3.-Raith: Calabozo

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Escucho voces, en un idioma que no entiendo, pero lo que sí me transmite es rabia. Suenan enfadados, y son varios, por lo menos dos, pero quizás más. Hombres, creo. No me atrevo a abrir los ojos porque, por lo que noto, están cerca. ¿Cómo he llegado a donde quiera que estoy? ¿Qué ha pasado después de la tormenta? Dios santo, ¿y mi botella? ¿Y mi padre? Podría suplicar... Llorar incluso y quizás, me dejarían marchar, porque al final del día, yo no valgo nada. ¿Qué soy? ¿La propietaria de un barco hundido? Huele a mar, claro. ¿Me habrán encontrado unos marineros? ¿Habré atravesado sin querer la barrera? ¡Imposible! ¡Estaría muerta! Entonces, el miedo de verdad me azota. ¿¡Estoy muerta?! Quiero abrir los ojos, lo quiero con tanta fuerza que no puedo ni siquiera hacerlo, porque el pánico me tiene congelada.

—Está despierta —dicen por fin en un idioma que sí entiendo. Su voz suena seria, grave, y lo peor de todo, aproximándose—. Estás despierta —no lo pregunta, lo afirma—. No te hagas la dormida, sé que lo estás. Abre los ojos y no hagas movimientos extraños —obedezco porque no quiero tener problemas y tengo mucho miedo, así que abro los ojos y lo primero que veo es el techo, rocoso y apenas iluminado. Desvío la mirada por lo que parece una cueva, hecha de rocas desiguales y de aspecto blanquecino, tal vez por la sal. Puedo oler el mar, pero no sé si es por las paredes o porque realmente estemos cerca del mar. No espera, también lo oigo, puedo oír el oleaje, tranquilo, como si fuera un...—. ¿Cómo te llamas? —pregunta haciendo que mi línea de pensamientos se corte. Busco el origen de la voz y lo encuentro en un hombre de pelo gris oscuro, con mechones más claros, sin embargo, no parece viejo como para tener el pelo ya gris. Su cara no refleja edad avanzada, pero sus ojos, azules, de un azul oscuro, casi negro. Es... Extraño—. Habla, suto.

—M-me llamo Rrr.. —mi voz sale torpe y descuidada, haciendo que el tipo frunza la frente, mirándome como si yo tuviera algún tipo de impedimento mental y quizás lo tengo. No soy capaz de pronunciar una palabra coherente. Se gira y habla hacia su espalda, en su idioma, haciendo que quiera moverme para ver con quién habla y a quién pertenece la voz más grave de todas. Intento levantarme apoyándome en mis codos pero recibo un gruñido acompañado con un golpe en la cara que me aplasta de nuevo en mi espalda, sacándome un chillido por la sorpresa y el dolor. Más parloteo en ese idioma que suena muy áspero mientras siento los latidos de mi corazón en la cara, latiéndome con fuerza en la frente. ¿De dónde ha venido el golpe? No lo entiendo.

—¿Cómo te llamas?

—Raith—anuncio y eso me recuerda a mi padre—. Señor, yo... ¿Tengo una botella conmigo?—pregunto cerrando los ojos con fuerza porque el dolor se expande hacia las cuencas de mis ojos. Veo líneas blancas a través de mis párpados, lo que hace que me pregunte con qué me ha pegado y porque me duele tanto. ¿Tendré sangre? Más palabras en su idioma cuando, de repente, parece iniciarse una pelea, al menos por el sonido de sus conversaciones.

—¿Qué quieres? —pregunta la misma voz.

—Quiero mi botella, señor. Es muy importante para mi.

—¿Qué contiene?

—Contiene algo muy preciado para mi, señor —intento ser lo más educada posible, porque si de eso depende que me devuelvan la botella y mi libertad... —. Por favor.

—Levántate, humana.—Otra voz, una diferente y mucho más grave, creo que es la más grave de todas. En total he contado tres voces, todas parecidas pero a la vez, diferenciables. Abro los ojos con miedo, no solo de ver algo que sea terrorífico, sino de intentar levantarme de nuevo y que me peguen, por lo que abro la boca.

Invierno en Leinheim✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora