𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧

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Iván estaba ignorando a Rodrigo.

Rodrigo se dio cuenta bastante rápido. Iván era cortante y desinteresado. Cuando iba a la cafetería no hacía lo típico de contarle al castaño cómo le fue el día entre otras cosas, solo pedía su orden y se marchaba. Nicolás se dio cuenta. Parecía contento, eso enfureció a Rodrigo. Ese chico tenía alguna clase de obsesión con que él e Iván se alejaran.

—¿Te dijo algo? —le preguntó a Alejandro.

Quería saber por qué pasaba eso tan de repente. Alejandro se encogió de hombros en su lugar.

—No. Con nosotros está bien. —dijo— Deberías preguntárselo.

—Lo intenté. —comunicó cabizbajo.

—Él ahora está en su casa, dijo que probaría de estudiar.

—Gracias, Ale.

Agradeció por la información. Ya era consciente de donde vivía Iván. Esperó unos minutos antes de irse, su turno todavía no terminaba y debía atender los pocos clientes que quedaban. Iván probablemente se encontraba avergonzado, aunque ignorar a Rodrigo era una mala manera de confrontarlo. Hablaría con él y le explicaría que todo el mundo se emborracha y dice estupideces una que otra vez. Nadie podía zafarse de los efectos del alcohol.

Fue caminando hasta el edificio. Tocó el timbre y no hubo respuesta. Volvió a tocar. Escuchó la puerta abrirse y vio a Iván en pijama, un pijama de corazones rojos.

—¿Quién es? —interrogó asomándose.

—Rodrigo.

Iván frunció el ceño y se abrió paso dejando entrar a Rodrigo en su casa. Rodrigo observó el bonito interior, olía a flores. Iván agarró el control del televisor y lo apagó, habían libros en la mesa.

—¿Pasó algo? —Iván fingía no saber nada.

Rodrigo se sentó en el sillón, sus pies estaban adoloridos después de haber caminado tanto. Debería comprarse un carro o terminaría muerto tarde o temprano.

—No lo sé, tú dime.

Iván hizo un sonido con la lengua.

—¿De qué hablas?

Frotó sus ojos y puso su cuerpo en el blando mueble donde Rodrigo yacía sentado. No había una razón en concreto por la cual Iván estuviera comportándose de tal manera. Aunque, un raro sentimiento lo embriagaba cuando pensaba con el chico ojiverde. Iván podía ser ciego, pero no tonto. Sabía que esa sensación conllevaba algo más que amistad, algo más que nunca sería correspondido.

¿Quién en su sano juicio perdería el tiempo con un ciego?

—Será mejor que te vayas. —susurró, yéndose todo rastro de felicidad.

Se levantó, sin embargo unas manos rodearon su muñeca.

—¿Por qué me ignoras? —Rodrigo tenía las cejas alzadas y su tono era triste.

—No te ignoro, me alejo. Es diferente.

—Escucha... si es por lo de la discoteca, lo entiendo, te sientes avergonzado. Pero no hace falta que-

—No es por eso.

Las manos de Iván empezaron a sudar y sus latidos fueron aumentando. Rodrigo lo empujó contra su cuerpo. Sus rodillas rozaban y podía sentir la respiración del contrario cerca de sus labios. Rodrigo observaba detenidamente el bello rostro que tenía en frente.

—¿Entonces? —verbalizó contra su oído.

—No juegues conmigo, Rodrigo.

Intentó apartarse, no obstante su fuerza era mínima.

—¿Lo sabes, verdad? Sabes lo que me haces sentir, y aún así-

Rodrigo unió sus bocas en un beso. Un beso desesperado y lleno de deseo. Los chasquidos se oían y era jodidamente caliente. Iván soltaba jadeos y respiraba con dificultad. A Rodrigo le encantaba escuchar a Iván en ese ámbito. Sus lenguas jugaban la una con la otra, mezclando el dulce sabor a cereza que tenía el pelinegro. Rodrigo acomodó a Iván en el sofá mientras se posicionaba encima, sin terminar el beso.

Iván finalmente separó sus labios, aturdido. ¿Qué acababa de pasar?

Rodrigo no tenía palabras.

—Lo siento, fue... fue un error. No volverá a suceder. —declaró Rodrigo, yéndose de inmediato del apartamento.

Iván agachó la cabeza.

Un error.

Había sido un simple error, todo el mundo cae en la tentación.

De pronto, sintió las lágrimas recorrer sus enrojecidas mejillas.

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝗼𝘆 [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora