𝐭𝐡𝐫𝐞𝐞

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—¿Entonces quedamos esta tarde para estudiar en la biblioteca?

Rodrigo limpiaba las mesas del local, su horario ya había terminado hace un rato. Cierto chico ciego le suplicó ayuda con las matemáticas, pronto iban a tener los exámenes finales del primer periodo, no podía fracasar. ¿Fracaso? ¿Qué es eso? No existe tal cosa para Iván Buhajeruk. Bueno, solo cuando se hablaba de notas. Hasta Nicolás estaba estresado, siendo que él era alguien engreído y seguro de sí mismo.

Un mes entero pasó, llevándose poco a poco las migajas que quedaban del verano.
Iván se había abierto más hacia Rodrigo, los primeros días ni lo saludaba cuando se encontraban, debido a la vergüenza. Respecto a Nicolás... ese chico seguía igual de paranoico, aunque aceptó a Rodrigo en el grupo. No tenía otra opción, tampoco es como si fueran a expulsarlo.
Rodrigo había escuchado sobre Angelica. Casi nunca se cruzaban, por no decir que ni lo hacían. Defendía a Iván a toda costa.

—Iván. —llamó— ¿Te importa si se une Martin?

Rodrigo desvió la mirada de su teléfono. Ambos ya se conocían, se ve que Martin era amigo de Pedro, un conocido de Nicolás y Alejandro. El mundo es pañuelo, en definitiva. Iván no se negó, le caía bastante bien a decir verdad.

—Y, contame. ¿Qué tal tu día? Hoy no pude acudir, como ves. —dijo señalando su delantal manchado de harina.

Capaz no había usado bien sus palabras.

Iván, juguetón, se levantó tocando con sus calientes manos una de las mejillas de Rodrigo, dándole un pellizco. Sonrió, angelical.

—No te preocupes, lo entiendo. Veo que hoy era tu día de cocina. —suspiró, recopilando todo lo que había hecho esas largas horas en la universidad.
—Supongo que todo fue según lo previsto.

—¿Y Angelica?

Rodrigo intentó no sonar muy "Nicolás". Se imaginó como el rubio hubiera reaccionado si estuviera junto a ellos. Primero, miraría mal al ojiverde —ese era un detalle bastante importante—, luego, repetiría las muchas veces que le gustaría aplastar la cabeza de la chica contra una roca. Apostaría cualquier cosa.

—La ignoré. No hizo nada nuevo.

El pelinegro se encogió de hombros en su lugar.

—Eu, quédate tú las llaves para mañana.

Angie y Tomás salieron del almacén, terminando de llevar todos los nuevos paquetes. Iván saludó estando avergonzado. ¿Cuántos amigos tenía Rodrigo? De igual forma, se presentó. Llevaba tanto tiempo juntándose con el castaño que se olvidó que había más trabajadores. Los escuchaba hablar y reír una gran mayoría de las veces. Sin embargo, toda su atención la captaba Rodrigo.

—Iván Buhajeruk. —tenía la costumbre de presentarse con sus apellidos. Nadie lo hacía.

—¡Ah! ¡Pero si eres el chico que siempre visita la cafetería! —dijo entusiasmada— Angie.

—Tomás.

Iván asintió. Disfrutaba conociendo a las amistades de Rodrigo; daba por hecho que, ya por ser sus amigos, eran personas encantadoras. Todos salieron de la cafetería mientras Rodrigo guardaba las llaves en su bolsa donde tenía el delantal ya sucio. No sabía dónde más ponerlo, si no, podrían llegar a perderse.

—¿Cuántos años tienen? —preguntó Iván escuchando los pasos de ambos alejándose.

—¿Te interesa uno de los dos? —respondió pícaro.

—¿Qué? ¡Claro que no! —negó rotundamente.

Rodrigo rió, Iván era fácil de molestar.

—Tienen treinta.

—Y... ¿Su apariencia va acorde a su edad?

—En lo absoluto.

。。。

—Me rindo. ¿A quién se le puede dar bien esta mierda? No entiendo nada ni que me lo expliques mil veces. —refunfuñó Martin, apoyando su cabeza en la mesa llena de libros.

—Al señor Carrera, por supuesto. —bromeó Iván.

—¿Entonces estas dos horas fueron en vano?

—No sé, tú revisa mis apuntes a ver si encuentras algo que tenga sentido.

Rodrigo agarró la libreta. Habían garabatos y cosas mal escritas. Las respuestas estaban marcadas, aunque, todas eran fallidas. Le devolvió el cuaderno, impresionado por la cantidad de mierda que esas páginas acumularon pase el tiempo.
Un teléfono sonó y algunas personas se giraron. Iván aceptó la llamada entre dientes.

Nicolás.

—Hola, ¿todo bien?

—Sí, estoy con Rodrigo y Martin estudiando en la biblioteca.

—¡Genial! Nosotros hacíamos lo mismo.

—¿Eh? ¿Y por qué no vinieron?

—A Alejandro no le gusta estudiar con tanta gente.

Nicolás y Alejandro eran muy unidos, el de cabellera negra buscaba al rubio a todas horas. Se conocieron a mediados del año pasado. Iván le agradecía a Alejandro las muchas veces que apartó a Nicolás de su presencia en estados sobreprotectores, es decir, casi siempre.

—Entiendo. ¿Puedo colgar ya?

Dijo Iván a través de la vía telefónica. Nicolás rió, él la mayoría del tiempo preguntaba si podía colgar la llamada.

—Mejor cuelgo yo. Que les vaya bien, chicos.

Colgó.

—Estoy seguro que cuando dijo eso no me incluyó.—intervino Rodrigo.

。。。

—Rodrigo no me acaba de convencer.

Era la séptima vez que Nicolás decía algo acerca del castaño. Alejandro se sentó, suspirando cansado de oír lo mismo una y otra vez. Era muy repetitivo y cansino. Al pasar un mes, Nicolás decidió fingir llevarse medianamente bien con Rodrigo delante de Iván. El pelinegro de pestañas largas había presentado quejas, y él no quería problemas con la persona que más apreciaba.

—No podés obligar a Iván a que deje de ser su amigo. —aclaró Alejandro— ¿Por qué tanta manía?

—Solamente no me agrada.

—¿Hiciste lo mismo conmigo?

—¿Qué? No.

—¿Y entonces por qué te comportas así con Rodrigo? —interrogó, sintiéndose un poco fisgón.

—Es diferente.

Contestó Nicolás, confuso por el repentino interrogatorio.

—¿Qué hay de diferente?

Nada.

—Estás celoso. —dijo entonces el de ojos achinados— Te gusta.

—¡Que no me gusta!

Nicolás frunció el ceño. No era la primera vez que la gente sacaba esa conclusión. Él no gustaba de Iván. No, claro que no, nunca podría.

...

¿Era eso cierto?

—Déjame decirte que tu actitud es mediocre y tóxica, Nic. —aclaró su garganta y prosiguió—Quieres a Iván solo para ti y nadie más.

—Eso no es verdad, solamente lo protejo de personas que podrían llegar a dañarle.

—Te fijas en cómo le sonríe.

Alejandro ignoró las palabras de Nicolás, dejándole sin habla y con un mal sabor de boca. Agachó la cabeza, afligido. Nicolás sentía la necesidad de protegerlo, de oírlo reír, llorar, quería ser el único con quien pasara el rato. Era tan lindo, tan hermoso a sus ojos.

¿Eso era estar enamorado?

Oh, mierda.

—No es amor.

Soltó de repente su amigo.

—Lo que tú sientes se llama obsesión.

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝗼𝘆 [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora