Parte 11: Ciudadela

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KHALED

Quien habrá sido el genio que tuvo la absurda idea de ubicar este sagrado lugar en medio de un plano astral carente de lógica y realidad.

Las montañas y cerros parecen no tener fin, al igual que la espesa nieve en la que mis piernas se hunden. No hay camino recto que seguir, es un constante subir y bajar a paso lento, que no hace más que incrementar el enojo y un sentimiento de culpa en Cameron. Yo trato de mantenerme lo más tranquilo que puedo.

Tengo cientos de preguntas que hacerle con respecto a este lugar y la repentina aparición de los ancianos ante la envida. Es la primera vez que piso tierra nephil. En el pasado escuché hablar mucho sobre ella, pero su paradero siempre fue un misterioso para mi.

Hace muchos siglos, un grupo de nephilims decidieron mantener en secreto su paradero para no atraer aquellos de su misma especie que provienen de un linaje menos divino—nephilims hijos de caídos, no entran en este lugar—aunque tengo entendió que luego de la visita de Alexander, a los ancianos, no les quedó más alternativa que mudar la sagrada residencia a este recóndito y espantoso lugar.

Saltamos de una cumbre para aterrizar en otra más alta—saltar parece ser lo único podemos hacer aquí, aunque con mucha dificultad—lo más loco de este sitio, es que hace un momento el frío me calaba los huesos causándome un dolor no propio de un ángel como yo, mientras que ahora estoy experimentando una repentina honda térmica de calor que me tiene la piel ardiendo. El granizo, el viento, la lluvia y tormenta de nieve también formaron parte del extraño recorrido.

—no me explico como un grupo de ancianos y la enviada han podido atravesar este lugar, sin habernos topado con ellos todavía.
—ese es el problema de venir a La Ciudadela por tu cuenta—gruñe sofocado—los ancianos tienen su propio portal, no aparecen en el puto congelador que nosotros dejamos atrás.

Eso explica mucho. No se cuanto tiempo llevamos escalando y saltando, pero ya fuera para que los hubieras alcanzado o por lo menos visto desde la distancia.

Las últimas colinas nevadas logramos subirlas escalando como excursionistas sin equipo de protección. Sosteniéndonos con las manos y los pies, evitando caer al precipicio a toda costa, no por evitar el golpe, sino por no volver a empezar el ascenso.

—ya falta poco—anuncia rebasándome por un lado— puedo sentirlo.

Yo también puedo sentir la inmensa fuente de energía que emana de la cima de la montaña nevada. Es como cuando mueres de hambre y el olor a comida te indica el camino que debes seguir para saciarte. Algo así se siente, el Aura y el poder que proviene de este lugar no es la gran cosa para mi, pero si debe de serlo para mi acompañante que aun no ha podido ascender al jardín del creador a recargar su gracia divina.

Me apresuro recurriendo a otro por ciento de mi fuerza para terminar de escalar—mi cuerpo se siente pesado, como si estuviera sometido a una clase de presión que no me deja avanzar con normalidad. Similar a querer correr bajo el agua para los humanos.

Consigo mi cometido aterrizando en la cima de la montaña, en donde no veo ni rastros de la nieve que se ve desde abajo. ¿Que clase de broma es esta?
Me quedo reparando en el entorno que me recibe mientras espero a Cameron. Estéticas murallas y estructuras de mármol en forma de pilares y bancas dispersas, a lo largo de un jardín que me recuerda a Roma en la antigüedad. Aquí arriba se disfruta de la temperatura perfecta, me rodean frondosos árboles frutales, caminos de piedra caliza serpentean en el suelo perfectamente podado.

—¿será que puedes solo—le pregunto asomándome a la orilla— o necesitas ayuda?

No me responde—he logrado colmar su paciencia desde que llegue—toma impulso apretando los dientes y logra subir con un aterrizaje vergonzoso que lo hace rodar por el pasto verde hasta darse contra un pilar.

La rebelión de los caídos 2  El ángel de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora