03. Hermoso,

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1:07 p. m. mostraba el reloj de mi celular. Cuatro notificaciones en Instagram junto a los gritos de mi madre que esperaba a que bajara a almorzar. Según ella debía comer mis tres comidas del día y no saltarme ni una sola. Bajaría de peso y eso era algo que yo buscaba, pero que ella evitaba a toda costa. Honestamente ya me tenía bastante harta sobre ese tema, sus acciones, y opiniones. Cada momento que me intento meter en sus zapatos y fingir que mi hija pasa por esto siento que sería muy raro, y daría pena. Así es como mi madre me debe de ver, al igual que toda mi familia. Usualmente suelo escribir todo esto en mi diario, pero desde la última vez, en donde mi padre lo encontró y leyó frente a todos, esto ya no es frecuente. Pará nada frecuente.

Otro grito. Otro maldito grito que desgraciadamente alcanzaba a escuchar gracias a que la puerta de mi habitación se encontraba abierta, mientras que yo me encontraba mirando al techo estando todavía en mi cama. Puede que ya hayan pasado diez minutos, o solo cinco, o hasta dos, pero mi madre no era en verdad paciente cuando se trataba de mí. ¿Cuándo lo fue?

Me levanté, salí del cuarto y bajé cada maldita escalera que tenía que pisar para poder bajar. Los dedos de mis pies descalzos sentían la dura madera y pronto, el frío y blanco suelo de la cocina. Un pan tostado, un huevo estrellado encima de este, jugo de naranja en un vaso de vidrio, y una mujer, a la cual debo y me obligan a llamar «mamá». Me esperaba sentada en una de las sillas rojas, posando sus manos en esa mesa rectangular, con ese gesto, ese único, horrendo, y estúpido gesto que gritaba enfado por la más mínima cosa, era el que esa señora tenía plasmado en su rostro.

Llegué a su lado, el asiento justo a su izquierda en donde mi palo se encuentra. Demonios, son demasiadas calorías.

—Ahorita tengo que salir por algo que me va a dar una vecina, así que come esto rápido —ordena, sin embargo, no le veo lógica a esto.

—¿No vamos a comer todos juntos más tarde? —con el más tarde me refiero a en menos de media hora, y aun así ella me hará comer esto.  Siempre comíamos alrededor de las 2:00 p. m., y en este momento era la 1: 34 p. m.

Muerdo un pedazo del pan pero no lo trago. Ella solo suspira y toca su frente como si le doliera la cabeza y le estuviera dando vueltas.

—No has almorzado o desayunado; no hay nada en tu estómago gracias a que no te levantaste de tu cama. Tus hermanos intentaron despertarte y al parecer, no respondías. Así que, come. —odiaba el hecho de que ella tenía el poder de tomar mis decisiones. El poder de golpearme y que todos entendieran el por qué eso era correcto. Cuando en realidad no lo era para nada, y no debía de ser tan común estos días.

Su teléfono comenzó a vibrar. Es mi oportunidad. Ella rápidamente noto de quien se trataba y se olvidó de mí en ese instante para así levantarse e irse a la otra habitación cerca de la cocina, y cerrar la puerta para contestar la llamada. Lo que tenía en mi boca lo metí en una servilleta, mastiqué más pedazo e hice lo mismo con ellos. Cuando ya llevaba más de la mitad a comencé a masticar más lento una vez que escuché la puerta abrirse, encontrándome con mi madre mirándome sospechosamente. Debió pensar que estaba comiendo bien y volvió a encerrarse en la habitación, volviendo a masticar y escupir mi almuerzo en la servilleta, y así finalmente esconderlo bajo mi pantalón al terminar. El jugo lo tiré por el fregadero rápidamente antes de que la bruja volviera a salir, dejando una pequeña porción en el vaso de vidrio como para un trago. Con el plato y el vaso que había utilizado en mis manos, los dejé dentro del fregadero para que ya la señora que limpia, o mi madre los empezará a lavar junto con los demás trastes. De pronto, Natalia Wilson dio paso a la cocina y salió de la anterior habitación, por lo que ya había terminado su llamada y estaba lista para o ir con la vecina o checar si me había comido todo mi almuerzo.

¿Atarías mis agujetas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora