El frío se le cuela debajo de la ropa y él junta sus manos entre sí para soplar en medio de éstas y darles calor, no es un buen día, está cansado y débil, el frío no es una buena combinación para su salud en ese momento, aún así no va a perderse el poder recibirlo en el aeropuerto.
Mira hacia arriba en cuanto anuncian que los pasajeros ya han bajado y sus ojos brillantes buscan su rostro con emoción.
Unos minutos más tarde, minutos que parecen durar una eternidad, puede verlo, carga un bolso cruzado en su hombro y mira a su alrededor, también lo está buscando. Seokmin sonríe en cuanto sus miradas conectan y el contrario hace lo mismo.
—Me esperaste —la emoción en la voz de Joshua es difícilmente disimulable, él sonríe ampliamente y sus ojos desbordan un brillo sumamente hermoso, uno que Seokmin no quiere olvidar nunca.
—Lo prometí, ¿no? —sonríe y, de un momento a otro, siente los fuertes brazos del contrario envolverse a su alrededor con fuerza, lo aprieta contra sí y no parece tener intenciones de dejarlo ir.
—¿Cómo estás? —pregunta mientras caminan fuera del lugar y Seokmin entiende que la pregunta es más profunda de lo que le gustaría, no pensaba en hablar de eso con él, al menos no tan pronto, acaba de llegar y no tiene intenciones de arruinar su día.
—Bien, aún estoy en tratamiento —sonríe y ve a Joshua hacer lo mismo.
—¿Y eso va bien? —pregunta y Seokmin aprieta un poco los dientes, no quiere decirle la verdad, mucho menos quiere mentirle, evadirlo parece ser la mejor opción para sentirse menos culpable, aún así no encuentra una forma de hacerlo hasta que ve a su madre parada frente a ellos.
—¡Joshua! —la mujer sonríe con dulzura y lo abraza con fuerza mientras deja un beso en su frente.
—Hola, señora Lee —sonríe el americano en cuanto se separan del abrazo.
—Vine por ustedes porque se ha puesto muy frío para Seokmin —informa y les abre la puerta del auto para que suban en la parte trasera.
Durante el camino, Seokmin mira por la ventana el paisaje otoñal que le regala la ciudad. Su mirada está relajada o eso quiere creer, prefiere no pensar en su nerviosismo al estar junto al americano, le resulta imposible debido a que, en algún momento en el camino, Joshua toma su mano con timidez y la aprieta suavemente. Seokmin sonríe y observa el agarre, el pulgar de Joshua comienza a acariciar su piel y causarle un hormigueo que le recorre el cuerpo entero.
Está feliz, aún si siente dolor por dentro, aún si el frío le hace doler hasta el más pequeño de sus huesos, se encuentra genuinamente feliz.