章 - 12.

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Y aun sintiendo su corazón sufriendo ante esa imagen, Kija no logró articular palabra. Ante él podía ver la expresión decepcionada de la abuela. El reproche de todos. Eso hizo que no tuviera fuerzas para hablar. Quería decirle que eso no tenía importancia. Que él se quedaría con ella, aunque tuviera que hacerles frente a todos, pero no lo hizo.

—Es verdad, me acogieron y me trataron con mucho cariño, pero, de todos modos, no quisieron que regresara porque temían a que mi sangre se mezclara con la de ellos y echara a perder el trabajo de varias generaciones —Mei miró a Kija con los ojos cristalinos, dolida por ello —Es por eso que no fui a verte, porque no quise molestar a la abuela ni a su gente. Pero yo siempre tuve el deseo de volver a verte, Kija y me dolió mucho el tener que resignarme.

Kija sintió que sus ojos se irritaban. No era justo lo que le pidieron a Mei, sin embargo, a vista de lo que su corazón sentía, podía comprender dicha decisión. Ellos lo habían hecho para evitar que aquel sentimiento pudiera brotar en el corazón de alguno de ellos, y justo lo había hecho en el suyo.

Mei le observó en silencio. Esperó cualquier palabra suya, pero Kija no dijo nada. Apenas la miraba, con el semblante congelado, incapaz de decir algo, menos de insistir en quererla ahora que conocía el pensamiento de la abuela y el de todos, porque él también le daba mucha importancia a preservar la sangre del dragón, y Mei comprendió que eso era más importante que el amor que le profesaba.

Apenas esbozó una sonrisa triste, y resignada, le dio la espalda. Sus pasos causaron ecos tortuosos en los oídos de Kija, pero no se movió. No la detuvo. Solo la dejó irse, y al contrario que aquel día que se fue del pueblo, no formuló cualquier promesa de volver a verla. Y no la perdió tan solo por esa noche. Mei se marchó de su lado. Dejó el hostal sin profesar ninguna despedida. Quiso despedirse de Yona, Hak y los demás, pero porque no quería encontrarse con Jae—ha, no lo hizo. No quería que nadie la comprometiera a quedarse, porque no quería hacerlo. No quería tener que ver la cara de Kija, el que también la había despreciado solo porque no descendía de aquella gente.

— ¡Chicos! —Cuando Yona llegó junto a su grupo de amigos, se veía ansiosa, lo que hizo que Hak se mostrara más atento — ¡¿Habéis visto a Mei?!

Jae—ha no pudo evitar mostrar una expresión de pánico y un horrible nudo se le atragantó en la garganta. No podía creer que estuviera sufriendo su partida una vez más y que de nuevo no se hubiera dignado a despedirse, siquiera de Yona.

—No, no la hemos visto, ¿qué pasó? —cuestionó, sintiendo que el corazón se le iba a escapar por la boca.

—Es que sus cosas desaparecieron y no la he visto desde anoche, y es por eso...

Antes de que Yona completara su explicación, Jae—ha dio un salto gigantesco, dejando al grupo sobresaltado por la repentina acción, menos Kija, el que lucía una expresión de profundo arrepentimiento. Se estaba ahogando a causa de su decisión. No podía creer que hubiera pensado en renunciar a Mei solo para preservar la regla de su pueblo, sin importarle que ella se fuera o que se entregara a otro hombre, cuando en realidad no podía tolerar ninguna de esas ideas. ¡No quería perderla de nuevo!

— ¡Oye, Kija! —Gritó Yoon al ver que de súbito Kija arrancó a correr como si la vida dependiera de ello.

Desde el cielo, Jae—ha enfocaba su mirada en todas direcciones, apretando su visión en su afán de hallar la figura de Mei, pero por más que giró y saltó varias veces, no alcanzó a verla.

— ¡Mei! —gritó desde el fondo de su alma, porque no podía soportarlo más. Si la encontraba en ese momento, la iba a besar como nunca había hecho. Sería un beso tan salvaje que le desagarraría los labios. La haría saber lo tan atravesada que estaba en su corazón. En aquellos instantes se arrepentía de no haberle gritado lo que sentía. Debió de mostrar más fuerza a la hora de expresarse. Debió ahogarla con su presencia hasta hacerla caer a sus pies.

Akatsuki no Yona • Periplo del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora