie pudiera decirme nada. Me limpiaba las mejillas con la mano izquierda sin éxito. Sólo quería que me dejaran en paz. Estaba harto de la guerra y todo lo que implicaba. Pero parecía que la guerra no estaba harta de mí, porque no paraba de perseguirme.
Como por supuesto no iba prestando atención a mi alrededor, me choqué y me caí de espaldas. Estuve a punto de gritarle a quien fuera que se largara y me dejara salir de Rambouillet. Al menos hasta que vi que se trataba de Adele Jolie. Se agachó enfrente mío y me tendió la mano amablemente, ofreciéndome ayuda para levantarme. Dudé por un momento, pero finalmente le cogí la mano y me volví a poner de pie. Agaché la cabeza, porque no quería que me viera llorar.
—Qu'est qu'il t'arrive, Vuk? —me preguntó la francesa, poniéndome una mano gentil sobre el hombro.
Sólo fui capaz de abrazarme a ella y esconderme, incapaz de contener el llanto, porque no quería que nadie me viera llorar.
—D-Dile a Jones que se vaya y me deje en paz... —murmuré. Me temblaba la voz, y podía notar que las palabras no querían salir de mi boca.
Adele simplemente se agachó enfrente mío, y me puso una mano sobre el hombro. La miré a los ojos, y tenía una mirada severa y madura. No pude evitar una leve risa, y me tapé la boca con la mano.
—Sé que el Amerloque es muy cargante, pero creo que es mejor que asistas a la reunión, aunque sea sólo para ver qué es lo que quiere —me aconsejó.— Sé que Arisha no puede hoy, pero, si quieres, puedo ir contigo. Ya sé que no es lo mismo, pero...Cuando me separé de Lena Mayer, Adele se convirtió en mi primera tutora, y me ayudó bastante a desarrollar mi industria. Y fue ella gracias a quién me reuní de nuevo con Arisha, después de cuatrocientos años sin vernos.
—Hv-Hvala. De acuerdo... —accedí, limpiándome las mejillas.
Sabía que me iba a arrepentir de mi decisión de regresar a la sala de reuniones, y la actitud de Alfred, sentado en la punta de la mesa, con las botas sobre la misma, e inclinándose en la silla, sólo me sirvió para reafirmarla. Sin embargo, respiré hondo y me dije a mí mismo que intentara ignorar su arrogancia y su ego desmesurado, e intentara centrarme en las negociaciones.
—Pensaba que no ibas a volver, stupid brat —me saludó Alfred.
—Lamento decepcionarte —le respondí, cortante, sentándome enfrente suyo.— Imperialista de mierda —dije, por lo bajo.
Hubo un momento de silencio tan tenso que, si hubiera tenido un cuchillo, podría haber cortado ese hilo sin dificultad. Sólo fue interrumpido por la entrada de Adele en la sala, quien se sentó a mi lado, y me cogió la mano.
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1999: El Fin del Milenio
Historical Fiction~ 1999: El Fin del Milenio ~ Tras una década de desastre económico y guerras, Arisha prácticamente ha perdido la esperanza de remontar en algún momento. Sólo espera que el último año, al menos, pueda descansar tranquila. Pero, como tiene la suerte d...