Uno, dos, tres. Otro y otro. Los golpes y ataques de báculo, espada o vara venían de todos lados, con gran fuerza y velocidad. Repelerlos, esquivarlos y regresar los ataques estaba siendo una tarea complicada. Los músculos de sus brazos se sentían pesados, el agarre sobre su cayado era cuestión de pura fuerza de voluntad y sus piernas y rodillas estaban agotadas. El sudor le corría por toda la espalda y el rostro, la tierra se adhería a él causándole una irritante picazón. La espada intentó golpear su costado derecho, giró esquivando el golpe, encontrando la vara en dirección a su piernas. Salto, esquivó el golpe solo para sentir como una pesada esfera sólida e irregular se estrellaba a un lado de su rostro. Sintió la piel rasgarse, el ardor se extendió desde su ceja hasta la mejilla y la sangre le llenó el cuello y la ropa.
–es suficiente por hoy–exclamó autoritariamente una voz firme y clara justo cuando se proponía cobrar venganza por la herida.
A su alrededor las altas y fornidas figuras de sus hermanos mayores bajaron sus armas y miraron al enorme hombre robusto de cabello rubio frente a ellos con los brazos cruzados sobre su pecho. Su padre, el líder guardián de la puerta hacia Hondyl camino hacia Timoteo un par de centímetros más bajo, le tomó el rostro entre las manos, examinando la herida.
–no herimos a nuestros cazadores, los hacemos más fuerte–dijo–pudiste haberle arrancado el ojo a tu hermano, Peck.
Estaba molesto, la sangre le bañaba un lado del rostro y dolía, no demasiado como para no soportarlo.
–estoy bien, apenas me ha rozado el ojo. Fue culpa mía, no presté atención. Cometí un descuido–intercedió Timoteo.
Peck era el mayor de sus tres hermanos y el más cercano a él. El entrenamiento era duro, cada vez más intenso conforme más se acercaba a la última prueba dentro del último de los mundos—el que él con su familia vigilaban—y esa herida en su rostro era solo una muestra de lo mucho que tenía que entrenar y lo descuidado que había sido al no prevenir el ataque traicionero. Aunque probablemente era una venganza de su hermano por haberlo dejado inconsciente tres días después de un letal golpe en la nuca que lo mandó besar con la frente una dura roca.
–En una pelea real cualquier cosa puede suceder y él tiene que estar preparado para todo –se limitó a decir su hermano–sin embargo mi intención no era lastimarte, Teo. Solo buscaba dejarte inconsciente–agrego un poco más avergonzado–¡Lo sabía! Sabía que lo haría. Ren paga–se entusiasmó el más bajo de los cinco hombres.
El viejo, irritado por el comportamiento insolente de sus hijos estalló, reprendió a Peck por casi dejar ciego a Timoteo y a Ren y Orit por apostar sobre la vida de sus hermanos, después mandó a Timoteo a lavarse y curará la herida con su madre quien gritó, se puso roja y se preocupo por el menor de sus hijo despotricando sobre sus salvajes e inconscientes hijos mayores. Pequeña y menuda como era, con su larga cabellera negra atada en un gruesa trenza camino de un lado a otro buscando hierbas y ungüentos para limpiar y curar la larga línea que le cubría un costado del rostro.
–!Oh mi hermoso niño!, te quedará una larga y fea cicatriz en tu precioso rostro–se lamentó la mujer.
–es una marca de guerra madre. Seguro me hace parecer más rudo. Volveré locas a las jóvenes del pueblo–alardeo seguro de sí mismo, intentando alejar la pena del rostro de su madre que lo miró risueña al escucharlo
La vio abrir la boca y cerrarla antes de ponerse repentinamente de pie y salir presurosa de la habitación con el rostro arrugado de molestia. Timoteo giró hacia la puerta y vio la bajita mujer andar como un torbellino de improperios detrás de sus hijos mayores que huían de la furia de su madre hacia el otro extremo de la casa. No es que fuera que con su complexión y estatura causara grandes daños pero tenía habilidades que sus hijos habían aprendido a temer y respetar.
–¿cómo está?–preguntó su padre, entrando a la pequeña habitación que hacía de enfermería en su casa. Timoteo sabía que se refería a la rojiza e irregular línea de su rostro.
–quedará cicatriz, pero no hay daño.
–bien, sé más cuidadoso la próxima–él asintió–come algo, toma un baño y duerme. Saldremos esta noche, es luna llena–le palmeó el brazo y se fue.
Timoteo sabía lo que eso significaba. Irían a Hondyl y enfrentarían su última prueba. La más dura de ellas. A diferencia de los otros seis mundos que se guardaban detrás de sus respectivas puertas Hondyl era, no el más hostil y peligroso de ellos pero sí el más conflictivo. Las criaturas que habitaban los otros mundos eran brutales y violentas o puras y muy pacíficas, no obstante las criaturas que habitaban Hondyl pertenecían a distintas razas, cada una de ellas con distintas habilidades y características, algunas de ellas mágicas, como su misma madre, que provenía de ahí y era una bruja que se había enamorado, casado y engendrado con un cazador. Ella aseguraba que Hondyl era un lugar tranquilo y amigable, y sus habitantes era pensantes, reflexivos y analíticos. Tenían un reinado y eran una gran y unida comunidad en donde el único peligro que habría sería la destrucción de única fuente de vitalidad que propiciaría que la oscuridad los consumiera. El no estaba tan seguro de eso, pero era su madre quien lo decía y si una criatura tan buena y amorosa como ella provenía de ese mundo él lo creería, sobre todo si sus hermanos y padre no había desmentido no tenía motivos para dudarlo.
Pero la incertidumbre lo estaba consumiendo y la incómoda sensación de que le estaban tirando desde el interior del pecho no hacía más que aumentar conforme pasaban las horas y el pensamiento del que alguna vez fue el hogar de su madre se hacía presente en su mente. Y así, atendiendo las sugerencias de su padre comió algo y tomó un baño, no obstante el sueño y el cansancio no fueron suficientes para hacerlo dormir. Las horas pasaron, el sol se ocultó en el horizonte tiñendo el cielo azul de rosa suave y naranja bebe antes de que la noche cayera y el azul profundo los cobijara bajo su manto.
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CAREVER
Historia CortaTimoteo es un joven impetuoso cuyo esfuerzo y determinación lo han llevado a buscar cumplir con su destino. Un destino que lo guiara a descubrir una verdad sobre su vida que le fue negada desde su nacimiento.