Capitulo 14

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—Te he engañado todo este tiempo, te quiero, sí. Pero en un principio solo eras un juego, yo en verdad iba a acostarme contigo por una apuesta que hice con tu amiga Laura, ella me pidió que lo hiciera para que tú dejaras de fastidiarla con tus intentos fallidos de tener una vida sexual. Yo te juro que mis sentimientos por ti son reales, tanto así que es por eso, hoy te estoy diciendo toda la verdad para que no haya secretos entre nosotros y que no te enteres por otra boca lo que pasó. Laura quiere que me acueste con ella para callarse y no decirte nada de lo que habíamos planeado y yo acepté pero no lo haré, encontré la forma de no hacerlo, ahora que sabes la verdad lo único que tenemos que hacer es quitarle el iPad, borrar todo el disco duro de su ordenador, y buscar la forma de acceder a toda su tecnología y borrar un estúpido vídeo que hizo de nosotros cuando estábamos en la azotea. Sé que esto puede ser difícil, puede no, lo es. Pero te quiero, no quiero arruinar nuestra relación, te quiero ¿entiendes eso? Te quiero y no estoy capacitado para perderte, no puedo...

— ¿Tom?

De vuelta a la realidad.

Tom regresó a la tierra, fijando su mirada sobre los orbes marrones claros de Bill, que lo miraba con el ceño fruncido. Estaba imaginando lo que sería soltar toda la verdad y sabía que sonaba ridículo todo lo que pensó. No era la manera correcta de decir una verdad tan escandalosa e hiriente.

No podía decirlo así nada mas, eso llevaba un proceso.

«Tom, eres patético»

— ¿Sí?

— ¿Te pasa algo? De repente te pusiste pálido y te quedaste mirando un punto fijo. ¿Te sientes mal? —preguntó Bill preocupado.

—Oh no —sonrió un poco besando la punta de la nariz de Bill— estaba pensando en ti.

— ¿Qué quieres decirme?

Bill insistió, su corazón martillaba su pecho en espera de lo que tenía para decir. Esperaba que fuese lo eso que estaba pensando. Por fin iba a pedirlo.

—Yo...

Un ladrido fuerte les hizo voltear de repente. Pumba llegaba a la terraza, con su hueso de juguete, lanzándose juguetonamente hacia Tom, quien aprovechó el momento para inclinarse y acariciar la cabeza del can.

Bill rodó los ojos, dejando escapar un soplido de disgusto. Miró a su cachorro con los ojos entrecerrados.

«Te amo demasiado Pumba, pero que inoportuno eres. »

Tom agradecía la interrupción. Con lo nervioso que se había puesto, era probable que hubiese comenzado a decir las cosas de sopetón y eso no terminaría bien.

El platinado dejó la terraza molesto, encontrándose en la sala con una bonita escena de Tammy, tocando con delicadeza el rostro de Simone.

—Eres muy hermosa.

Bill sonrió. Tammy era de verdad todo lo que Tom había dicho de ella, una hermosa chica, con un carisma impresionante. Humilde, sencilla y agradable.

—No te enojes conmigo —Tom llegó por detrás, dándole un pequeño beso en el cuello.

Él se estremeció, sintiendo un ligero cosquilleo en su abdomen y un poquito más abajo. Se hizo a un lado, sin soltar a Tom y le besó la mejilla. No podía estar enojado, al menos no en ese momento que se sentía protegido por él.

—Es tarde —susurró Tom, dejando pequeños besos sobre el extenso cuello del rubio— y Tammy debe dormir.

Bill cerró sus ojos abierto a la oleada de sensaciones que le provocaba tener la respiración de Tom sobre su cuello. Sus manos se ciñeron a las del castaño que apretaban su cintura. Iba a tener una incómoda erección si seguía haciendo aquello. Sus mejillas estaban ruborizadas, por su frente comenzó a rodar una gota de sudor, entonces se apartó y miró hacia Tom.

5 señales de que tu cuerpo pide sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora