Capitulo 3. Sube la adrenalina

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Todo fue muy bueno para ser verdad. Eso era lo que obtenía, por estúpido. Por pensar que Tom iba a mirarlo con otros ojos. Gracias a eso se había subido en una nube esponjosa de la que se tuvo que lanzar y por la que aun sufría por el golpe dado. Se lo había ganado ¿no?

Tal vez era mejor ir a buscar en otro lado...

Antes de subirse a su auto, su mirada y la de Tom se cruzaron de forma rápida. Tom corrió  hasta el auto, pero Bill cerró la puerta antes de que éste le dijera algo. El castaño se quedó mirándolo desde el vidrio, con el ceño fruncido algo que un enojado Bill decidió ignorar para encender el auto y desaparecer.

—No necesito que me digas quién es esa chica.

Estaba celoso, lo admitía. Celoso de una chica bonita que salía con el único hombre que le atraía. Se estaba tomando todo muy a pecho, pero no tenía tiempo para razonar.

Se iba a ir a Las Vegas a perder la cabeza, por Tom, porque era un capullo. Cogió su móvil y  llamó a Ana.

— ¿Bill? ¿Pasó algo?

— ¿No hay manera que tus amigos vayan hoy a Las Vegas con nosotros? —preguntó mientras observaba el semáforo en rojo y se detenía.

—Georg me canceló porque se sentía mal pero puedo decirle a Gustav que venga, no hay problema con eso.

—Vale, dile eso y que lleve condones, los necesitara.

Quería follar. Bien, no quería, pero al menos algo lo distraería.

No le dio tiempo de responder a Ana. Siguió su camino hasta el edificio donde vivía, aparcó su auto y subió hasta su apartamento como alma que se lleva el diablo. Faltaba media hora para anochecer y debía estar listo.

Trató de olvidar a Tom en la ducha pero el condenado y su sonrisa estúpida todavía seguían atormentándole. Basta ya, tenía que parar con eso.

Se depiló las axilas y hecho una ojeada a su polla cerciorándose que no hubiera algún vello molesto que le hiciera pasar pena. No le gustaban las pollas peludas así que por eso, se lo quitaba todo. El único vello que conservaba en su cuerpo era el de sus brazos, su rostro y las piernas, de resto, no había absolutamente nada.

—Creo que así ya estoy bien.

Cuando salió de la ducha, se paró frente al espejo y miró su barba, no necesitaba un corte así que solo se perfumó, untó crema en el cuerpo y salió a la habitación para buscar algo en su armario, ya después buscaría lo que se iba a llevar en su pequeña maleta.

—Lo que uno hace para sentirse bien cuando acaba de cometer el acto más estúpido de su vida —Miró a Pumba quien lo observaba desde el sofá— tienes un papá muy tonto, ¿te acuerdas de Tom? El chico que una vez te conté, es el encargado de la parte informática del periódico.

Ahora si se estaba volviendo loco. Hablaba con su perro como si este fuese a abrir su hocico para darle algún consejo.

—Olvídalo, tú no me entiendes Pumbi.

Y el perro cerró sus ojos demostrando que no le estaba prestando atención en absoluto. Era de esperarse.

En una hora, ya estaba casi listo. Miró su reflejo en el espejo cerciorándose que su cabello estuviera bien levantado y la ropa en su lugar. Llevaba una camiseta blanca con un pequeño vuelo en el cuello, su chaqueta de vestir negra y un pantalón negro de la misma tela de su chaqueta. Perfecto, se veía increíble con ese atuendo. 

Al bajar de su apartamento, habló con el chico de seguridad para informarle todo lo que tenía que hacer en las mañanas y las tardes por Pumba. Su pequeño hijo no podía pasar hambre mientras él estuviese divirtiéndose.

5 señales de que tu cuerpo pide sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora