9. Wilder: Penitencia

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No habíamos acordado esto y aunque mis padres podrían oponerse con mucha fuerza, no lo hacen. En el fondo, pienso que ambos disfrutan con verme tan fastidiado y, sin embargo, no pienso darles el placer de que se piensen que no me lo estoy pasando bien.

El carruaje se mueve suave como la mantequilla, sin contratiempos ni molestias, con sitio de sobras, mientras Ula decide entre dos collares, uno de diamantes y otro de perlas. Sería tremendamente impresionante si saliera de esta noche con un alma gemela y solo por eso, merece la pena asistir, porque mi padre se moriría. ¿Su niña pequeña con un pretendiente? ¿Con alguien con quien retozar y quizás casarse? Qué va, de locos. Su idea es darme el trono, obligándome a contraer matrimonio con Ievna y asegurarse de que mantengo a Ula en el palacio, a salvo, junto con Raegan y Agnor, atados en corto solo por si acaso. Es una tarea complicada teniendo en cuenta lo pesado e inmaduro que es Agnor, pero aun así, dicen que la fe es lo último que se pierde. 

Raith mira por la ventana, con su habitual expresión neutral y tan vacía de emoción que si no fuera porque oigo su corazón, me haría pensar que ha sufrido un derrame cerebral. Ha decidido no quejarse ni mencionar lo ocurrido con Agnor, aún a pesar de que sé que deben dolerle las rodillas. Quizás lo confesará a Ula, en la intimidad de sus aposentos tras un mar de lágrimas, o tal vez, siendo el agujero negro que es, se lo tragará como todo lo demás.

Pensaba que las mujeres humanas eran seres viscerales, regidas por sus emociones y la luna, pero al menos, de momento, no es así. Mi conocimiento en ellas es bastante escaso y tampoco tengo demasiada intención de ampliarlo, por lo que no importa.

Mi hermana sí parece disfrutar de este pequeño paréntesis en nuestra guerra con ellos, tal vez aborrecida de tener solo varones como hermanos. Debería haberle exigido a nuestros padres más hijos, y a lo mejor él hubiera aceptado, solo para tenerla contenta. El orgullo que debieron sentir mis padres al tener tantos varones debió ser épico, porque así lo manda la tradición. 

La tensión es palpable incluso para mi, y eso que intento ignorarlo todo, pero Agnor la mira fijamente, mientras que mi padre lo mira a él. Debe estar preocupado por si la humana queda en cinta, porque esa sería la peor perversión que Agnor podría hacer ahora mismo.

Ni siquiera me doy cuenta de que hemos llegado al punto exacto hasta que oigo a Ula hablar sobre un macho, el hijo de uno de los generales de mi padre. Dathan Moor, así se llama y si ella alzara un poco más la voz, estoy seguro de que él se giraría para mirarla. Le cuenta a Raith sobre cómo le gusta su voz, y lo ingenioso que es, también que es dulce y considerado y que a menudo lo ve, jugando con sus hermanos pequeños cerca de la tienda de Teron. Mi madre y ella han pasado tanto tiempo en esa tienda, que aunque no fueran parte de la familia real, probablemente Teron les dejaría llevarse lo que quisieran y confiar en que volverían en otro momento para pagarlo. Una voz cautivadora, así es como la describe ella, la clase de voz que le quita el sueño.

Agnor se queja, diciendo que no quiere oír esa clase de conversaciones de su hermana pequeña, pero Ula se burla, diciéndole que ella lleva aguantando a sus conquistas años. Raith no parece importarle, al menos no molestarle, porque mira todo con esos ojos tan libres y limpios como siempre, vacante de emociones.

—Quizás podríamos encontrarte a algún macho—sugiere Ula mientras ambas miran a Dathan. Estamos en el sitio reservado para mi familia, sentándonos dentro de la burbuja de aire, donde los cómodos sofás nos acogen. Mi hermana juguetea con un collar de perlas blancas que brilla con fuerza, adaptándose perfectamente al lugar, en cambio, Raith, no lleva nada entre las manos, que reposan pacíficamente sobre su regazo. Destaca entre nosotros, no solo por su atuendo y su pelo, sino por su piel. Aunque aquí, fuera de las paredes de palacio, parece más viva que nunca, como si perteneciera aquí también, como si el mar la adoptara como hija de manera temporal—. Dathan tiene un amigo cuyo abuelo era un humano, un pirata.

—¿En serio?—Los ojos de Raith se abren de par en par por la sorpresa y Ula se acerca un poco más para murmurar, aunque todos la oímos igual.

—El abuelo era humano y lo llamaban Marten Fumming Barthon. Era conocido por su...

—Barba rubia. Lo sé.—Me sorprende, así que presto un poco más de atención—. Mi padre hablaba a menudo de él, al parecer era toda una leyenda en el continente y se rumoreaba que hasta en Sumarr lo conocían. Pocos piratas pasan a la historia como Marten. 

—Pues el nieto se llama Nerio y tiene el pelo castaño claro, es impresionante. Incluso sus ojos tienen motas doradas, parte humana, creo. También es muy alto y fornido porque logró alistarse para ser guardia real—explica mi hermana. Guardia real, o sea, que el tal Nerio quiere servir a la familia real, a mi. Una sonrisa demasiado prepotente se me dibuja en la cara y lo culpo todo al alcohol—. Deberíamos alcanzarlos.

—No creo que sea buena idea.

—Claro que sí. Podríamos intercambiar las joyas con ellos y rezar para que se iluminen en algún momento. ¡Citas dobles! Podríamos tener citas dobles. Dathan y Nerio son verdaderos caballeros, te lo aseguro.—Vuelvo a reírme y esta vez, veo que mi padre me observa, como si también estuviera pendiente de la conversación—. Vamos, va, le gritaré para que nos venga a recoger hasta su burbuja. Además, su madre prepara unos bollos de ciruela que son...

—Me temo, querida hija mía, que Raith no puede.

—¿Por qué, padre? Ha demostrado que sabe comportarse y no es justo que siga presa si no hay un motivo aparente.—Uno de los sirvientes se acerca, portando varias copas de vino y sin dejar que me dé una, cojo dos. Una en cada mano, solo para poder pasar el mal trago de lo que me queda de noche. Solo para poder vigilar a Agnor y ahora, aparentemente, también al tal Nerio. Solo me falta tener que cuidar de Raith y de su sistema reproductivo. ¿A qué he llegado? Niñera de una suto. ¿Y cómo? Ni siquiera lo entiendo. La miro de nuevo y sigo sin comprenderlo. ¿Qué le ve Agnor? ¿Qué le ve Ula para estar tan encantada de su presencia? La chica es de lo más normal, una vez superas la desagradable sorpresa de lo ordinaria que es. Es pequeña, de extremidades cortas y blandas, sin un ápice de la gracia que nos separa, lo cual es, bueno, normal, teniendo en cuenta que solo es una humana. Terriblemente pálida, como si la vida huyera de su piel y de pómulos tan marcados que incluso proyectan una sombra sobre sus mejillas. Ah, y sus ojos, toscos y bastos, porque no hay amabilidad en ellos, ni dulzura, ni siquiera la excusa de una inocencia floral, solo frío y hielo. Grises, sin más. Insulsa, trivial, probablemente extremadamente inculta e indefensa, sin sentido del humor, con hombros redondos, al igual que sus pechos y caderas. Proporciones... diferentes a las nuestras, más... carnosas, sí, esa es la palabra.

Qué asco.

—Oh, ahora lo hay, ¿verdad, Wilder?—Me mira, bebiendo de una de mis copas mientras sostengo la otra cerca, lista para servir su proposito. Todos me miran ahora, incluso a Raegan que sonríe con malicia mientras juguetea con un collar largo de oro, una cadena simple y elegante. No dejo que mi rostro marque la sorpresa y simplemente me termino el contenido de mi primer vaso de golpe—. Tu hermano, Ula, ha decidido cortejar a Raith.—La cara de ella sí se transforma, con la boca muy abierta en forma de o—. Savea ha demostrado interés en ella y tu hermano ha dejado claras sus intenciones, así que, me imagino, que claramente, tampoco se sentirá cómodo dejando que ella intercambie ninguna joya con otro macho, ¿no?—Joder, sabía que esto me iba a salir mal. Sonrío falsamente y levanto mi otra copa, dejando la primera en el reposabrazos del sofá. ¿Se cree que no seguiré adelante con esto solo porque es una humana? Tengo planes grandes para mi trono y quizás, esta es una de esas pruebas. No pienso echarme atrás, y eso es justo con lo que él cuenta. La levanto un poco más, como si estuviera brindando y junto mis ojos con los de mi padre.

—Así es, padre. Ella es mía—lo digo sabiendo que voy a necesitar muchas más copas más para terminar la noche.

Invierno en Leinheim✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora