𝐭𝐰𝐨

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Iván caminaba por los pasillos de la universidad menejando su bastón, obviamente, recibiendo miradas inquisitivas. Él no veía nada, solo movía sus pies. Alejandro, uno de sus mejores amigos, se encontraba a un lado. Claro, Iván siempre debía ir acompañado. Algunas veces eso llegaba a ser cansino para el pelinegro, pero luego se paraba a pensar que lo hacían por su propio bien.

Iván soñaba con ser como el resto. No quería tener percepciones de luz, quería verlo todo, vivirlo, gozarlo, explorar el mundo. Eso nunca se iba a cumplir y lo aceptó hace bastante tiempo. La gente se burlaba, al parecer era una figura de entretenimiento.

—Genial, ahora resulta que vas a la universidad. Creía que solo te dedicabas a tomar nota. —escupió un malhumorado chico rubio.

—Amigo cálmate, solo te crucé sin querer.

Iván escuchó la conversación de Nicolás con lo que parecía ser una persona irreconocible a su alcance. El olor que desprendía se le hacía familiar, sin embargo no lograba descifrar de quién se trataba.

—Te he visto estos últimos días en la cafetería. ¿Qué quieres? ¿Dinero? —Nicolás rebuscó en los bolsillos de sus jeans. Sacó sus manos dando a entender que no llevaba nada encima.

—¿Me tomas por mendigo? —Rodrigo se puso una mano en el pecho, ofendido— Intento hablar con ese chico de pestañas largas. ¿Hay algún problema?

Iván frunció el ceño. ¿Hablar con él? ¿Por qué querría ese chico hablar con un fracasado?

—No te le acerques.

—¿Él te gusta acaso?

—¿Qué?

Alejandro tosió causando que ambos chicos se vieran interrumpidos. El ambiente estaba tenso. Iván entró, poniéndose en medio de Nicolás y Rodrigo. Alzó su brazo esperando contacto. Agarró una suave tela y la apretó suavemente en la palma de su mano.

—Soy Rodrigo. Hemos hablado unas cuantas veces en la cafetería. ¿Recuerdas? —Rodrigo agarró la mano de Iván para luego estrecharla en un saludo amistoso.

—Iván, Iván Buhajeruk.

—Yo soy Alejandro, él es Nicolás. —señaló al otro chico que no mostraba interés alguno en llevarse bien con Rodrigo.

Rodrigo sonrió expectante.

—Tengo clase con Gómez ahora, ¿alguien más? —preguntó el ojiverde viendo la hora.

—Yo, de hecho. —todos miraron a Iván, aunque él no podía devolverles la mirada.

Nicolás y Alejandro susurraron un par de cosas que Rodrigo no logró escuchar por desgracia. Iván se acercó al castaño y pareció olfatearlo como un perro callejero.

—Uso Axe. —habló divertido, le divertían los actos del más alto.

—¿Eh? —se limitó a decir el ciego, confuso.

—Pues que estás literalmente oliéndome.

—Oh.

Iván se rascó la nuca, cohibido. Ese era un mal hábito. Rodrigo puso su mano en su hombro, diciéndole sin gesticulación que no tenía importancia lo ocurrido.

—Iván, nos vemos después de clases. —anunció Nicolás dándole un beso en la mejilla. Se acercó a su oreja y susurró: —Si él llega a hacerte algo no dudes en llamarme.

¿Hacerme algo?

Se preguntó Iván. Alejandro, quien estaba a pocos centímetros de Nicolás, le dio un codazo.

—No le hará nada, es un buen tipo.

—Lo conoces hace menos de media hora.

—Deja que Iván haga más amigos a parte de nosotros, Nic, supéralo.

Dicho eso, Alejandro arrastró a Nicolás fuera de la sala.

Supéralo.

¿Superar el qué? Él se había encargado de proteger a Iván de todo abusón durante seis años completos. No tuvo descanso. Pensó que al entrar a la universidad el acoso cesaría, pues se supone que las personas son mucho más conscientes y maduras. A pesar de ello, se dio cuenta de que gente tarada hay en todas partes.

—No sabía que dabas clase con Gómez.

Empezó a hablar Rodrigo. Apenas habían cruzado palabras. Eso tenía que cambiar. Iván agarró su bastón y caminó escuchando detenidamente sus pasos.

—Yo tampoco, nunca te vi por ahí.

Rodrigo abrió los ojos por las palabras dichas y decidió no decir nada al respecto.

—Oh bueno, es que suelo faltar a sus clases, debo trabajar.

—Ya veo.

Silencio.

—¿Cuál es tu postre preferido? —Rodrigo quería saber cosas del contrario, quería indagar.

—Pastel de queso con mermelada. ¿El tuyo?

—Nunca probé ese pastel ¿Realmente sabe al queso tradicional?

Iván rió bajo.

—Claro que no. Es queso dulce. ¿Quién llegaría a comerse un pastel de queso tradicional con mermelada?

—Cierto.

. . .

Iván no había entendido casi nada de la clase. Las matemáticas no eran su punto fuerte, se le daban fatal. Angelica no acudió ese día y agradeció a más no poder. Le tenía miedo. Ella era siniestra, alguien sin empatía. Estaba perdido en sus pensamientos, hasta que oyó una voz.

—Hm, tengo hambre. ¿Tú?

Es verdad, se encontraba con Rodrigo.

—También, supongo.

Nicolás llamó e Iván contestó. Dijo que estaban en la plaza, esperándolo para ir a almorzar.

—Vamos, nos esperan. Están en la plaza.

Cuando llegaron, Nicolás se aseguró de lanzarle a Rodrigo otra de sus miradas desconfiadas. Rodrigo no comprendía por qué tanto rechazo hacia su persona. Tal vez sería algo pasajero.

—Vayamos donde trabajo, con un poco de suerte les puedo conseguir bollos gratis.

—¿Le hicieron algo? —Nicolás agarró a Rodrigo de la camisa, con la mirada apagada.

—Nicolás déjalo-

Trató de interrumpir Iván.

—¿A qué te refieres? —él no entendía de qué estaba hablando.

—En clase, ¿le hicieron algo a Iván?

Alejandro suspiró. Podía imaginar lo que estaba por suceder.

—No.

Rodrigo se giró a ver al pelinegro. Tenía las mejillas hinchadas y rojas. Parecía querer decir algo, aunque se aguantaba para no soltarlo.

—¡He dicho que lo dejes, idiota! —chilló— ¡No tienes por qué meter a Rodrigo en esto!

Nicolás no dijo nada. Dio un paso al frente, caminando hacia la cafetería.

𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 𝗯𝗼𝘆 [pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora