𝐬𝐢𝐱𝐭𝐞𝐞𝐧

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Alejandro se despidió de Martin después de haber llevado a cabo su gran y esperado plan. Sus esperanzas en que funcionara eran altas, él sabía que Iván no iba a dejar ir esa oportunidad. Rodrigo tampoco era muy diferente que digamos, ambos lograrían ponerse de acuerdo. Quería lo mejor para sus amigos, verlos peleados también afectaba en grandes términos al resto del grupo. El ambiente era tenso cuando salían, y ninguno de los dos tomaba la iniciativa para hablar. La incomodidad se acrecentaba, algo que era realmente inaguantable. Debían hacer cualquier cosa al respecto, no podría ser de magna dificultad.

El sol empezó a caer, dando inicio a una noche fría de otoño. Había hojas tiradas por doquier mientras los árboles bailaban al compás del viento. Alejandro caminaba con la cabeza gacha, pensando en varias finalidades. Nicolás le citó unas horas antes, decía que quería hablar a solas con él. No tuvo muchas palabras a decir en cuanto a eso, pues le tomó por sorpresa. Tenía pensado irse a casa lo más antes posible y relajarse las horas restantes, sin embargo eso podía esperar con tal de ver a su rubio malcriado. Lo consentía demasiado, casi nunca se negaba a nada que Nicolás necesitara, tal y como un padre necio.

¿Cómo podría negarse a Nicolás Odetti?

Cerró sus puños y agarró su celular del bolsillo izquierdo. No habían notificaciones recientes, ni un solo mensaje. El barrio de Nicolás quedaba cerca de todas formas, no tenía de qué quejarse. Caminar le haría bien al cuerpo, así que se dignó a mover los pies. Nicolás fue preciso con sus instrucciones, y Alejandro no sabía en qué momento Nicolás pareció sonar resentido, incluso apenado.

Estaré solo, ven.

Dijo con su tono. Alejandro no hizo más que aceptar y despedirse. Eran incontables las veces que fue a su casa, las veces que tuvo que aguantarse sus impulsos, las veces que Nicolás le provocó desazón al mismo tiempo que efervescencia. Alejandro sabía que no sería capaz de soportar toda esa clase de múltiples emociones por el resto de su vida, ya que su corazón se veía afectado en un estado deplorable. En algún momento debía sacar a relucir la verdad. Debía quitarse ese peso de encima, debía hacerle caso a su naturaleza y dejarse llevar.

Tocó el timbre. Sus piernas temblaban levemente y sus dedos estaban congelados. Llevaba guantes, pero no servían en ese caso. Por suerte, fue lo bastante inteligente y subió por el ascensor. Sería una molestia tener que subir por las escaleras después de haber dado una caminata. Una caminata corta, aunque seguía siendo una caminata. Oyó unos pasos y la llave de la puerta girar. Ahí estaba Nicolás, parado en frente de Alejandro con unos pantalones de chándal grises y una sudadera negra lisa. Alejandro creía que Nicolás se vería bonito hasta luciendo las peores prendas. Su cabello despeinado le hacía ver rebelde y adorable, era extraño y cautivador a la vez.

—Pasa. —dijo Nicolás haciéndose a un lado—¿Hace mucho frío fuera?

Alejandro pasó y sus fosas nasales se centraron en el delicioso olor a vainilla. Miró a los alrededores. La casa estaba ordenada, y eso no era muy común en Nicolás. Vivía con su abuela, la cual siempre tenía que estar tras él diciéndole que dejara de hacer desorden. A Alejandro le gustaría vivir acompañado. No tenía a nadie con quien compartir sus mañanas, tardes y noches. Desearía poder despertar y tener el calor de alguien más a su lado.

—¿No me vas a saludar? —habló Alejandro colgando su abrigo en la percha de la entrada.

Nicolás suspiró y se cruzó de brazos.

—Oh, cállate, don tiquismiquis. —replicó rodando los ojos— Hola. ¿Feliz?

—Mucho.

Sonrió y se acercó a Nicolás. Quería saber a qué se debía su llamada. Alejandro decidió hablar con él como si nada hubiera pasado, sería lo mejor para los dos. Si tuviera vergüenza, no terminaría bien por el hecho de que no tendrían palabras suficientes para comunicar el problema.

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝗼𝘆 [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora