Capítulo IV: "Holy"

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A la mañana siguiente, Isabel se levantó igual de temprano del día anterior, pero no se apresuró en salir. Se sentó a la mesa y se frotó la cara. Necesitaba pensar qué era lo que iba a hacer. Solo tenía diez chelines por las piezas que había vendido Peter, cinco peniques que tenía ahorrados y lo que obtuviera por la venta de la casa, si es que realmente llegaba a venderla.

-Eso no me alcanzará para llegar... quizás hasta Stareton, si llevo algo de comida... pero ¿después qué haré?

-Así que estas pensando en irte...

Isabel se volvió. Era Cleo. No le había comentado nada en absoluto sobre lo que planeaba. No respondió.

-¿Adonde vas?

-Mmm... necesito ir a St. Albans, Cleo.

-¿A St. Albans? Pero está a kilómetros de aquí...

-Lo sé, pero debo ir...

La vieja no dijo nada, se sentó a su lado, y luego preguntó:

-¿Qué vas a hacer en St. Albans?

-Es sobre la marca... -respondió Isabel.

Cleo no supo si sorprenderse o no. Sabia que a Isabel le intrigaba la marca. Cuando era niña sentía curiosidad de ella y le preguntaba a su padre por qué los demás, e incluso él, no tenían una igual. Con el paso del tiempo empezó a intrigarle más, pero ante el rechazo de las demás jóvenes y chicos de su edad, empezó a aborrecerla, al punto de cubrir su mano con vendas.

Ni siquiera con la muerte de su padre olvidó la marca, mas bien le dio, pensó Cleo, mas ánimos porque era la única cosa que le llenaba la mente y la hacia querer vivir, vivir para averiguar qué significaba.

Isabel se quitó la venda.

-Esta marca... tan perfecta —dijo mirando fijamente la mano.- no está aquí por casualidad. Lo sé porque he visto una marca igual...

-¡¿Qué?! ¿Cómo es posible?

-Es por eso, Cleo... que necesito saber, necesito ir a St. Albans... ahí debe estar la respuesta.

Cleo miro fijamente a Isabel. Sabía que no la haría cambiar de idea, pero por lo menos lo intentaría.

-Isabel ¿cómo piensas llegar allá? No tienes dinero para pagar un coche de posta... ni todo el dinero que hayas obtenido de la venta de las cosas de tu padre te alcanzará para todo el viaje... ¿Qué comerás? ¿Dónde dormirás?

-¡Basta, Cleo! —Exclamó Isabel.-, ya lo resolveré cuando venda la casa...

-¿Venderás la casa? Y ¿en donde piensas quedarte cuando regreses?

Isabel se puso de pie, no estaba dispuesta a escuchar una palabra más.

-¡Ya no se si desee regresar! —exclamó y salió rápidamente de la casa. Debía vender una casa.

* * *

Isabel llegó nuevamente a la calle de los mercaderes; esta vez no tocó todas las puertas, sino que se dirigió directamente a la que había dejado pendiente el día anterior.

Al llamar, salió un joven pelirrojo de unos dieciséis años, y de mirada desdeñosa.

-¿Está el señor de la casa? —preguntó ella.

El muchacho la miró de arriba abajo.

-Sí, pero dudo que os atienda. —y añadió con desprecio:- le gustan las que vienen mejor vestidas...

La Marca del ArcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora