Capitulo 8

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Nora no llevaba una buena mañana, estaba en el trabajo y se podría decir que no daba pie con bola, por fortuna casi todo lo que tenía que hacer era repetitivo y lo hacía en "automático". Como cuando por ejemplo había que revisar un coche en la entrada, daba las órdenes oportunas, aunque incluso antes de que pudiese vocalizarlas los Marines estaban ya en movimiento para hacer el trabajo de todos los días, gracias a eso se salvó de meter la pata más de una vez, de lo distraída que estaba. El mal día era a causa de que le costaba olvidarse del cuerpo del hombre, la espalda musculosa, el culo prieto, aparentemente duro como el mármol, recordaba perfectamente cómo se contraía cada vez que embestía a la recepcionista. Recordaba también como el agua caía por su espalda, por sus glúteos, al recordar de nuevo sintió como se mojaba otra vez, era superior a ella, no podía dejar de rememorar la escena, pero especialmente su cuerpo bajo el agua, y así llevaba toda la mañana.

Toda esa semana fue como una maldita pesadilla, no hacía otra cosa que recordar el puñetero polvo y al puñetero tío con prácticamente el recuerdo al detalle de cada gota de agua recorriendo su cuerpo... era... desquiciante del todo. Además, el tener que ver a ambos en el gimnasio cada día tampoco es que fuese lo ideal para poder olvidarse de aquello. Por otro lado, el hombre en cuestión seguía fastidiándola todo el rato, en esos instantes, ya sabía que el dichoso tipo era como un reloj, siempre solía entrar sobre la misma hora, siempre usaba las mismas maquinas en el gimnasio, seguía un estricto orden de acuerdo a su programa. Nora supuso que tampoco estaba para idioteces, ya que permanecía muy concentrado en su entrenamiento, hasta el punto  como ya he dicho antes, se abstraía completamente, perdiéndose en su mundo interior.

A estas alturas Nora solo había conseguido enfadarse aún más con el tipo, que seguía sin prestarle la menor atención, continuaba ignorándola, igual que la primera vez, claro que en realidad, lo cierto era que excepto a la recepcionista, el tipo ignoraba a todo el mundo. Llegaba, hacia sus series de ejercicios, se metía en las duchas y se marchaba, Nora suponía que a su casa dado la hora a la que salían del gimnasio. Otra cosa que la ponía de muchísimo peor humor, es que gracias a lo que vio en las duchas, ahora sabía de cierto que Gay precisamente no era, por lo que eso de que la ignorase cómo y de la forma en que lo hacía, aún lo llevaba peor que antes.

El viernes por la noche se preparó a conciencia, se vistió de punta en blanco para ir a un local de moda que le habían recomendado en la embajada. Sus intenciones eran muy claras y concisas, terminar esa noche de la mejor manera posible, lo que quería decir, follando. Evidentemente no pensaba irse a la cama con cualquiera, no estaba tan desesperada como para eso, pero si con algún macizo que le gustase y de ese modo disfrutar de buen sexo, también pensaba que así se quitaría la espinita del "imbécil" del gimnasio que no hacía más que ignórala.

La noche para Nora estuvo divertida, de principio le entraron un par de tíos con pinta de chicos malos, a los que dio puerta en cuestión de medio minuto por cada uno de ellos, más que malos eran idiotas. Después de esos dos, le entro otro, de unos 28 años, moreno, físicamente muy atractivo, pero con el coeficiente intelectual de un Arenque, a los cinco minutos de estar los dos hablando...

-      Oye nena, tengo el coche aparcado fuera, está en un sitio discreto..., si quieres... podemos pasar un buen rato —dijo el tipo insinuante.

-      ¿Un coche? ¡¡Pero tú a mí me has visto cara de irme a follar a un coche con nadie!! —le espetó a bocajarro.

-      ¿Y qué problema tienes con eso?

-      Pues que no tengo dieciséis años, eso pasa. Mira, te lo voy a poner muy facilito, para follar los dos, quiero un hotel o tu casa, así de simple...

-      ¿Y porque no la tuya?

-      Jajajajajajaja... anda chaval, lárgate a buscar a otra al que le guste hacerlo en un coche, venga, circula... ¡¡largo!!

Nora pese a todo intento evitar reírse de semejante idiota, le dio un nuevo sorbito a su bebida mientras veía como el tío se alejaba de ella rumbo hacia el otro extremo de la barra, donde según observaba había un par de chicas aparentemente solas. Risueña casi sintió pena por ellas, no sabían las pobres el pedazo de idiota que se les venía encima.

Por fin vio a alguien que le gustaba, un hombre de unos treinta años con el pelo muy corto, en una aparente forma física envidiable y que se movía en la pista de baile como si esta fuese enteramente suya, también era poseedor de un culo prieto y duro que le hacía salivar solo de pensar en tenerlo para ella, lo malo, es que tanta atracción, era porque ese chico le recordaba sin poder evitarlo a otro concreto que había visto en cierta ducha y con el que solo de volver a imaginárselo, ya se estaba poniendo otra vez malita. Se terminó la copa de un solo trago y se dirigió directa a la pista, dispuesta a ponerle las cosas muy fáciles para que la sedujese, aunque preguntándose qué coño estaba haciendo, porque narices estaba haciéndolo, ya que ella nunca había sido así. Este hombre, que se presentó como Fernando, en contra del anterior intento de ligue, le ofreció un poco más de media hora después irse con él a su casa a tomar una última copa ya que según la dijo, "vivía justo allí al lado", cosa que Nora aceptó en el acto.

Efectivamente el chico vivía tan solo a un par de calles de distancia. Se trataba de un pequeño apartamento de una sola habitación. Subieron los dos pisos por las escaleras mientras se comían mutuamente a besos, para terminar, entraron en el apartamento besándose de forma salvaje, mordisqueándose los labios incluso por el altísimo grado de excitación que tenían ambos. La llevo casi en volandas hasta la habitación, donde mutuamente se ayudaron a desnudarse.

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