𝐧𝐢𝐧𝐞

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Rodrigo no había hablado con Iván desde entonces, ni siquiera cuando se juntaban en grupo. Rodrigo se sentía culpable, no debía involucrar a Iván en sus problemas amorosos. No sentía nada por él, y esperaba que Iván tampoco desarrollara algún sentimiento extraño. Ese beso fue simple necesidad. Rodrigo solo tenía menester de empotrarlo contra la pared y darle una buena follada. Nada más que eso. Las relaciones eran algo en lo que no quería comprometerse actualmente. Amar otra vez se sentiría nostálgico, reflejar a su ex novia en alguien diferente no era para nada justo, sin duda.

—Te declaro el rey de los imbéciles. —dijo Angie sentándose en una de las mesas de la cafetería—Mira que hacerle eso al pobre chico... Eres cruel, hombre.

Rodrigo frunció el ceño. Él no había cometido ningún crimen ni nada por el estilo. Todos lo describían como el malo de la historia. Rodrigo también estaba mal después de todo, no quería perder la amistad que entrelazó con Iván durante dos meses. Ese problema podía solucionarse, claro, pero ya lo intentó y lo único que hizo fue meter aún más la pata. Se fue del departamento después de haberle dado una comida de boca gratis.

—¿No sientes nada por él, dices? —preguntó Tomás.

—No. No... no lo sé. Yo no lo amo de esa manera.—contestó. ¿Por qué sentía esa sensación? Esa sensación de culpabilidad, como si estuviera mintiendo. Él no lo hacía, él no mentía.

—Entonces me lo quedo. —Tomás se relamió los labios, ansioso— Ese chico está que se sale de bueno.

—Hablo en serio, no me ayudas. —dijo Rodrigo entre dientes. No le gustaba la manera en que Tomás se dirigía hacia Iván. Iván no era un juguete como para reclamarlo suyo.

—Yo también hablo en serio. —rió Tomás observando detenidamente las facciones de Rodrigo. Estaba molesto— ¿Seguro que no te gusta?

—Solo salgo con mujeres.

—¿Y por eso lo besaste?

—Desear y querer no es lo mismo. —dio por finalizado Rodrigo.

Había tensión en el aire. Ambos parecían estar discutiendo quién se llevaba el caramelo, como dos niños pequeños. Angie se palmeó la frente y suspiró. No esperaba eso de Tomás. Él era abiertamente gay, todos lo sabían, sin embargo ese comentario le hizo parecer adolescente de catorce años hambriento.

—Cálmense, pubertos. —habló, irritada— Rodrigo, habla con Iván. No lo beses esta vez, por favor.

Rodrigo no iba a volver a ponerle las manos encima en el ámbito sexual, mucho menos besarlo hasta dejar sus labios rojos, tocar ese redondo culo y sentirlo lo más cerca posible de su pelvis, oírlo gritar su nombre hasta quedarse afónico. Nah, claro que no lo iba a hacer.

Claro que no.

Movió la cabeza frustrado por sus propios pensamientos. Eran indebidos y calientes, inconteniblemente calientes. Fantasear con su amigo no era normal, debía saciar ese deseo. Nunca antes había sentido tal hambre hacia alguien. Rodrigo podía comportarse como un santo, pero su vida sexual era frecuente por no decir que follaba con una persona diferente casi todos los días. El placer era bueno, el sexo se vuelve una adicción, una adicción difícil de controlar. Quería a Iván, pero lo quería debajo de su cuerpo, jadeando.
La primera vez que vio a Iván entrar a la cafetería nunca pensó que podría llegar a hipnotizarlo hasta el punto de querer joderle el trasero.

Salió a tomar el aire y llamó a Iván, rogando para que contestara. No tenía ni idea de dónde se encontraba, y no quería perder el tiempo preguntándole a Alejandro como la otra vez. Pudo oír la respiración de Iván seguido de un:

—¿Quién llama?

Su voz sonaba tranquila y ronca. Rodrigo dio por hecho que Iván había estado durmiendo a esas horas de la tarde.

—Rodrigo.

La línea estuvo en silencio un largo rato. Rodrigo pensó en colgar, pero no lo hizo. No lo iba a hacer. Lo llamó precisamente para quedar en buenos acuerdos, huir no sería una opción viable. El silencio de Iván le daba miedo. Quería saber qué estaba pensando en esos momentos, qué pasaba por su cabeza.

—¿Qué pasa? —interrumpió el momento de incomodidad el pelinegro.

—Deberíamos hablar.

—¿Deberíamos?

—Sí.

Otro silencio. Maldición, se volvería loco.

—Sobre la otra vez, yo... Quiero disculparme. — caminó un poco y tomó una bocanada de aire— No estuvo bien lo que hice. Perdón por dejarte solo sin decir nada al respecto, yo solo quería saber la razón de tu extraño comportamiento, nada más.

—No lo entiendes.

Iván desde el otro lado se mordía las uñas.

—¿El qué?

—Creo que me gustas, Rodrigo, y eso no es bueno.

Rodrigo abrió la boca para luego cerrarla en un instante. Iván se le estaba confesando. Iván lo quería, quería a Rodrigo de esa "manera". No supo qué responder. No era gay. No le gustaba Iván. No saldría con él. Él solo lo deseaba, no lo amaba. Obviamente.

—¿Estás seguro?

—No. —contestó— No lo estoy.

—Bien... uhm. —Rodrigo fingió toser— Será mejor que... nos alejemos un tiempo.

Rodrigo no pensó, solo habló. Iván hizo un sonido sordo, incrédulo. Rodrigo no podía creer que propuso esa estupidez, alejarse haría empeorar las cosas, hasta podría nunca más saber algo de Iván. No quería eso.

¿Por qué?

Lo quería cerca.

—Alejémonos y dejemos esto de lado. —su boca decía todo lo contrario.

—Bien. —respondió Iván con voz neutra.

—Bien.

Rodrigo colgó primero.

Estaba perdiendo a Iván.

No tenía de qué preocuparse, nada malo pasaría. Se alejarían y ya está. ¿No?

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝗼𝘆 [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora