Capitulo 1. ¡Malditos Blogs!

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Suspiró cansado, soñoliento, con demasiadas ganas de sentarse frente al ordenador y ver cualquier cosa que le distrajera del mal y ajetreado día que había tenido, sobre todo porque en todo lo que fue de mañana y tarde, jamás logró ver al chico de informática. Gah!

Subir y bajar escalones, escuchar las groserías de su jefe y sobre todo, tener que lidiar con Mónica, la asistente-barra-estúpida-barra-ogra del hombre que lo mantenía trabajando como un perro todos los días. Eso hacía de lunes a viernes.

Sí, al principio pensó que trabajar en un periódico era lo más genial del planeta, iba a cubrir reportajes especiales, hablar con personas importantes para realizar entrevistas. Pero la cosa jamás se acercó a lo que pensó.

Tener que hacer reportajes sosos no era lo suyo pero seguía ahí, porque esperaba pacientemente el día que consiguiera impresionar al jefe con alguna investigación suya.

Cualquiera diría que tenía una vida maravillosa, llena de aventuras, magia, amor... Ja, eso era lo que menos tenía. Si los demás no se daban cuenta de su aburrida vida, era porque siempre tenía una sonrisa en el rostro. Nadie tenía porque enterarse que su vida entera era más aburrida que la de su abuela de ochenta años, ella que con esa edad, en menos de un año, había tenido tres novios. ¿Y él? Bueno, él tenía a su cachorro Pumba. Dormían juntos, desayunaban juntos y eso era compañía suficiente para él. Al menos pensaba que era suficiente.

Su madre bien se lo decía, ella era la única que sabía que su vida no era más que una mentira. Porque claro ¿Quién podía ocultarle tales cosas a sus madres? Ellas tienen poderes, siempre lo saben, siempre se te acercan sólo para preguntar qué es lo que te pasa. Como todas las veces, tratas de negarlo, pero nunca, jamás, llegas a ocultarlo, porque a fin de cuentas, las madres son telequinesicas, adivinas, súper poderosas.

Ella siempre lo repetía cada vez que lo visitaba en su departamento, se sabía las palabras de memoria:

«Bill, querido, para que se te quite esa carita de limón chupado, tienes que buscarte a alguien que te de donde es, donde más te gusta ¿lo entiendes? Sexo cariño, ya eres un hombre hecho y derecho, necesitas amor. ¿Quién no lo necesita?»

-Definitivamente no, mi madre está loca de remate la vida no es solo sexo. Además -se agachó cuando salió del cuarto de baño y Pumba estaba esperándolo, meneando su pequeña colita de forma juguetona-, no consigo a nadie atractivo en estos tiempos. Todos son tan básicos y normales.

El único que podía ver como alguien atractivo era el chico que trabajaba en su mismo edificio. El amigo de su compañera de oficina. Oh, ese chico... ¡Basta! No podía pensar en él, pues su cuerpo parecía reaccionar de una forma un poco extraña.

Hormonas, malditas hormonas.

Aun recordaba la última vez que tuvo sexo. ¿Cuánto de eso? Joder, muchísimo tiempo, su culo, probablemente, estaba más apretado de lo normal. Y siendo sincero, no quería pasar por aquella experiencia de nuevo. Con una primera vez traumática y una segunda vez peor, no le había quedado ganas de estar con nadie de nuevo.

-Estoy destinado a una vida sin sexo, de puro trabajo y cuidarte a ti mi gordito -besó la cabeza del can.

En bata de baño, caminó por toda la habitación hasta encontrar su ordenador. Se sentó en la cama y puso a Pumba, quien dormía, a su lado, mientras se acomodaba para teclear algo en su blog personal y revisar sus redes sociales.

Todo estaba tan aburrido ahí, su prima Melanie había publicado una foto en donde mostraba a su quinto bebé. Esa mujer y su marido tenían a casi el equipo completo, no sabía cuando ella iba a parar de tener tantos niños. Su madre lo había etiquetado en una foto de cuando era un bebé, demasiado vergonzosa, en ella aparecía desnudo, a penas tendría cuatro o cinco años, y sus tías comentando lo "tierno" que se veía con sus nalguitas rosaditas.

5 señales de que tu cuerpo pide sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora