章 - 17.

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Bajo la oscuridad del cielo nocturno, Mei observaba el río con un aire muy pensativo, mientras jugaba con la punta de su trenza. Ahora tenía muy claros sus sentimientos, pero era consciente de que algo la frenaba a la hora de querer confesarse, y Yona no era esa razón. Quizás había sido una razón, pero ya no lo era. Había algo más que la impedía de avanzar.

—Mei...

Después de insistir en tantos silencios y evitar su mirada, Kija por fin se aventuró a acercarse a ella y hablarle, aunque su voz tembló.

—¿Qué sucede, Kija? —Mei le miró con una sonrisa cálida, sin reconocer ninguna pizca de rencor en su corazón. 

El dragón blanco tembló a causa de aquella mirada que le hacía sentir muchísimas cosas, y un tanto tambaleante, se agachó junto a su mejor amiga.

—Yo... —le costó pronunciar, y aunque hacía frío, él se sentía ardiendo —Yo... Lo siento —soltó por fin en un arranque de valentía —Yo nunca pretendí hacerte sentir mal ni nunca pensé en querer alejarte del pueblo, es solo que...

—No importa, Kija —habló Mei con cierta tranquilidad, sin dejar de observarle —Ya no importa.

Entonces supo que sí le importaba. El haberse sentido rechazada importaba más que a nada y eso la había perseguido desde que se fue del pueblo.

Entonces, supo que, si no lograba liberarse de ese sentimiento, nunca iba a poder avanzar y mucho menos ser feliz.

—¡A mí no me importa que no hayas nacido en el pueblo! ¡Porque de todos modos te amo, Mei! —Kija se esforzó muchísimo a la hora de pronunciar aquellas palabras, aunque su voz apenas se alzó.

Después de ser testigo de la confesión tremenda de Hak, él había logrado salir de aquel bache de silencio, y pensó que también lograría confesarse de un modo decente, pero en comparación a Hak, había sido muy penoso.

Ahora casi ni podía respirar y todo el cuerpo le palpitaba de lo caliente y alterado que estaba.

Pese a su tono de voz, aquella confesión no dejó de ser impactante, como también resultó ser muy importante. Mei no pudo evitar sonreír, muy feliz, porque Kija le había hecho saber que ella le importaba más que aquella ley. La amaba pese a sus diferencias. 

—Gracias, Kija —quiso abrazarlo para demostrarle lo tan agradecida que se sentía, pero no lo hizo, porque...—Pero, lo siento, yo... No puedo corresponderte.

Quiso añadir que lo quería y que siempre lo iba a atesorar, pero no quiso hacerlo, porque eso sería causarle más dolor. Era mejor ser breve, porque prolongar aquellas situaciones nunca era bueno.

Kija sintió que su corazón se detenía por un instante, y aun sin asimilar la intensidad del dolor, esbozó una sonrisa torpe. A duras penas asintió y se marchó lo más rápido que pudo, porque no quiso desmoronarse frente a Mei. Porque aunque ella no había querido decirle más, él sabía que Mei se había enamorado de su amigo, de eso se había dado cuenta hace poco, desde que se separaron después de ser atacados.

No había sido fácil haberle dicho aquello a Kija, pero eso la había ayudado a comprender mejor a su corazón. Por ello, había tomado una decisión, y esta vez se la hizo saber al grupo, porque eso significaba que tendría que alejarse de ellos una vez más. 

—Chicos —habló una vez se encontraron todos sentados alrededor del fuego, todavía de noche —Yo, quería decirles que me iré durante un tiempo. 

—¿Eh? —Yona salió de repente de su timidez y tomó de las manos a Mei, viéndola con preocupación —¿Sucedió algo?

—No —Mei negó sonriente —En realidad sí —se corrigió —Y es que, quiero ir al pueblo del dragón blanco, para ver a la abuela y a los demás.  Hace tiempo que quería hacerlo, pero hasta ahora no me había sentido capaz.

Akatsuki no Yona • Periplo del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora