8. Fiestas Navideñas.

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—¡Abuelo! —Danna se alegró mucho cuando bajó la noche del martes y lo encontró ahí, bebiendo té con sus padres.

—¡Dannie! —el viejo dejó la taza sobre la mesa e hizo un ademán de levantarse, antes de que Danna se lo impidiera.

—¡No hace falta, abuelo! Quédate ahí, ya voy yo —le dijo rápido, mientras terminaba de bajar la escalera a toda prisa y corría hacía donde estaba para darle un abrazo—. Que bueno que viniste, te echaba de menos.

—También yo, cielo ¡mira que grande estás! Me gusta el corte de cabello.

Danna sonrió agradecida. Sin duda, el abuelo, Alfred Avery, era una de las partes más bonitas de su vida. Era una de las pocas personas de su familia con quien era unida, y eso lo valoraba muchísimo. A diferencia de con su padre, a quien casi nunca abrazaba y solo hablaba con él lo necesario. Las charlas más largas que mantenían eran solo cuando él la regañaba por algo, para después aconsejarla desde un punto de vista completamente objetivo, tanto que a veces resultaba ser ligeramente cruel.

Ciertamente, John Avery no se parecía en nada a su padre.

Y Danna esperaba que Jordan tampoco se pareciera al suyo.

—Deja respirar al abuelo, Dannae Pauline —le dijo su padre, al ver que la castaña abrazaba al abuelo con demasiado entusiasmo.

Danna borró su sonrisa al instante. Escuchar su nombre completo con la voz de su padre la retraía un poco, porque sentía que era un regaño.

—¡No digas tonterías, John! Respiro perfectamente —replicó el abuelo, soltando una carcajada y correspondiendo el abrazo de su nieta.

Danna sonrió, y luego se apartó, para sentarse a lado del abuelo.

—¿Cómo te va en el colegio?

—Todo excelente. En clase de Defensa Contra las Artes Oscuras comenzamos con los hechizos no verbales y para antes de finalizar el trimestre empezaron a salirme.

—¡Eso es genial! Lástima que no puedes usar magia en casa para mostrarme.

—En realidad si puede —apuntó Jordan con sabiduría, cuando pasaba por ahí camino a la cocina.

—Jordan —regañó su padre.

—Es verdad —reconoció el abuelo—, podrías hacer magia y nadie se daría cuenta.

—¿Eso es verdad? —preguntó Danna, asombrada.

—El ministerio se da cuenta en que lugares hacen magia, pero no saben quien la hizo —continuó Jordan desde la cocina, donde estaba el elfo Kelce terminando de preparar la cena.

—¿Cómo es que Jordan sabe eso? —volvió a preguntar Danna.

—Yo se lo dije, hace mucho.

Danna miró indignada a su padre. —¿Y por qué no me lo dijiste a mí?

—No sé, Danna, lo habré olvidado —dijo, intentando zanjar el tema.

Danna no supo que decir, y el silencio solo no se formó gracias a que su madre bajó las escaleras, radiante para la cena navideña. Kelce y Rose se pusieron en marcha para servir la mesa y luego Danna y Jordan se ofrecieron a ayudar.

A la hora de cenar, por suerte, el abuelo había comenzado a contar algo, Danna se limitó a escucharlo, contenta de que estuviese ahí, y tratando de ignorar el momento incómodo de hacía un rato.

Danna y Jordan se habían dado cuenta de lo que sucedía desde hace mucho tiempo, pero habían preferido no poner a sus padres en un apuro frente a ellos.

Only For You, Pretty | Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora