VI. Pesadillas

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"Hakuji abrió los ojos de golpe. Se levantó como resorte e inspeccionó con la mirada a su alrededor. Estaba oscuro, aunque la luz del amanecer comenzaba a clarear lentamente fuera de los paneles de papel de las puertas corredizas de la habitación.


El joven jadeaba y sudaba copiosamente, acababa de experimentar una pesadilla que no podía recordar del todo. Se sentía tenso y desesperado, pero había olvidado el motivo.


— ¿Hakuji? — una dulce voz femenina lo sacó de aquella maraña de sensaciones inexplicables.


— Koyuki ...


El joven Soyama sintió que respiraba de nuevo y su mente dejó de experimentar un punzante dolor helado para dar paso a una sensación de miel dulce recorriendo cada fibra de su cuerpo.


La muchacha se levantó lentamente de su futón, luego estiró su brazo para alcanzar la mejilla del muchacho. El toque de ella era tan suave como la piel de un melocotón maduro y Hakuji sólo pudo suspirar enamorado al sentir la mano de ella sobre su piel.


— ¿Me quedé dormido toda la noche aquí en tu habitación? — preguntó apenado el joven.


— Sí, tuve un poco de fiebre y te quedaste para cerciorarte que no empeorara, pero te quedaste dormido.


Soyama se puso de pie de un salto.


— ¡Debo salir de aquí antes de que amanezca! ¿Qué le diré a tu padre si me encuentra aquí?


Koyuki ocultó su boquita detrás de su muñeca y rió sutilmente, el sonido era como el gorjeo de un pajarito.


— No le importaría porque no hiciste nada malo.


El joven salió a prisa de la habitación y cuando cerró la puerta corrediza tras de sí, sus mejillas ardían de vergüenza.


Tragó saliva con dificultad y se desplazó con cautela hacia su habitación. Esperaba que el maestro Keizo no estuviera despierto.


++++++


Unas horas después, Hakuji terminó de asear el dojo diligentemente. Cuando todas las duelas y rincones se encontraron libres de polvo y suciedad, el joven aprendiz de artes marciales suspiró satisfecho. Levantó su rostro y sus ojos azules enmarcados por espesas pestañas rosadas contemplaron la preciosa mañana de verano que hacía afuera.


— ¡Hakuji, el almuerzo está listo! — anunció la voz masculina y amable de su maestro.


El muchacho de cabellera negra atendió al llamado de inmediato y de repente sintió una enorme ansiedad por alcanzar a su maestro Keizo.


Su corazón sentía una pesadumbre inexplicable, temiendo que el maestro Keizo no fuera dueño de aquella voz ¿Qué estaba pasando? Los pies de Soyama corrieron con más prisa por los pasillos de la residencia y cuando alcanzó el comedor su pecho experimentó un cosquilleante y agradable alivio al presenciar la mesa puesta, el arroz humeante dentro del a olla de bambú y la deliciosa comida que su maestro solía cocinar lista para ser degustada.

Cuando la nieve se derrite [Akaza x Kyojuro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora