11.-Raith: No solo el fuego quema

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Me levanto emocionada, con el corazón feliz y las manos inquietas. Antes de que lleguen las chicas ya me he aplicado la infusión en el pelo y ya la he masajeado en mi cuero cabelludo. También he llenado la bañera y me he frotado cada trozo de mi piel, solo por si acaso. Cocinar me hace ilusión, sobre todo por la compañía y la satisfacción personal de hacer algo por mi misma. Dudo que me acostumbre a que me bañen y vistan, controlando cada aspecto de mi vida.

Para cuando las chicas llegan, mi pelo aún gotea pero yo estoy lista. Llevo los pantalones de cuero y la camisa, con el maldito collar de Wilder colgando de mi cuello como si yo fuera un perro y él mi dueño. El sentimiento de felicidad logra ahogar la furia que me invade al pensar en él, por lo que me centro en eso. 

—Pareces feliz—Me sonríe Nola mientras me trenza los mechones de pelo que me dan a la cara para mantenerlos alejados.

—¿Te gustó Merrick?—pregunta Myra y yo asiento con ganas.

—Fue emocionante, muy divertido. Incluso me dejó ayudar un poco.

—Lo sabemos. Todo el servicio te llama ahora la decapitadora de pollos.—Ni siquiera lo contengo pero me rio con ellas, llena de alegría por primera vez en este sitio. Solo he sentido algo parecido mientras pintaba, o tal vez mientras veía el desfile de vestidos interminables en el baile. Me siento tonta quejándome, pero lo cierto es que sí, estar en la cocina me hace sentir más despierta, más en el mundo real y menos en una fantasía con niklars, príncipes y palacios. Hoy no me maquillan, porque saben que iremos a la cocina de nuevo, pero los ojos de Nola se ensanchan al mirar a la pared—. ¿Qué es eso?—Sigo su mirada hacia mi tocador, pero sé que no es eso lo que ve ni sobre lo que pregunta. Está mirando la pared, cubierta de toda clase de dibujos—. ¿Lo has hecho tú?—Asiento y camina hacia la pared para pasar la mano por encima.

—Es muy bonito, Raith.—Myra me coge de la mano y me la aprieta en un gesto íntimo.

—Tienes mucho talento. Muchísimo. ¿Alguien más lo ha visto?—Se gira todavía con la mano pegada en la pared mientras yo sacudo la cabeza. Claro que no, ¿quién podría verlo? Solo ellas entran en mis aposentos y no tengo intenciones de cambiar eso—. Durante un tiempo me tocó limpiar la galería. No duró demasiado porque para el poco uso que le dan, apenas mandan a una persona a la semana, pero me encantaba ir ahí. Hay a quienes le da miedo, porque sienten ojos mirándolos, como si estuvieran siendo espiados por fantasmas del pasado, pero a mi me daba paz.

La escuchamos hablar sobre ese pedazo de su mente, Myra y yo calladas, dejando que hable con tranquilidad.

—Podrías pintar en lienzos, Raith y te aseguro de son merecedores de colgarse en la galería.

—No, qué va. Pero gracias. 

—¿Quién te ha conseguido la pintura?—interviene Myra.

—Wilder.—Pronunciar su nombre me suena como confesar un pecado.

—Será mejor que nos pongamos en marcha o llegaremos tarde—indica Nola ignorando mi confesión. Me esperaba que pidieran detalles, como siempre, que tal vez incluso quisieran recordarme cómo seducirle, algo que agradecería porque aún no me siento cómoda con esa idea en mi cabeza. Pero nada, ni siquiera una risita. 

También entiendo que pueda ser agotador, repetirme lo mismo, como si mi situación fuera algo tan importante en sus vidas como para pararlas, cuando no es así. Ambas tienen sus propios problemas y sus propias batallas, en las cuales, difícilmente yo podría ayudar. 

Invierno en Leinheim✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora