1.1 Raith: Luna menguante

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Ni siquiera me molesto en sacar la mano por la ventana de mi camarote porque lo oigo. Hoy no solo estará nublado, sino que encima llueve. Lo que cae no son inofensivas gotas de agua, sino lluvia torrencial, la clase de lluvia que hace que no se vea nada a un par de metros y todos tengamos que tener mil ojos para no chocar contra nada. ¿Cómo de triste sería chocar contra la mismísima barrera? Muchísimo y no me apetece morir así. Paseo por mi camarote y enciendo varias velas, solo para tener la falsa ilusión de algo de calidez que no sea prominente de una manta. Como desearía poder notar el sol, aunque sea una vez, aunque sea un minuto. Tal vez lo sobrevaloro como dice Jeff, pero tal vez, solo soy humana y eso es lo que hago. ¿Qué somos los humanos sin sol? Nada. Lo necesitamos. Somos animales pero... ¿Sofisticados? Me miro automáticamente en el espejo y me rio. Nadie me miraría y pensaría que soy sofisticada, pero al menos esta vez el pelo le ha quedado parejo y recto, bastante adecuado, la verdad. Tarareo una canción mientras bailo sola de puntillas, creyéndome la princesa en un gran baile, con vestidos, música elegante y quizás incluso mascaras. Un baile de máscaras. Oh, eso sería...

—¡Raith, sube a cubierta a ayudar!—La voz de mi padre me saca del trance, obligándome a entrar en la realidad. No soy una princesa, ni estoy en un baile, únicamente soy la hija de un pirata viviendo en un barco tan antiguo que la madera podría contar historias terroríficas. Me aseguro de llevar toda la ropa encima, mirándome en el espejo una última vez, intentando que el reflejo no me deprima. No hay nada sofisticado en mi, solo una cría que lleva haciendo de adulta más de lo que puedo recordar.

Salgo a grandes pasos, no porque me haga ilusión, sino porque sé que si me llama es porque realmente les falta un par de ojos extra. Me tocará cubrir una parte del barco y asegurar que no vemos ningún posible obstáculo, sea cual sea la naturaleza del mismo. Lo primero que noto es la humedad, el olor a lluvia y por supuesto los gotarrones cayéndome encima. El agua está helada, pero huele tan bien que apenas puedo quejarme. Me encojo dentro de mi abrigo de cuero y busco a mi padre, dando órdenes en lo más alto de la cubierta, manejando el timón. Las olas no son particularmente altas, pero eso puede cambiar tan rápido en el mar como un pestañeo. Sé que él tiene miedo a otro naufragio, no solo por él o por mi, sino por la tripulación. Han sido maltratados, no por mi padre, pero sí su predecesor, que los obligaba a trabajar constantemente, sin tiempo para dormir o divertirse. Esto cambió cuando mi padre robó este barco y lo reclamó como suyo y a cambio de su servicio, les prometió una vida mejor. Y así ha sido. ¿Qué clase de vida mejor incluye un naufragio? Ninguna.

—¡Padre! —grito desde abajo y él me mira. Veo la preocupación en su rostro, cosa normal pero no habitual en él. ¿Es que algo va mal? ¿Es que hemos chocado y no lo he notado? Imposible, lo hubiera notado, e incluso de no haberlo hecho, no estarían tan tranquilos.

—Ve a la popa, vigila.

—¿Tengo que ver algo en particular?

—Estamos pasando por una zona de niklars muy poderosos.—La valentía en su voz se rebaja cuando pronuncia su nombre. Mentiría si dijese que quiero ver a uno, o una, me da igual, pero... Dicen que son las criaturas más terroríficas y hermosas que hay, que eso solía hacer que los marineros se tiraran al agua de manera voluntaria, simplemente por estar cerca de ellos. No me lo imagino, la verdad, no me imagino tirarte al agua sabiendo que te matarán en cuanto tengan oportunidad. Camino lentamente hacia popa, donde el agua salta por todas partes, no solo del mar hacia nosotros, por las ligeras olas, sino por la lluvia. El día es tan gris como cualquier otro, pero de manera taponada por el sonido del agua se oye a Wyatt cantar. Es agradable, casi reconfortante, aunque tampoco puedo compararlo con otro canto salvo el de los niklars. Todo palidece al hacerlo porque es simplemente bello.

—¿Te mandan a la parte trasera, eh?—Wyatt para de cantar y me intercepta justo cuando me apoyo en la madera para mirar hacia el mar. Me río y asiento varias veces, viendo que a él también le ha tocado vigilar la popa, como a mi.

Invierno en Leinheim✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora