Casa

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CAMERON.

Me abro paso entre la multitud hasta tomarla del codo repasándola de pies a cabeza— la veo, pero no puedo sentirla u oler su esencia— no hay manera de que mi radar receptor de nephilims se halla dañado ¿o si?.

—parece que se te perdió la cachorrita—dice Kellan recargando el peso en la columna que tiene detrás—por suerte fui yo quien la encontró.
—a mi no se me perdió nadie—la fulminó, ya hablare con ella después.

Se me suelta calándose la gorra hasta las cejas cubriéndose así medio rostro. No sé qué carajos le está pasando últimamente. Este afán de hacer cosas por impulso no es propio de ella. No es así como trabajamos. Digo, es cierto que algunas veces dejamos correr esa vena rebelde que nos late a ambos, pero siempre lo planeamos juntos, no cada quien por su cuenta.

Kellan la mira con el peculiar interés que le despierta cada vez que la ve. A regañadientes dirige su atención hacia mi.

—mencionaste algo sobre un asunto "importante"—hace comillas al aire—¿de que se trata?.

Le dedico una mirada penetrante que le dice mas de lo que mi boca se niega a decir. Vuelvo a tomar a Caili del codo acercándola a mi pecho, apartándola del entorno que nos rodea. —la quiero lejos del alcance de estas bestias— Kellan suelta un bufido, endereza la espada y cabecea indicando que lo siga.

Cruzamos el establecimiento hasta llegar a las escaleras que subimos en completo silencio siguiendo al Giborim hasta su oficina. Un cuarto conjurado ajeno al ruido del exterior—una especie de habitación insonorizada—al que nadie irrumpe sin su consentimiento, ya que digamos que si cometes la estupidez de intentar traspasarlo, la muerte inmediata seria considerado el menor de tus problemas.

—no olvides cerrar la puerta.

Va y toma asiento en su "modesta"—ostentosa— silla detrás del escritorio colonial del siglo XV. Una vez cerrada la puerta suelto a Caili y esta no pierde tiempo en curiosear por la habitación. Se mueve a la pared en donde Kellan posee una pintura bastante gráfica de lo que vienen siendo los círculos del infierno. La hice para él hace más de un siglo, siguiendo al pie de la letra sus indicaciones. Es una auténtica obra de arte que el mundo jamás podrá apreciar fuera de los muros insonoros de esta oficina.

—por Dios, Cameron—vocifera asombrada—¿la has hecho tú?.

La ignoro tomando el lugar frente a Kellan, quien no deja de seguir los pasos de la nephil por su oficina. Ruedo los ojos con la sonrisa ladina que le curva los labios. Kellan es un Giborim. Una raza que no es humana ni angelical, dado que regularmente sus progenitores suelen ser demonios que logran escabullirse en este plano terrenal para aparearse, ya sea por diversión o por mero capricho. Hasta el momento no conozco a ningún demonio que decidiría aparearse con una humana por el simple hecho de haberse enamorado.

A comparación de los nephilims, son pocos los Giborim que caminando por el mundo, y Kellan es sin duda el más extraño entre su propia especie. Nadie—probablemente ni él—tiene idea quién es su progenitor, pero su gran poder es algo que no se puede ocultar.
Se supone que él y Caili vienen siendo enemigos naturales, pero ciertamente a ella no le interesa su existencia y él tiene cierta curiosidad—o fascinación—por ella.

—¿será que ya acabaste de babear—bramo apático—o lo dejamos para más tarde?.
—dame un segundo más.

Se relame los labios rascándose la mandíbula y soltando otra sonrisita estupida cuando Caili descuelga una espada y juega con ella olvidándose completamente del lugar en donde estamos. Es como ver a una niña dentro de una juguetería. Kellan niega entretenido terminado así su fascinación por la chica, volviendo por completo su atención en mi.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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La rebelión de los caídos 2  El ángel de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora