Capítulo 76

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-Diez minutos, no está nada mal. Llevadlo a los montones y aseguraos de que queman de una vez los malditos cadáveres, últimamente es imposible respirar aquí.-dijo Josef-

Sus escoltas obedecieron y llevaron de inmediato el cadáver a los montones en una pequeña carretilla donde por el camino, fueron cogiendo más cuerpos muertos de hambre. Eliana seguía esperando en la puerta de su barracón mirando por todos lados por si daba la casualidad de que Jael volvía sano y salvo, hasta que un par de minutos después, vio a uno de los soldados que acompañaron a Menguele con la carretilla en dirección a los montones de cadáveres, pero no consiguió reconocer el de su amigo, pues había muchos más a parte del suyo. Cuando aquel soldado descargó los cuerpos, justo el último era el de Jael, que entonces sí fue reconocido por Eliana, la que corrió a toda velocidad hasta allá para tenerlo en sus brazos una vez más. Se arrodilló ante él y lo colocó en su regazo dándole un último abrazo entre lágrimas, sintiendo un gran dolor en su interior y presenciando una muerte más como tantas otras. Tras ella, una risotada repentina y familiar que había escuchado varias veces desde que entró en Auschwitz: Menguele.

-Tranquila, arderá dentro de poco como el cuerpo de tu hermana.-dijo él burlándose-

Eliana, presa de su misma desesperación, se levantó con furia y miró a ese hombre con un tremendo odio.

-Ellos al menos tenían sentimientos y no habrían matado nunca nadie como has hecho tú y como de hecho sigues haciendo cada día.-contestó ella valiente-

Menguele furioso le golpeó la cara con fuerza repetidas veces y la empujó contra el suelo para luego levantarla cogiéndola del pelo con las dos manos y volverla a golpear en la cara, dejándole esta vez, una señal marcada. Sin palabras, la llevó de los pelos hasta su enfermería tirándola nuevamente al suelo. Después, abrió uno de sus cajones del que sacó una inyección.

-Esto es para que aprendas a comportarte mejor ante un superior.-dijo él clavándole la inyección en uno de sus brazos-

Eliana empezó a notar cómo poco a poco, su cuerpo no respondía a sus órdenes, no podía mover ni los brazos ni las piernas, y ese líquido inyectado, era muy doloroso una vez ya dentro del organismo. Menguele le quitó la ropa de malos modales y después la cogió en brazos para ponerla en la camilla.

-A ver qué tal tu castigo, puede que después de esto, te pienses no una, si no dos veces a quién le levantas la voz.

Cogió gasas y un bisturí para operarla otra vez sin una pizca de anestesia para que gritara de dolor y se arrepintiera de lo que había hecho unos minutos atrás. Clavó en la piel el bisturí por la zona de la cadera para extraerle uno de sus riñones por la parte derecha. Eliana sintió un tremendo dolor indescriptible que le hizo gritar lo más que sus cuerdas vocales eran capaces, gritos tan fuertes eran, que se llegó a quedar sin voz por un leve periodo de tiempo, sus ojos lloraban a mares y suplicaba perdón por su falta de respeto, y a decir verdad, para Menguele fueron unas palabras más que ignorar. Él continuó con la operación sin más. Cuando había conseguido su riñón, le cosió la herida de mala manera, la vistió de nuevo y la llevó en brazos a su barracón, donde por el camino, la chica cayó completamente inconsciente. Ni siquiera se molestó en dejarla en una barraca para que descansara, simplemente la dejó en el suelo y se marchó dando un fuerte portazo. Mucha de la gente que la conocía, se acercaron corriendo para ver si respiraba, y por su aspecto demacrado, juzgaron que no le quedaba mucho tiempo de vida. Entre dos mujeres, la llevaron a su barraca para que descansara, pues había sufrido más que bastante. Al cabo de horas, Nevin apareció y se acercó hasta ella corriendo, un rumor había llegado a sus oídos y necesitaba saber cómo estaba, y claramente pudo comprobar que peor que mal. Le tocó la frente, se estaba calentando cada segundo y Nevin ya empezó a desesperarse pensando que la perdía. Le levantó un poco la camiseta y vio aquella herida mal curada y mal cosida, he aquí los motivos por los cuales, Eliana estaba empezando a morir. Nevin decidido a jugársela, salió por la puerta para intentar conseguir primero una aguja y un hilo para coserle la herida él mismo sin haber estudiado enfermería, la suerte, es que tenía una idea de cómo poder hacerlo. Se auto lesionó la pierna izquierda con un profundo golpe y se dirigió ante Menguele una vez más para poder ver dónde guardaba todos esos materiales, pues sólo podía conseguirlos allí. Le dijo que se sentara en la camilla para poder curarle la herida, que de hecho, necesitaba un par de puntos. Se dirigió a un cajón y de allí cogió todo lo necesario y lo que Nevin necesitaba a toda costa. Tras acabar, Menguele le dijo que reposara ahí unos cinco minutos y Nevin asintió dándole las gracias. El doctor salió por la puerta atendiendo una visita urgente y Nevin se levantó de la camilla dirigiéndose a ese cajón de donde sacó unas cuantas gasas, la aguja y el hilo guardándolo todo en uno de sus bolsillos del pantalón de su uniforme. Después, cogió una botella de agua oxigenada guardándola entre su chaqueta cuando en ese momento, el médico apareció.

-¿Qué haces?. Creo que te dije cinco minutos de reposo.-dijo Josef-

-Sí, pero ya me encuentro mucho mejor y debo irme a atender un asunto.

-Si en cualquier caso te sientes peor, ya sabes dónde estoy.

Nevin asintió con la cabeza y se fue de la enfermería para ir al barracón y empezar a coserle la herida. Una vez junto a ella, le tuvo que quitar la camiseta por completo y sintió un gran escalofrío por todo su cuerpo que le impidió continuar, se puso tan nervioso que no era capaz de abrir la herida de nuevo, hasta que una mujer puso una de sus manos sobre el hombro derecho de Nevin y le pidió permiso para hacerlo ella, ya que era enfermera antes de su llegada al campo de concentración.

-¿No has cogido más gasas?. Estas no serán suficientes, la herida va a sangrar...-dijo la mujer.

Nevin sin poder hablar negó con la cabeza.

-No importa, nos las arreglaremos...-dijo ella-

NOTA: SÓLO FALTAN 3 CAPÍTULOS

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora