Capítulo 59

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Al amanecer, seis personas habían muerto ya en el tren, los amontonaron a todos en un rincón. Eliana abrió sus ojos azules notando un calor tremendo que no la dejaba casi apenas respirar, el sudor de su frente seguía mojando su cara y no tenía capacidad para moverse ni siquiera a por agua.

-¿Sabes qué?.-preguntó Samuel-

La chica miró le miró a los ojos como si fuera la útlima vez.

-Anoche mientras dormías estabas sonriendo. ¿Qué soñaste?.-preguntó él-

Tragó saliva antes de contestar.

-Con él...

-¿Él? ¿Quién es él? ¿Tu novio?.

Cerró los ojos y asintió.

-Yo estaba perdida en mitad de un bosque y él me rescataba. Me dijo que prometío no dejarme sola...-contó con una voz débil-

-Eso significa que va a volver a por ti. Debes ser fuerte y vivir.

-Yo no estaría tan segura. He visto los cuerpos amontonados, todos ellos han estado sin beber el mismo tiempo que yo.

-Tú eres fuerte. Nunca he visto a nadie con tanta valentía como tú.

Isaac se levantó de su asiento y se acercó al médico.

-Eso es porque es jovien, pero usted sabe de sobra que de esta noche no pasa.-dijo-

-Pues deja que beba agua, tú ya estás satisfecho.

-No. El agua es para el que lucha por conseguirla.

A medio día, el tren volvió a detenerse. Todos se colocaron ya apretonados para recibir el agua. Cuando de nuevo un par de soldados, les entregaron la racción, comenzaron las peleas por la supervivencia. Isaac se sació más que suficiente y no dejó beber a nadie hasta que se retiró. Samuel no consiguió agua ese día tampoco pero sí comida para él y para Eliana, que al parecer ya no podía ni abrir la boca, y sacando fuerzas, consiguió comerse el trozo de pan que le dio el médico.

-Es poco, pero suficiente para sobrevivir un poco más...-dijo Eliana-

En ese momento, la mujer embarazada y otras quince personas más cayeron desplomados al suelo. Unos murieron y otros estaban a punto de hacerlo. Polanski intentó reanimar a los desmayados, y muchos, -como la embarazada-, se quedaron en el camino. A los inconscientes los tumbaron sobre los abrigos como a Eliana. Amontonaron de nuevo los cuerpos sin vida de aquella gente que luchando se quedó en el intento. Eliana observaba cómo los cargaban uno por uno y una lágrima consiguió escaparse de ambos ojos, supuso que dentro de poco le tocaba a ella, pero entonces se acordó por lo que luchaba y ese día se le ocurrió hacer algo para salvarse no solo ella, sino también muchos de los que estaban allí. Judith y Elisa se acercaron nuevamente a ella con un gesto triste y desolado, como si ya no la fueran a ver más.

-¿Te vas a curar?.-preguntó Judith-

Ella le sonrió.

-Me voy a curar.-contestó-

-¿Lo prometes?.-preguntó Elisa-

-Lo juro.

Al caer la noche, ya se comenzaba a notar el olor que desprendían los cadáveres que se iban descomponiendo lentamente, y junto con las heces, se hacía más pesado respirar. Muchos vomitaban sin poder evitarlo, lo que aumentaba la peste, otros en cambio, aguantaban como podían intentando no añadir más leña a un fuego que ya quemaba. Eliana estaba despierta, no quería quedarse dormida hasta que Isaac se quedara profundamente dormido para así, poner en marcha aquel plan. Cuando su deseo se cumplió, se incorporó despacio y gateó en silencio hasta las maletas amontonadas en un rincón buscando el nombre del doctor para hacerse con un frasco de anestesia y dormir a Isaac para después ahogarlo. Con cuidado buscó la maleta bajo la atenta mirada de algunos de sus compañeros que no sabía qué estaba haciendo exactamente. Al encontrar su objetivo, la abrió con cuidado y buscó el frasco revolviendo la ropa. Cogió el frasco que estaba justo al final, y gateando se fue acercando a la zona donde Isaac ya dormía. Una vez allí cogió un pequeño pañuelo que había por el suelo y una vez abierto el frasco, desparramó la anestesia en el pañuelo. Poco a poco, con su cuerpo casi a punto de fallecer, fue acercándose a Isaac cuando este se despierta de golpe y la empuja con fuerza hacia atrás tirándola al suelo. Su pañuelo se le escapó de las manos y él se colocó encima de Eliana apretando sus manos fuertemente sobre su cuello para asfixiarla, de pronto, una mano con el pañuelo le taponó a Isaac las fosas nasales y la boca, lo que hizo que se desmayara en menos de veinte segundos. Samuel la había salvado. Lo colocaron donde él dormía y con un abrigo, Eliana empezó a cortarle la respiración sin más, cansada ya de aguantarlo, cansada de estar al borde de la muerte por su culpa. Polanski le tomó el pulso y anunció ante todos que había muerto, por eso, lo apilaron junto con los otros cadáveres. Después de eso, Samuel cogió a la chica en brazos y volvió a llevarla para que descansara. El quinto día de viaje, fue algo más o menos mejor. Murió menos gente y cuando hicieron su parada de todos los días para recibir alimentos, la organización pudo llevarse a cabo, ahora todos ya tenían agua y comida para sobrevivir. Esa misma tarde, Eliana ya se sentía físicamente mejor. Había recuperado mucha fuerza de la que perdió, aunque aún estaba un poco débil y temblorosa. Podía hablar sin equivocarse, mover sus piernas e incluso andar un poco con ellas, sus brazos también podía moverlos al fin y ahí fue cuando supo que ya no era su fin, que todo había salido bien y que había merecido la pena acabar con el motivo (Isaac), que estaba llevándose vidas por delante. Judith y Elisa también estaban felices. Por fin estaba Eliana sana y salva con esa sonrisa siempre por delante de cualquier problema. Esa tarde fue un tanto animada, había un hombre con un gran donaire que entretuvo a la gente con anécdotas graciosas y chistes que levantaron la moral a las personas a pesar de saber que los llevaban al infierno en un tren donde no hacía apenas aire y que con la peste que allí había, no se podía respirar. Después de haber reído un buen rato, Eliana volvió a sacar la pulsera que le regaló Clara y sonrió de medio lado, también un tanto triste. "Pronto nos veremos hermana"-pensó Eliana-. Cayó la noche, a Eliana le costó un poco dormir, presentía cada vez más cerca la hora de llegar a su destino. El sexto día de viaje, de madrugada pareció el tren detenerse nuevamente, pero aún no habían llegado, paraban a repostar y alimentar a los miles de judíos que iban en el interior del tren entero. Esta vez, volvieron todos a probar el agua y la comida, Eliana ya parecía sentirse mucho mejor, mas aun estaba un tanto debilitada, necesitaba recuperarse del todo. Llegó la tarde, el tren volvió a pararse, esta vez, definitivamente. Habían llegado a Auschwitz al fin. Todos guardaron silencio absoluto preguntándose mentalmente si habían llegado ya o era una parada más. Abrieron las puertas y se encontraron a soldados que les ordenaban bajar con un tono de voz que daba miedo escuchar. Había también gente con pijama de rayas blancas y azuladas casi verdosas que hacían lo mismo que los soldados. Fueron bajando deprisa obedeciendo a los soldados que pedían filas, y si alguno iba lento al hacerlas, se llevaba un golpe en la espalda. Eliana iba junto a Elisa y Judith, que seguían caminando sin deshacer la fila. Un poco más adelante ya se podía ver un muro con una alta torreta rectangular, su entrada tenía forma de arco de medio punto y ancha, con unas cuantas chimeneas en los tejados. AL acercarse a esa zona, las filas se detuvieron. Eliana intentaba observar para ver lo que estaban haciendo, pero no veía absolutamente nada. Sólo sabía que unos iban destinados a la derecha y otros a la izquierda. Cuando se iban ya acercando, pudo ver a Egbert allí entre todos los soldados más una cara familiar: Josef, aquel con el que se chocó una vez en mitad de una calle de Berlín. Eliana se mordió tan fuerte el labio inferior a causa de los nervios, que se hizo sangre a sí misma cogiendo con fuerza la pulsera de su hermana. Ya estaba la primera en las filas, Egbert la vé y se acerca a ella con asombro queriendo pensar que la habían cogido por error. El corazón le iba a una velocidad incalculable, ese hombre no se andaba con rodeos, y si le tenía que dar un disparo, se lo daba sin parpadear.

-¿Gretel...?. ¿Qué haces aquí?.-preguntó Egbert-

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora