Capítulo 44

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Nevin y Eliana se quedaron quietos sin saber qué hacer, qué pensar y qué decir respecto a lo que estaban viendo, se les ocurrió seguir su dirección, cuando al llegar justo a la fuente, los soldados alemanes les impideron avanzar a los judíos camino alante y camino atrás...Estaban rodeados y dentro de ese círculo, se reflejaba un gran temor, temor a ser apresados, golpeados, humillados o lo que era peor, separados de sus familias. Eliana sintió morirse cuando vio dentro de ese círculo a su amiga Dina y a Abraham cogidos de la mano, como si fuera el último día, como si fuera el fin del mundo. Su corazón quería escapar, aunque lo cierto, esque una parte de él se fue junto a sus dos amigos, ya que esa fue la última vez que los vio. Deseó poder correr hacia ellos y despedirse, decirles que ha sido un orgullo para ella tenerlos en su vida, y miles de gracias por haberla ayudado tanto con esos problemas que tenía al principio de estar junto a Kinor. Pero solo se acercó para ver finalmente lo que sucedía con todos ellos. Dina y Abraham giraron la vista y pusieron sus ojos en su amiga, que con gran pena y melancolía estaba a punto de verlos marchar para siempre, y a pesar de lo mal que lo estaban pasando, los tres pudieron sacar una sonrisa de despedida. Entonces llegó un camión para deportarlos y llevarlos a vivir en penosas condiciones, o a una muerte segura. A muchos de los que estaban en el círculo se les estaba golpeando con fuerza, con rabia, con furia...con ira, de pronto e inesperadamente, cogen a Abraham en mitad de la trifulca y lo comienzan a golpear. Dina gritaba y gritaba compasión por él, pero el famoso Egbert Blau la cogió del pelo y la subió a uno de los camiones acercándose seguidamente a Abraham, que yacía en los suelos envuelto en su propia sangre y sin apenas poder moverse.

-Me piden compasión por ti, ¿qué debo hacer, dime?.-le preguntó Egbert-

Eliana estaba atenta sin perderse ni un detalle, imaginando ya seguro que Abraham ya no tendría una oportunidad para seguir viviendo.El muchacho no podía hablar y se retorcía en el suelo de dolor, quiso decirle a ese soldado que le dejara vivir, pero le dolía el respirar y el aliento de su boca.

-Tienes tres segundos para responderme, de ti depende si vives o no.-siguió Egbert cruel-

Abraham miró a ese hombre y armándose con fuerza, cogió aire e intentó hablarle, entonces comenzó a toser y a echar sangre por la boca. Egbert sacó su pistola, la cargó y se la puso entre ceja y ceja.

-Ahora mismo me sirves más muerto que vivo, y además mírate...Ni siquiera puedes valerte por ti mismo. ¿Qué hago, judío? ¿Aprieto el gatillo y te hago un favor a ti también?.

Abraham seguía sin poder contestarle, su dolor mataba cada vez más rápido las pocas fuerzas que en él quedaban.

-Está bien, tú así lo has querido.

Egbert apretó el gatillo de su pistola y una bala atravesó la cabeza de Abraham, que cerró los ojos sumergiéndose en el mundo oscuro de la muerte. Eliana se fue de allí corriendo y en una solitaria calle comenzó a llorar la muerte de su amigo con las manos en la cara todavía sin podérselo creer. Sus gritos se escuchaban por todos los rincones de Berlín y Nevin tuvo que correr a ella para taparle la boca y que no la descubrieran gritando de esa forma. Cuando logró que se calmara un poco, Eliana cogió aliento para hablar:

-Vete, busca a mi hermana por favor...-le suplicó Eliana-

Nevin le asintió y corrió en busca de Clara, que segúramente andaba escondida también en algún rincón aislada de lo que acababa de suceder en plena calle. Nevin buscó a Clara y no aparecía por ningún sitio. Siguió su búsqueda y no había resultado de su paradero. Por un momento pensó si se pudo haber visto envuelta en aquel círculo, mas apartó esa idea de su mente, ya que si no, la hubieran visto igual que a Dina y Abraham. Cuando él detuvo sus pasos, escuchaba sollozos y llantos por lo bajo, Nevin los siguió y eso hizo que se encontrara con Clara en una calle, triste y desolada por lo que había pasado.

-Tenemos que volver, tu hermana me ha enviado a buscarte.-dijo él-

-¿Cómo está..?.

Nevin le negó con la cabeza queriéndole decir que mejor ni preguntarle nada, ya que estaba destrozada en millones y millones de pedazos. Clara emprendió una carrera en busca de su hermana y al verla en aquella clare, se tiró a sus brazos para abrazarla mientras lloraban las dos.

-¿Lo has visto?.-preguntó Eliana-

-Sí, ha sido horrible.

-Hay que volver.

El cielo ya había oscurecido, el toque de queda ya dado, muertos en plenas calles y pánico sembrado en Alemania. Los tres salieron tuvieron que pasar por aquel lugar, donde habían transcurrido centenas de detenciones judías y unos cuantos asesinatos, incluyendo el de Abraham a manos de Egbert. Justo en el momento en el que pasaron por ahí, estaban recogiendo los cadáveres y Eliana tuvo la necesidad de pararse para verlo por muy destrozada que estuviera. Egbert al verla, se acercó a ella para saludarla, Eliana apretó las manos con fuerza y Nevin se la agarró despacio para que no notara que algo iba mal.

-Llevo tiempo sin saber de ti, ¿cómo estás, señorita Steimberg?.-preguntó Egbert-

Le costó un poco contestar al asesino de su amigo, finalmente sacó fuerzas por ellos, por esos dos compañeros que ya no tenía consigo.

-Bien, no tengo quejas. Todo lo que estáis haciendo me resulta fascinante.-contestó ella-

-Seguro que me has visto actuando con ese judío...Se lo merecía.

-Has estado soberbio. Enhorabuena.

-Espero poder hablar contigo algún día cercano más tranquilamente.

-Sí, por supuesto. Cuenta conmigo.

A Nevin no le agradó demasiado la idea, pero no podía hacer nada al respecto debido a que Eliana tenía que hacerlo, él sabía que odiaba a ese hombre de corazón. Ya se fueron a casa, el día había sido demasiado duro, triste y melancólico como para continuarlo. Eliana le contó a sus padres todo lo que había sucedido y ambos se llevaron las manos a la cabeza consumidos por la impresión y la tristeza, ya que conocían a los padres de Abraham y Dina de toda la vida. Al acabar de contar la lúgubre historia, los cuatro se abrazaron, ahora debían estar más unidos que nunca en lo bueno y en lo malo, luchando pasara lo que pasara.

-Prometedme las dos que estaréis bien.-dijo Eden-

-Lo prometemos, estamos bien.-dijo Eliana-

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora