Deathless - Carl Grimes.

Doce.

Compañeros de grupo.

 ——¿Crees que despertará?——preguntó __ sentada en una orilla del sillón observando los rasgos pacíficos de Rick.

——Lo hará. Es fuerte——dijo Carl con un asentimiento.

Habían despertado hace cerca de 20 minutos. __ se encontraba más aseada, ya que subió hacia el dormitorio de la pareja casada y rebuscó entre los perfumes de la señora, se echó una gran cantidad en la espalda y en el cuello. Se aplicó crema en el cuero cabelludo que reforzaba las puntas, y quitaba un poco la suciedad. También se aseó los dientes con un cepillo nuevo que estaba en la repisa, pero sin pasta dental. Le dio uno a Carl. Espera que no se lo tomara como indirecta.

Carl le había servido un poco de cereal. __ se lo comió en un instante.

Tendrían que comenzar a buscar provisiones pronto. Se acabarían ya luego. Seguramente irían los dos, porque dos es mejor que uno. No sabían quién iba a cuidar a Rick, por lo que rogaban al cielo que nada malo pasara en su ausencia.

__ se paró de un lado de Rick y miró por la ventana. Era soleado. No se veían caminantes deambulando por ahí. Era perfecto para que fueran a buscar provisiones ahora mismo.

——Carl...——habló __. Carl levantó el mentón y le tomó atención.

——¿Sí?

——Deberíamos ir a buscar provisiones——dijo ella.

——Tienes razón——dijo el castaño mirando a su padre.

——Tengo seis balas y un cuchillo——dijo __.

——Tengo ocho balas y el hacha de mi padre——dijo Carl.

——Estaremos bien——afirmó.

__ se puso el cuchillo carnicero entre sus calzas y dejó la remera atrás. Carol le había dicho un día en el río que era mejor tenerlo a mano por si las moscas. Desde ese día __ se pone el cuchillo delante de la remera. Cogió la pistola entre sus manos.

Carl agarró el hacha y la pistola la acomodó en el cinturón que le había dado su padre. Lo extrañaba, pero sentía que todo era culpa de él. Si tan sólo no hubiera bajado la cabeza como si nada pasara, si tan sólo no se hubiera creído el granjero, si hubiera vigilado y no se hubiera cansado de perseguir al gobernador.

Carl subió la mirada y vio a __ desenredar su cabello. Su ceño fruncido demostraba que tenía una maraña de pelos. Arrugó la punta de la nariz. __ siempre hacía eso cuando se concentraba en hacer algo. Carl supo que era la chica más bella que había visto.

En la prisión había una niña llamada Madison, era rubia, de ojos azules, y se llevaban por un año. Era una chica ruda. Había llegado dos días antes de que el gobernador destruyera la prisión —¡Vaya bienvenida!—. La cosa es, que cuando Carl trataba de hablarle la imagen de ___ se le venía  a la mente. No sabía por qué.

Madison murió en el ataque del gobernador. Un hombre le atravesó el cráneo con una bala. A Carl no le afectó mucho. Ni siquiera hablaba con ella. Además creía que tenía mucho ego. Le dio casi igual su muerte.

___ suspiró pesadamente y tiró el enmaraño de pelos para atrás. No había caso. Levantó la vista y vio al ojiazul mirarla atenta. Esta vez no se sonrojó —bueno, quizás sólo un poco—. Se le quedó viendo. Carl no apartó la vista. Sus ojos se conectaron y se miraron.

Bonitos ojos, sheriff, pensó en lo que tenía que decir.

No podía articular palabra, quería salir del momento incómodo. Nunca le gustó sentirse observada. Sus facciones se cohibían y se ponía nerviosa. Comenzaba a sudar. Pero le extrañaba que no pasara eso ahora. Estaba normal. Se sentía bien y... protegida mirando los ojos de Carl.