[Contenido sensible. Esta parte de la historia contiene escenas fuertes, se recomienda discreción. En caso de que no sean de tu agrado, te recomiendo saltar a "Hugo", ya que no es trascendental para la historia.]
Te faltaron flechas para apuntar.
Tengo la certeza de decir que no te esperabas un camino tan incierto conmigo, puede que en muchos casos haya sido predecible, pero contigo, Hugo, fui todo lo contrario.
Más bien fui una bomba que lo destruyó todo a su paso. No lo pensé demasiado cuando me sentí al borde del abismo.
Subestimé a la vida cuando mencioné que no podía estar más perdida que en aquel momento, porque aún no sabía lo que seguía.
Fueron contadas las salidas que le acepté a Hugo, la última de ellas, una que no voy a olvidar nunca, nada de lo que sucedió, porque me aterró e incluso en este momento me pone los pelos de punta.
Cuando acepté a través del teléfono, sabía que solo lo estaba haciendo por una razón en particular, pues estaba tratando de averiguar si había algo como un sentimiento que me tuviese atada.
Me vestí como siempre, nada especial, pues no era una cita o para mi no tenía ese significado.
Cuando escuché el claxon de auto salí hasta las afueras de mi casa. Me senté en el mismo lugar de siempre y me dispuse a saludar a Hugo como siempre, sin ningún tipo de contacto físico.
Durante el camino Hugo contó acerca de sus compañeros de clase, sus evaluaciones y un poco de su familia, de esta última no detalla demasiado. No se me pasa por alto cuando menciona que de pequeño su madre no estaba muy cerca y su relación ahora no era la mejor. Me pregunta acerca de mi familia, pero me abstengo a dar demasiados detalles, pues siempre he creído que mi familia es un espacio íntimo al que temo que la gente conozca, porque están marcados mis traumas, mis dolencias y mi parte más vulnerable.
Al llegar a la playa nos azota una brisa fría que me hace estremecer. El día no estaba en su mejor momento, pues yacía nublado y más frío que de costumbre.
Las olas golpeaban fuertemente, salpicando gotas a lo lejos.
Nuevamente tomamos lugar sobre la arena, alejados de la orilla.
— Estás muy guapa hoy—menciona.
Lo observo atentamente. Sin expresión alguna, pues fue evidente en mi interior que no se removió ni una fibra ante su comentario.
— Gracias.
Para aliviar la tensión le di una sonrisa ladina.
— Nunca me lo has dicho a mi—dijo.
— ¿El qué?
— Que si te parezco atractivo o algo así.
Me quedé en silencio y observé atentamente cada rasgo suyo y a decir verdad, Hugo no era un tipo de poco atractivo, pero tampoco resaltaba entre la gente o al menos para mí.
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Los Corazones Rotos De Zoe ©
RomanceZoe tiene una larga lista de decepciones amorosas por contar, y pretende reflexionar sobre ellas durante la tarea que le encomendó su psicóloga: Escribir para dejar ir. Recordar será como desenterrar el pasado y abrir heridas viejas, pero ayudará a...