Capitulo 20. Apaga la vela

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—No sabes cuánto odié que se apareciera aquí Ana.

Bill estaba sentado en la mesa de la cafetería, con Ana frente a él, terminándose un dunkin donuts que chorreaba nutella cada vez que le mordía.

—No lo odiaste, sabes que no fue así, tú te viniste encima cuando lo viste.

Ana siempre tan grotesca en su manera de hablar, ni siquiera porque estaba comiendo. Ella sabía que el tema de Tom era intocable para ellos, claro, él había hablado de eso, pero no para que la rubia hiciera uso de su vocabulario más asqueroso. Aunque no iba a negar que ver a Tom fue un golpe en la punta de su pene que casi se alza rebelde en contra de su voluntad. Deseaba estar con él, pero no podía. Sería humillarse a sí mismo y no se sentía preparado para enfrentarlo, aun lo odiaba y le dolía en el pecho recordar la traición.

Sin embargo, hay cosas que el cuerpo simplemente no ignora por más que uno quiera...

— ¿Sabes qué? Deberíamos dejar este tema, tú estás de su lado, y si no fuese porque eres la única persona en la que de verdad confío, aparte de mamá, ya hubiese dejado de hablarte.

—Ay Bill —Ana suspiró tomando un sorbo de café con leche, de su enorme vaso de Starbucks — sí tú supieras, si dejarás de ser tan cabezota. Pero ya serás tú mismo quien se dé cuenta de las cosas, te lo aseguro.

Bill frunció el ceño viendo la extraña mirada que le lanzaba Ana, era una que decía muchas cosas pero poco entendibles. Ella tramaba algo, pero no sabía qué. Y si era sobre Tom, no quería saberlo, necesitaba superarlo, no podía vivir en el pasado, echándose a morir por un hombre infiel. Suspiró, acariciando su brazo mientras miraba un punto fijo.

Lo extrañaba demasiado, dolía pensar en él aunque quisiera hacerse el fuerte, su corazón sangraba, no lo iba a negar tampoco. Pero no estaba preparado para devolver palabras a Tom. No sentía que fuese correcto.

—No sé lo que tramas Ana, pero no me interesa, algún día me dejaras en paz con el tema.

Se levantó rápido yendo hacia la salida antes que la rubia se le pegara atrás.

Caminó hasta el ascensor, decidido a tomar un poco de aire fresco, lo necesitaba después de estar pensando en Tom, arruinaba su día, más de lo que ya estaba.

El viaje en ascensor habría sido cómodo, si no estuviese sonando la odiosa melodía que solo le irritaba, necesitaba llegar al último piso, o se volvería loco. El estrés que le provocaba fue suficiente para hacer que se detuviera en el segundo piso del edificio, esperó a que abrieran las puertas para luego darse cuenta que era el piso de Tom.

¡Demonios no!

Asomó la cabeza esperando no encontrárselo por ahí, porque sabía perfectamente bien donde estaba su oficina, donde varias veces fue a buscarlo para ir a comer, donde lo esperó y estuvieron mucho rato amándose, lo hacía estremecer cuan fuertes eran los recuerdos de todo lo que hicieron aquellos días de gloria...

¡Basta! No puedes pensar en eso.

Caminó rápido hasta llegar a las escaleras y bajar, aunque antes de pisar el primer escalón, escuchó una discusión que venía desde el final del pasillo.

Mordió su labio inferior intentando contener las ganas de hacer de cotilla. Pero quería saber con quién hablaba Tom porque no se escuchaba como un hombre, más bien, sonaba a voz de mujer y era una que conocía muy bien; Laura.

Dio dos pasos en dirección a la oficina, pero se detuvo en seco cuando se dio cuenta que no sabía si estaba listo para escuchar lo que ambos decían. Por un lado, estaba contrariado, quería llegar ahí, agarrar a Laura y estrellar su cabeza contra la pared, ese era su lado asesino. Pero, su lado racional, lógico, cero emocional, le decía que debía ser cauteloso, inteligente, no debía crear una circo para las personas en ese lugar.

5 señales de que tu cuerpo pide sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora