Capítulo 64

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Anduvo y anduvo hasta encontrarlo a lo lejos hablando con su padre. Sus miradas se encontraron. Clara con un gesto le indicó con urgencia que la siguiera y Nevin supo que algo no iba bien y que se trataba de Eliana, así que no dudó en dejar de hablar con su padre por mucho que le interesara de lo que le estaba hablando y salir tras Clara, que lo condujo al barracón donde la pobre se encontraba en el suelo sin casi apenas poderse levantar. Él corrió rápidamente hacia ella y la colocó en su regazo.

-Tienes que llevártela y curarle esas heridas...Aquí es difícil.-dijo Kiva-

-¿Quién ha sido?.-preguntó él-

-Grese...

Si antes la odiaba, ahora mucho más. Entre Kiva y Nevin le pusieron la camiseta de su pijama y él la agarró del brazo para llevársela, ya que si la llevaba en brazos era todavía más arriesgado.

-Tenemos que caminar,¿crees que podrás hacerlo?.-dijo él-

Eliana miró los ojos de Nevin y asintió.

-Y tú vete a tu barracón antes de que te echen en falta.-le dijo ahora a Clara-

Nevin salió primero de allí con Eliana, que caminaba casi a punto de desmayarse. A lo lejos, Kinor los vio llegar a los dos juntos y cuando pasaron por su lado, Nevin y él se miraron con odio, pero Eliana no se dio cuenta de su presencia, ella solo quería llegar lo antes posible. Al llegar a la puerta de donde estaba él instalado, miró a sus alrededores y al ver que nadie se aproximaba, fue cuando la cogió en brazos y la metió consigo tumbándola en la cama. Llenó un vaso de agua y ella enseguida lo bebió, ahora sólo le dolían los pechos de los pellizcos y los fustazos. Con cuidado, Nevin le quitó la camiseta y vio que las heridas no eran muy graves por suerte, pero no tenía materiales para curarlas, la única solución era entrar en la enfermería de Menguele y conseguir suero y gasas. No se le ocurrió otra cosa que hacerse una herida en el brazo para que fuera creíble.
-Te prometo que no tardo. Te cierro la puerta con llave para que no entre nadie.-dijo Nevin-
Y así lo hizo, cerró la puerta y se marchó hacia la enfermería para conseguir medicamentos. Cuando llegó a la puerta se paró unos segundos, y luego con gran valor, se abrió un poco más la herida para que sangrara un poco más. Entró por la puerta y cuando el doctor lo vio, lo recibió con una gran sonrisa, pero Nevin estaba horrorizado con lo que estaba viendo: Un niño de unos doce años sentado en una silla, y sobre su cabeza, un martillo mecánico que cada pocos segundos caía sobre su cabeza. El pequeño lloraba suplicando libertad, y Josef le contestó que se olvidara de esa palabra, no había libertad para el judío.
-Me he raspado, no sé con qué. Me preguntaba qué tienes para curarme. Y a ser sinceros prefiero curármelo yo mismo, tengo que atender asuntos urgentes.-dijo Nevin-
-Está bien. Te daré unas gasas y dos frascos de suero. ¿Puedo ver la herida?.
Nevin se la mostró y Josef la inspeccionó atentamente.
-Es profunda sí. Si necesitas algo más ya sabes dónde estoy. Yo también tengo que atender asuntos urgentes.
Josef se dirigió a uno de sus armarios bajo llave y sacó de él unas gasas y los dos frascos de suero. Nevin le dio las gracias y mirando por última vez a aquel niño, se fue para curar a Eliana.
***
Pasaba con delicadeza las gasas mojadas en suero sobre sus pechos mirándola de vez en cuando a los ojos.
-Tengo algo que contarte. Verás, puede parecerte raro, pero le creo...-dijo él-
-Cuéntamelo.
-Mi padre... Dice que está arrepentido de habernos hecho tanto daño a mi madre y a mí, que no se siente cómodo siendo lo que ahora es. Dice que antes disfrutaba con su trabajo, que haciéndoles daño iban a solucionar algo pero... Que los judíos no tienen culpa de nada.
-Nevin, ¿no te parece un poco extraño?. Quizás le han ordenado que se acerque a ti para saber cómo está nuestra relación.
-No soy idiota, sé que no debo contárselo y no se lo contaré pero me preocupa.
-Entonces si es verdad lo que dice, no lo dejes solo. No me he visto en la situación suya, pero puedo imaginar lo que se siente.
Nevin le asintió y al acabar de curarle las heridas, con una venda que tenía por ahí en un cajón le vendó el pecho para que el tratamiento fuera más completo. Luego la besó despacio y la levantó. Era la hora de volver al barracón.
-Te prometí no dejarte nunca.-dijo él-
-No tendrías que haber vuelto. Mira lo que hiciste por mi culpa...
-Y si no hubiera vuelto, ¿quién ahora mismo te estaría cuidando?. Sé que lo que hice estuvo mal, pero considero todavía peor el haberme quedado quieto de brazos cruzados dejándote aquí sola.
Ambos se abrazaron.
-No me dejes nunca. Te quiero a mi lado pase lo que pase.-dijo Eliana-
-Me tendrás.
Se miraron una última vez y salieron de allí hacia el barracón de Eliana, donde ya la esperaban Clara y Jael, que frnció el ceño cuando los vio juntos.
-Vendré lo antes posible.-dijo Nevin-
Besó a Eliana y salió del barracón para buscar a su padre y que terminaran de hablar sobre aquella conversación. Mientras, Jael, Clara y Eliana conversaban y contaban historias de cuando estaban en sus hogares, cuando de pronto se abrió la puerta y entró un muchacho de rostro conocido: Kinor. Clara lo vio a lo lejos acercarse y captó la atención de Eliana, que se dio la vuelta y al reconocerlo se quedó parada sin saber qué hacer. Kinor se puso frente a ella y ambos se miraron.
-Es curioso que hace un raro te viera casi a punto de morir y que ahora estés aquí de risas con tus amiguitos. ¿No será que Nevin te ha curado?. Por eso ha entrado, ¿no?.-dijo Kinor-
-¿Qué estás haciendo aquí?.-preguntó Eliana-
-Lo mismo que tú. Te dije que nos volveríamos a ver en Auschwitz.
-Pues ya te puedes ir largando de aquí.
-Respétame, debes hacerlo.
-No, yo ya no estoy atada a ti.
Kinor sacó una pistola y todos se alarmaron levantando las manos hacia arriba.
-Pertenezco al Comando Sonder. Puedo disparate si me da la gana, pero antes vamos a ajustar cuentas tú y yo.
Él la cogió y le puso la pistola en la cabeza a vista de todo el mundo que estaba allí, y cuando iban a salir, Nevin hizo su aparición por la puerta con una pistola apuntando a Kinor.
-Suéltala.-dijo Nevin-
-No Nevin, ahora es mía.-contestó Kinor-
-Suéltala o disparo.
-El que va a disparar soy yo si no te apartas de la puerta
Nevin no podía dejarlo escapar con ella, por lo que apretó el gatillo y éste se atascó. Kinor empezó a reírse porque iba a matar a Eliana, cuando entonces, ella le dio un codazo en el vientre consiguiendo quitarle la pistola.
-Ya no volverás a molestarme más.-dijo Eliana apuntándole en la cabeza-
Y acto seguido, apretó el gatillo y asesinó a Kinor, que cayó al suelo con la cabeza ensangrentada. Fuera del barracón habían oído aquel disparo y se dirigían hacia allá, Nevin le cogió la pistola a Eliana y la retiró hacia atrás para que no supieran que había sido ella. Por la puerta entraron sobresaltados Egbert y Heller Hertz, un soldado de las mismas características que Egbert.

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora