Prefacio

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❝ Si miras fijamente al abismo,
el abismo te devuelve la mirada. ❞
—Nietzsche






No hay muerte, existe la Fuerza.

Aunque no estaba preparado para morir, lo aceptó más fácilmente que la mayoría de la gente. Comprendió que al final de su viaje, la única certeza era la muerte, por lo que no tenía sentido aferrarse a la vida.

Sin embargo, no murió.

Mace Windu cayó y cayó, pero con su caída no llegó el golpe final. La Fuerza, como una energía que le había guiado durante toda su vida desde que tuvo uso de memoria, y quizás mucho antes de eso: lo guió una vez más. Le prometió más tiempo, pero no era tiempo regalado, Mace sabía, era más tiempo para servir.

Pero ya había fallado estrepitosamente. Sintió la Fuerza astillarse... cuando del otro lado de este vínculo suyo con la Fuerza, esta conexión y sensibilidad, se había visto profanada del lado opuesto. Por alguna razón sabía que la Fuerza quiso que él fallara al arrestar al Canciller... el Lord Sith, y ahora el Emperador... tal vez Mace creía que era así como debía de haber sido, de esa manera podía justificar su doloroso fracaso. Era cruel pensar que la Fuerza había querido que las cosas sucedieran así. Pero creaba nuevos caminos para ellos de acuerdo a los desastres que se crearon sin su ayuda pero profanándola.

Todo lo que podía salir mal, de hecho, salió mal esa noche. Una parte de sí mismo estaba siendo reemplazada, la prótesis cibernética funcionaba tan bien como debería, pero no era lo mismo a su mano real.

Perder la mano había sido la menor de sus pérdidas.

Agen, Saesee, y Kit... habían perdido a grandes Maestros incluso antes de que la Orden 66 se llevara acabo. En ese momento, lo único que podía hacer era rezar para que todos se hubieran unido a la Fuerza y hubieran encontrado allí paz y consuelo.

Un consuelo que a él le había sido negado.

Los droides médicos emitían pitidos, algunos hablaban también, probablemente dirigiéndose a él con sus voces sin vida ni emoción, pero Mace estaba más preocupado por su reciente fracaso que por las acciones de los droides. Le preocupaba más pensar en la caída de la República que en la suya propia: pensaba en el vacío del Templo Jedi, en su destrucción... pensaba en todas las vidas que habían sido tomadas esta noche, en cómo las sintió evaporarse, aunque no sin luchar y no sin dolor.

Polis Massa... Mace ni siquiera recordaba bien cómo había terminado en este lugar, sabía que había sido arrastrado en una nave, pero el viaje se sentía como un sueño. Un sueño o una pesadilla, fue difícil decidir. Los sobrevivientes de la Orden 66 se reunieron... al menos, los que el Maestro Yoda había podido recuperar. Rogaba a la Fuerza por más de sus compañeros Jedi esparcidos por allí, todavía vivos, pero era una ilusión a la que no se aferraría mucho. Había aprendido a dejar ir hace mucho tiempo, como parte de su entrenamiento, pero, entonces, ahora no se trataba de su propia sanidad por lo que se preocupó, sino por el destino de la galaxia.

La instalación médica crujió con suavidad... algo extraño, anunciaba la llegada de alguien.

Sin mucho entusiasmo, se levantó de la camilla y se paseó de un lado a otro, tropezando ligeramente debido a la pérdida de su equilibrio. Su sable de luz había caído con él desde la oficina del canciller. De cualquier manera, el sable de luz había salido mejor librado que el propio Windu, y él nunca había sido ambidiestro, pero tendría que aprender mejor ahora que su mano había sido reemplazada por una prótesis mecánica. Sería funcional, pero no sería lo mismo. Nunca nada volvería a ser lo mismo.

the sun, the moon and all the dead starsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora