Save your tears... .་༘࿐ೢִֶָ KookMin.

Final!

Dos meses después…

-Y bueno, jóvenes…-

Estaba por dar su discurso final en la clase que impartía cuando vió cierta coronilla castaña y un par de ojitos curiosos asomarse por la ventanilla de la puerta.

Y para los estudiantes no pasó desapercibido.

-Permítame un momento, jóvenes.

-Uuuu… es su novio?

-Callate, él no tiene novio!- comentó molesta una chica, enamorada de él.

-Si es, mira nada más cómo se sonrojó.-

Los comentarios, aunque fueran cuchicheos, se escucharon de todos lados en el pequeño lugar.

Ignorando los comentarios, salió del aula, encontrándose con su bonito novio que había estado molesto con él hacía dos días por una tontería y 'lo había terminado' de nuevo.

Habían estado teniendo altibajos en su relación luego de reconciliarse por lo de la bofetada. Sus peleas eran más frecuentes y duraderas, pero seguían juntos.

-Hola…

-Hola, bebé.

-Lamento haberte interrumpido, no sabía que aún estabas en clases.

-No importa, la mitad de los estudiantes estaban tomando una siesta. ¿Estás bien? Te ves pálido.

-Si… no… se están asomando…- murmuró apenado.

El mayor abrió la puerta y vió a un par de chicos correr a sus asientos.

-Sé que son curiosos, pero ésto es algo privado. Y si yo fuera ustedes en lugar de perder el tiempo espiándome, me pondría a estudiar todo lo que hemos visto en el año porque, no sé, tal vez se me bote un tornillo y mañana haga un examen sorpresa de veinte páginas además de un examen oral durante mi clase y el descanso.

-Ayyy, nooo!-

Le gustaba ser cruel algunas veces. No iba a perder su tarde preparando un examen cuando podía llevar a comer a su novio y luego a follar con él en su casa para hacer algo de ejercicio y hacerlo olvidar el enojo.

-Qué pasa, bonito?-

Escucharon el timbre sonar al mismo tiempo en que JiMin decía lo que tenía por comentar.

Lo siguiente que supo el menor era que caminaba por la calle, sintiéndose mal, con la respiración agitada, sintiendo que iba a desmayarse.

-Disculpe, está bien?- preguntó alguien al verlo deteniéndose de un árbol.

-No puedo… respirar…- jadeó con dificultad, tocándose el torso.

-¡Llámen a una ambulancia!- pidió la persona a quienes se habían acercado.

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Cuando despertó, estaba en una camilla de hospital, conectado a algunas máquinas y una bolsa, seguramente de suero y medicamentos.

Le dolía todo.

-¡Mi hijo! ¿Dónde está?- escuchó la voz preocupada de su papá en el corredor, pero no tenía fuerzas en el cuerpo para siquiera hablar fuerte y ser escuchado.

La señora Park buscaba el nombre en los documentos afuera de las habitaciones.
Hasta que un doctor se acercó a ellos.

-Familiares del señor Park?

-Si, soy su papá. ¿Dónde está mi bebé? ¿Está bien?

-Está mejor, aún tiene la presión baja y… está conectado al oxígeno y al suero. Pero él y el bebé están bien.