Zoe tiene una larga lista de decepciones amorosas por contar, y pretende reflexionar sobre ellas durante la tarea que le encomendó su psicóloga: Escribir para dejar ir. Recordar será como desenterrar el pasado y abrir heridas viejas, pero ayudará a...
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Mi querido corazón roto, pudimos ser dos, pero escogiste un triángulo, no una historia de amor.
Rompiste hasta lo que creí que jamás vería desmoronarse. Fue una alerta a mi corazón que no dejaba de enamorarse, de esa luz tan resplandeciente que miraba hacia otra parte.
Volver a encontrar la parte que dejé ir contigo no fue fácil.
Te dejé todo para quererme, pero elegiste perderme.
Ir y venir, rogar explicaciones, miradas llenas de arrepentimientos fueron lo que acrecentaron mi sufrimiento.
Avanzar me llevó más tiempo de lo que deseé. Me hubiese gustado encontrar una formula tan fácil como chasquear los dedos y dejarte ir, pero lo cierto es que correr contra la corriente no es sencillo.
Fui el peor crimen que alguna vez pudiste cometer, no perdiste solo mi amor, sino todo lo de los dos. Golpeó duro el saber que la amistad construida no me dio el suficiente crédito cómo para que no jugaras con mi confianza.
Siempre deseé ver esa mirada en tus ojos, esa que me dijera que nunca dirías adiós, pero nuestra historia era solo un punto y coma en mi vida. Solo fuimos dos almas pasajeras que se cruzaron el camino del otro.
Fuiste mi aprendizaje más grande, y hoy querido Valentín, con las heridas sanas, con los ojos abiertos y los pies puestos en la tierra, te dejo ir junto a todas las ataduras que alguna vez nos dimos.
Cuando veo hacia atrás solo puedo observar que a pesar del momento oscuro, abrupto y doloroso, se puede seguir adelante, se puede volver a brillar.
Esta Zoe ya mayor, que se ha caído muchas veces, te da las gracias por darme una lección que será imposible olvidar: El amor no es preciso y los sentimientos no son seguros. No obstante, sin importar las consecuencias, me atrevo a correr el riesgo.
