Capítulo XIV: Dilemas, y un Susto de Muerte

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Alcanzaron Whaddon a media tarde. Fue uno de los recorridos mas rápidos que habían hecho. El camino era llano y tranquilo; además Isabel viajaba con el corazón ligero y sin nada en la mente que le estorbara. La estancia en el monasterio había sido redentora para con ella.

Pero Whaddon no logró retenerlos demasiado tiempo, por lo cual, después de reponer el agua y probar una merienda, reemprendieron la marcha en dirección de Drayton Parslow, aprovechando así, la buena condición del tiempo y del camino. La noche cayó pronto y ambos decidieron detenerse para no perder el rumbo.

-Aquí hay una arboleda que nos dará cobijo... -dijo Miguel-, encenderé un fuego.

-Sí, aquí el suelo no es escabroso y podremos dormir cómodos, dentro de lo que cabe —dijo Isabel-. Veré si hay agua cerca.

-Bien, pero no te alejes demasiado.

Minutos después Isabel regresó. El fuego estaba ardiendo, pero ella no había encontrado agua. Le hubiera agradado poder lavarse en un río.

Comieron un poco de pan y queso que compraron en Whaddon y luego, en silencio extendieron las capas, uno a cada lado del fuego, y se acostaron.

Isabel contempló el cielo estrellado con somnolencia, y apretó contra si el libro que le había entregado el hermano Robben.

-Quisiera ser valiente... -susurró, y se quedó dormida.

* * *

Debía ser algo más de la media noche, cuando Isabel se despertó con ganas de orinar. Se levantó con los ojos cerrados y se alejó por entre los árboles. Cuando regresó, con ojos entrecerrados miró hacia donde estaba Miguel.

No estaba.

Se sobresaltó y miró alrededor buscándole. Otra vez se hizo presente la sensación de estar sola. Se llevó las manos a los ojos y se los frotó. Volvió a mirar y entonces pudo verlo. Ahí estaba él, durmiendo tranquilamente.

Se le acercó y se arrodilló a su lado. Pero ¿Por qué no le había visto antes?

El fuego aun crepitaba, pero con debilidad, y pudo ver en el rostro apacible de él, el matiz multicolor que le brindaba la iluminación de las llamas.

Cohibidamente extendió las manos para acariciarle el rostro.

-Miguel... -susurró en un hilo de voz. El contacto con su mejilla hizo que le hormiguearan los dedos. Lentamente se le acercó para besarle, pero cuando estuvo a punto de hacerlo se retiró.

-Cuanto me gustaría, Miguel —murmuró-, cuanto me gustaría creer que puede ser...

Se incorporó con un suspiro y volvió a acostarse en su sitio.

Segundos después Miguel abrió los ojos.

* * *

Septiembre 24

Drayton Parslow era un pueblo mediano, es decir, grande en comparación con Whaddon. Las casas eran bastante coloridas, y las personas amables y de buen ver.

Ni que mencionar el mercado de Parslow, que era donde mas se reunía la gente, obviamente para hacer sus compras, charlar, chismosear y reír a carcajadas de las groserías de las personas que eran fastidiadas por chiquillos latosos y mocosos.

-Debemos comprar algo de pan. —dijo Isabel.

-Bien. —asintió Miguel.

-¿No hay algo mas que se te antoje? —le preguntó ella.

La Marca del ArcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora