Inquebrantable

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Arqueo mi cuerpo al recibir el beso húmedo en mi espalda y los siguientes se dirigen a mi cuello. Alexis arropa con sus brazos mi cintura atrayéndome hacia él, mientras observamos nuestro reflejo en el espejo.

Sonreímos ante la imagen que proyectamos, él recién bañado y con su cabello rubio desordenado, yo cepillándome los dientes y con mi cabello recogido de cualquier forma.

Es el único de los O'hurn que lo lleva corto por su vida militar. Más tres meses de haber sido obligado a ello, sigue conservando su cabello corto. Debo aceptar que el corte de cabello de su padre y su hermano Marck, no me gustan. Menos, aquel bello facial que insistían en tener padre e hijo.

Detallo su rostro y puedo ver sombras oscuras debajo de sus enrojecidos ojos. Amaneció en el sillón frente al balcón, con varios documentos en sus piernas. Lo he visto hablar por teléfono con quien llamó Hager, pero no logré escuchar mayor cosa.

—¿Qué era tan importante que te impidió dormir? —pregunto acariciando su barbilla.

—Quizás la diosa que dormía frente a mi —responde.

Mi despertar fue hermoso, su cuerpo pegado al mío, los acostumbrados besos y juegos previos a levantarme. Decía odiar mis tres minutos en silencio en las mañanas, por lo que hacía de todo para romper mi rutina. Aquel vicio de su parte me impedía romper el mío. Los tres minutos para mí, eran la certeza que el me sacaría de ese adormecimiento de la manera más excitante y variada.

Tras seis años separados eso prevalecía en ambos, esperaba los siguientes fueran de esa forma o le superarán. Atrás quedaron mis pláticas y llantos con la almohada.

—¿Qué hacías anoche? —vuelvo a preguntar —¿Qué era más impresionante que yo?

—¿Has tenido noticias de Ethan?

Seca su cabello mojado con una toalla de forma distraída. No alcanzo a entender que tiene que ver ese hombre con su desvelo. Ethan ha dejado de ser un problema para nosotros, papá se ha asegurado de ello.

—No. —respondo vacilante —¿Por qué?

Estábamos en el cuarto de baño, preparándome para salir a trabajar. Guarda silencio mientras me ayuda a regresar a la habitación. La hora en mi reloj me da la certeza que llegaré tarde y que Stan va a enojarse por hacerle esperar.

Detengo mis pasos al ver el balcón. Una mesa, dos sillas y todo un manjar ante mí, que no puedo deleitarme por la pregunta que acaba de formular.

—¿No has tenido noticias o no sabes? —insiste y no sé qué responder.

Toma mis manos ayudándome a avanzar hasta la mesa. Ese nombre fue vetado de mi vocabulario, mi familia ha respetado mi renuencia a hablar de él.

—Un poco de las dos.

Lo poco que se es lo que a mis padres o hermanos se les ha escapado. Pueda que lo más importante de todo fue cuando envió una carta a Isabella. Una que por algunas razón llegó a Escocia, pasó toda la seguridad y cayó en manos de Gadien. En ella pedía perdón por su comportamiento, había entendido que ella nunca fue para él.

En adelante mi padre ha controlado todo sobre ese hombre. Asegura la única forma que tiene que no vuelva a ser daño es recordarle a diario a quien dañó... A sus tesoros más preciado.

Sus hijas.

—¿Por qué es tan importante?

Su silencio no hace más que desesperarme, sobre todo por la sonrisa guasona que me brinda. Puede que no sea nada en especial, solo le recordó y quiso saber de él; sin embargo, podría tener un motivo.

El Demonio que habita en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora