El vicio

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|Nathan Drake|

Llevaba parte de la noche trabajando, sirviendo bebidas alcoholizadas sin parar. Aunque eso no le impedía dejar de verla.

Tan preciosa y deslumbrante, sobresaltaba entre todo y todos.

Ella tampoco le era indiferente, mirándolo desde el sofá mientras reía con sus amigas sobre cualquier cosa.

Ella había sido su objetivo desde hace tiempo.

Habían cruzado un par de palabras un poco antes, cuando ella se le acercó a pedirle un trago, y luego otro y otro.

Ella bailaba a ratos, volvía hacia el sofá con sus amigas, y no dejaba de tener esa sonrisa tan espectacular.

En un momento, ella se levantó del sofá, se dirigió a él con su vaso aún lleno y lo dejó en el mesón de la barra.

—Oye, quiero quejarme seriamente.

Se sentó en una de las sillas de la barra y colocó el mentón sobre la palma de su mano, mirándolo con una sonrisa divertida.

—Yo pedí un Negroni con lima extra — continuó — Pero en cambio me diste un simple y aburrido jugo de limón.

Introdujo su dedo en la bebida y lo lamió sin dejar de mirarlo, algo que hizo que él relamiera sus labios.

—Lo lamento, señorita, pero aquí no facilitamos los vicios.

Ella soltó una risita.

—¿Y el vicio de bailar bien pegado con alguien si me lo vas a facilitar?

Eso hizo que Nathan sonriera de medio lado y volviera a relamer sus labios.

—Estoy trabajando.

—Nadie lo notará. Ya casi cierran.

Se bajó de la silla y caminó hacia la compuerta para subir el mesón y dejarlo salir.

Tomó su mano y caminaron hasta la pista, ella se giró y colocó rápidamente sus brazos sobre sus hombros. Él tomó su cintura y se miraron fijamente mientras sus cuerpos se movían al compás de la canción.

Pero el simplemente no podía dejar de mirarla. Era preciosa.

Ninguno desaprovechó la compañía del otro, los toqueteos nada discretos, la sonrisas pícaras y las respiraciones agitadas.

Era su oportunidad.

La música cambió, haciendo que ambos se detuvieran, pero eso nos les impidió dejar de mirarse.

Ella acercó sus labios a los de él y muy cerquita susurró:

—¿Y bien?

Eso fue suficiente para que Nathan acortara la poca distancia y uniera sus labios en un beso totalmente desesperado y ardiente.

Se escabulleron entre el gentío que seguía bailando, aprovechando la última hora del bar, y llegaron hasta el baño. La tomó entre sus brazos sin dejar de besarla y la puso encima del lavamos mientras con sus manos acariciaba sus piernas desnudas.

Escucharon alguien entrar casi intentando mantenerse de pie.

—Disculpen, no sabía que estaba ocupado.

Cómo pudo volvió a salir dejándolos solos una vez. Ella soltó una risita y mordió su labio mirándolo a los ojos.

—Sé de un lugar dónde podemos ir.

—Eres rápido, Nathan.

—¿Sabes mi nombre?

—¿Me estaría besando contigo si no? Vengo aquí seguido, lo sabes.

—Es lo mejor de la noche cuando vienes — la hizo reír de nuevo.

—No será hoy — le dio un pequeño beso antes de bajarse del lavamanos.

—Uno último — pidió. Ella negó con su cabeza y se acercó una vez más.

Nathan colocó la mano en su cuello y le dio otro beso largo y apasionado.

—Estaré esperando.

Salió del baño con una sonrisa radiante.

Ella se miró en el espejo, mojó su cara levemente y sonrió mordiendo su labio inferior al pensar en todo lo ocurrido.

Y entonces lo notó.

No estaba en su cuello.

El collar de diamantes no estaba.

ONE SHOTS [TOM HOLLAND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora