Capitulo 2. "La falta de sexo acaba con la lucidez mental"

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—Buenos días cariño, mamá te ha preparado el desayuno. Vamos, arriba.

La voz cantarina de su madre le llegó perfectamente bien hasta sus oídos. Suspiró abriendo los ojos, ¿Por qué le había dado una llave de su departamento? Tenía que quitársela. ¿Qué hora era? Sentía como si hubiese dormido nada después de su ataque hormonal en la noche.

—Vine a hacerte el desayuno, no lo sé, mi instinto de madre me dijo que tenía que venir hoy. Levántate —la mujer pelirroja y jovial, se arrodilló en la cama quitándole todo su espacio personal— es viernes, último día de trabajo y comienzo de un fin de semana de fiesta ¿recuerdas? Vamos con tu prima y tu amiga a ¡Las Vegas!

Mierda, lo había olvidado y de verdad no quería ni asomarse en ese lugar. ¡No le apetecía salir a ligar! Porque eso era lo que ellas querían, meterle hombres por los ojos... o mejor dicho, por el trasero. A veces odiaba que su madre fuera tan joven y liberal. Mierda, a veces quería que su ella fuera la típica madre que hace galletitas y cosas así. Pero no, su hermosa y brillante mamita, se lo pasaba en grande con sus amigas.

—Ok mamá, necesito que vayas a la cocina o la sala, no sé. Me voy a desvestir —dijo poniéndose de rodillas en su cama, mirando el cabecero negro de la misma, evitando mirar a su madre. Tenía humor de perros.

—Como si no te hubiese visto desnudo alguna vez, te recuerdo que yo te parí y te limpié la mierda durante un buen tiempo...

Y ahí iba el sermón de porqué ella podía verlo desnudo. Tenía que hacerla callar pero ¿cómo?

—Mamá, querida mamita, cuando me limpiabas la mierda, YO —hizo énfasis en la palabra tocándose el pecho con sus dedos pulgares— no podía hacerlo por mí mismo, no te lo pedí. No me gusta que me veas desnudo.

Su madre hizo un gesto indignado pero no dijo nada. Se levantó de la cama y caminó hasta la puerta.

—A veces yo siento que te has convertido en un energúmeno como tu jefe, sí, las malas mañas se pegan.

Y dando un portazo desapareció. Bill dejó escapar un bufido mientras procedía a levantarse de la cama e ir al baño. Demonios, su madre era la mujer más moderna del mundo pero cuando hacia esos berrinches y dramas de madre, lo estresaba.

Dios, tenía que olvidarse de ella por un momento mientras tomaba una ducha.

Después de unos minutos, miró su reloj despertador.  Eran las siete y doce de la mañana, entraba a trabajar a las ocho en punto, le daría bastante tiempo para arreglarse. Mientras lo hacía, recordó el artículo de la noche anterior, ese que le hizo pensar en lo que padecía por tener una vida sexual inactiva. Entre los síntomas debía estar el "mal humor" con el que se despertaba casi todos los días.

Después de llegar a una conclusión en el baño, se dio cuenta que a su vida definitivamente le hacía falta tener sexo, más que eso, una relación estable en la que consiguiera liberarse de ese estrés post traumático que tenia por sus últimas relaciones. El problema estaba en que solo quería a una persona que ni siquiera se mostraba interesado en él. Estaba paranoico, era eso, nada más.

—Necesito buscarme a alguien a la de ya, no lo sé, tal vez debería ir con mamá y las chicas.

Y estaba decidido a conseguir un polvo esa noche. Tal vez no era lo correcto, pero al menos el sexo mejoraría su vida laboral y todo lo demás.

***

El día se estaba haciendo muy pesado. Entre tantas notas que hizo, ya no podía si quiera mirar el ordenador, aun con lentes se mareaba y la migraña no era más que un dolor intenso que necesitaba se fuera. ¡Quería trabajar en paz!

5 señales de que tu cuerpo pide sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora