Por las calles se murmuraba una vieja leyenda urbana.
"El diablo y los contratos, dale lo más valioso y a cambio recibirás lo que tu codicia anhela".
Pero lo mas interesante de este relato, es al que unge como el partidario del diablo.
¿Como espe...
"El vuelo 228 con destino a Tokio esta próximo a despegar. Favor de pasar por el control 42 en la sección..."
—JiuJiu, ¿estás seguro de que no necesitas que te lleve?.
—A-Ling, nunca estuve más seguro de algo que de esto.
Jiang Cheng odiaba los aviones; las turbulencias y el sentarse con extraños apestosos hacían de tomar un vuelo una tortura para el Jiang. Sin embargo, era inevitable no hacerlo desde que decidió mudarse a la tierra del sol naciente.
Amaba Japón, no más que su tierra natal por supuesto, pero lo único jodido de esto era que para llegar hasta el era abordado un barco o un avión.
Y los barcos estaban completamente descartados desde que vió el Titanic.
Entonces, sí, los aviones tendían a caer en picada hacia una muerte segura, pero los prefería mucho antes que un barco o que Jin Ling se ofreciera a llevarlo usando sus atributos demoniacos de teletransportación.
Lo intentó una vez y el vértigo que le provoco esa experiencia perduró por tres jodidas semanas.
¡Tres!.
A Jiang Cheng no le quedaba más que subir su trasero sobre un invento sofisticado del hombre y morderse la lengua cada vez que aromas extraños de sus compañeros de viaje brotaban mientras rezaba por que este gran pájaro metálico no decidiera desplomarse.
—Bien JiuJiu, te veré después. Llamame si necesitas algo e iré.
Con eso, la figura de Jin Ling se esfumó entre el mar de gente que llegaba y se iba del aeropuerto. Jiang Cheng suspiró y reafirmando su agarre en su pasaporte, caminó con su maletín hacia el control correspondiente.
"El vuelo 168 con origen a Berlín llegará por el control 42 en cinco minutos".
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—¡SiZhui, detente!.
SiZhui obedeció dando un salto en su lugar, las marcadas ojeras bajo sus ojos eran más evidentes a las luz directa del sol. El Lan había dicho haber descansado bien, pero JingYi no era idiota, aquellos círculos negruzcos no se causaban solo así.
A pesa de su aspecto, el mayor aún sonrió hacia él—¿Qué sucede A-Yi?.
—¡Debería preguntarte eso a tí!—el más bajo gesticulaba con burla—¡Actúas extraño desde hace días!.
—Te equivo... — dando un vistazo ansioso a su teléfono, notó lo tarde que era para sus clases— Me iré primero.
JingYi solo pudo verlo salir corriendo posterior a su despedida habitual—¿¡A dónde vas!?, ¡Es la dirección incorrecta para el anfiteatro!
El Lan menos Lan fue testigo de la forma en que el orgullo de la familia tropezaba y reía abochornado para luego regresar en sus pasos y salir disparado al otro lado.
