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Todo cae por su propio peso


Una mata de cabellos dorados cual sol se escabulle fuera de su cama para mirar por la ventana y lamentarse por no saber cómo rescatar a alguien que no quiere ser rescatado, entonces abre la cortina y puede divisar a la luz de la luna cubriendo con delicadeza dos cuerpos que bailan en un vaivén celestial.

Cuando Eijiro se lo contó lo primero que cruzó por su mente era no más que una escena porno barata en la que el protagonista era el chico de sus sueños y el otro rubio solo era un extra, sin embargo lo que sus miel miraban no era más que una danza de calor y frenesí bastante cursi que hacía parecer de eso un puzzle que encajaba perfecto. Sus cuerpos se tocaban con religioso cuidado, sus miradas parecían embelesadas en el admirarse el uno al otro, y sus agitadas respiraciones apenas se notaban por el subir y bajar de sus descubiertos hombros.

Bailaban al ritmo de su corazón y Keigo no soportaba dejar las cosas como estaban, era más que claro, no aguantaba el peso de perder.

Oh sí, por que él de hecho ya había perdido.

Las lágrimas corrían con la fuerza digna de un río, cruzaban sus lagrimales y bajaban con esmero por sus mejillas hasta ser interceptadas por sus delicadas manos

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Las lágrimas corrían con la fuerza digna de un río, cruzaban sus lagrimales y bajaban con esmero por sus mejillas hasta ser interceptadas por sus delicadas manos. Se encontraba en cuclillas escondido en un cuarto de limpieza llorando cual niño pequeño, y todo porque lo vió ser feliz con alguien más.

Se sentía patético.

Patético.

Patético.

                            

Patético.

Intercambiaban miradas, toques fugaces y palabras obscenas, sin embargo, Keigo descubrió que detrás del calor de las manos de Izuku había un destello de delicadeza, de cariño, protección o como quisiera llamarlo, porque preguntaba si él estaba bien, si ya había comido y si era feliz con la decisión que ambos habían tomado. Indudablemente Izuku le quería, no, le amaba.


Izuku lo amaba.


Y él lo sabía, pero sus palabras eran desalentadoras, siempre con el cuento de que no quería "exponerlo" a los ojos de la institución, al regaño de sus superiores y las miradas inquisitivas de sus compañeros.


Pero no.


No lo quería cuidar a él, solo quería cuidarse la espalda y la reputación.


Entonces se oyen tres golpes en la puerta, a los cuales no responde.

Uno.

Teacher's pet || dekubakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora