Capítulo 10. Mía

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¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Realmente deseo más? ¿Quiero tener a Anastasia en mi vida por algo más que una única noche? Mi deseo por ella es intenso, diferente a cualquier otra mujer, pero no es solo su cuerpo lo que anhelo poseer. Quiero su tiempo, sus sonrisas, esa paz que solo encuentro cuando está a mi lado. Sus labios suaves parecen disipar mis sombras, y la dejo entrar más allá de cualquier contacto físico que haya tenido con alguien, incluso sin haber quitado nuestra ropa.

- ¡Señor! - la voz de Taylor me saca de mis pensamientos.

- ¡Sí!

- Tengo a Rose en la línea, comenta que es un tema urgente.

- ¡Le pago lo suficientemente para que se haga cargo!

- Señor, se trata del tema en Dubái.

- Dame el teléfono - tomó el aparato de su mano, no de muy buena gana - ¡Espera! ¿Cuánto tardarías en traer al Charlie Tango aquí?

- Rose está en Dubái, señor.

- ¡No hablo de traer a Rose! Quiero llevar a Anastasia al Escala - sin duda eso sorprende a John - ¡Ahhhhhh! - suelto en forma de un hondo suspiro el aire que contenía en mi pecho - Tendríamos que ir y venir, hoy en la noche John, seguro querrá regresar en la mañana.

- ¿Ir a casa, señor?

- ¡Sí! - Allí puedo poner fin a este juego. Tal vez solo necesito mi espacio para recuperar el control, cogerme a la señorita Stelee y regresar a la normalidad. En mi espacio y con mis reglas, puedo cogerla en mi cuarto rojo y traerla de nuevo aquí. ¿Si no acepta?, ¿realmente quiero llevarla al Cuarto Rojo? Ella saldrá corriendo, estúpido. Demonios, si lo que sospecho es cierto, no querrá perder su virginidad en ese lugar.

- ¡Rose, señor! ¿Se siente bien? - noto que me encorvo un poco y respiro agitado.

- ¡Rose!

Le doy instrucciones a Rose sobre el precio que estoy dispuesto a pagar y mis condiciones. El resto tiene que ser capaz de hacerlo por ella misma.

- ¡Quiero el Charlie Tango a las nueve, John! - Taylor me ve como si fuera un lunático.

- Señor, disculpe mi atrevimiento, pero la Srta. Steele es diferente. ¿No cree usted? Puede ser pronto - ¿Protege a Anastasia? ¿De mí? El hijo de puta apenas la conoce. 

- ¡Eso es asunto mío John! Quiero mi jodido helicóptero aquí y a la señorita Stelee en el helipuerto de este barco a las nueve. 

Me doy media vuelta y, sin razón aparente, estoy furioso. Me duelen las bolas, mi corazón está acelerado y la bendita imagen del pequeño pero encantador trasero de la señorita Steele se cruza en mi camino.

- ¡Anastasia! - digo más enérgico de lo que pretendía. Ella voltea a verme, frunce el ceño y continúa su camino. Va con ese imbécil y parte del equipo de fotografía, les explica algo con pasión dirigiéndose a la proa del barco. Me ignoró, esa mujer me ignoró. - ¡Anastasia! - digo nuevamente cuando me acerco a ellos dándoles alcance.

- ¡Ven aquí! Tu opinión nos sería de ayuda. Quiero guiar a mis ballenas a la “V” que hacen esas montañas, poner el barco de esta forma - señala el movimiento en el horizonte a escala entre las dos montañas con la botella de agua que lleva en sus manos.

- ¡Estos animales pesan toneladas, Anastasia! No son un cachorro. - pone los ojos en blanco y estoy a punto de cargarla en mi hombro y darle unas nalgadas.

- ¡Pero son inteligentes y curiosos! Sería un desafío guiarlas. - interviene ese personaje que siempre aparece en los documentales, y noto que todos lo admiran - Nos proporcionaría valioso material, nos revelaría quién es su líder y cómo se comporta la manada si todas obedecen.

Anastasia SteeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora