𝐝𝐢𝐞𝐳

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Para Eren, de mi, para siempre.

La iluminación del sol se adentraba por esa ventana, dejándonos una gran claridad para continuar hacer las cosas que estábamos haciendo. Ajustaba el hermoso traje que Sasha llevaría hoy para aquella reunión, donde varias naciones se unirían a determinar el futuro de la Isla Paradis. Ella me miraba curiosa, sin entender como se me hacía tan fácil vestirla. Haciéndolo, note que Sasha era una joven muy hermosa. Su sonrisa y sus ojos, sin duda se asemejaban al aura tan genuino que ella tenía. Debía admitir que en el fondo, la había extrañado demasiado y que fue uno de los primeros recuerdos que tuve cuando todo volvió a la normalidad. Ella me sonrió ampliamente en cuanto termine, había madurado algo como los demás, pero aún así seguía siendo esa Sasha que todos conocíamos, la eufórica y obsesiva niña que amaba la comida más que cualquier cosa. Si te ponías a pensar, el corazón se te ablandaría, porque ella no tuvo antes el acceso que tiene ahora para poder comer los platos que come con tanto amor e humildad en su paladar. Me senté en el borde de la cama, arreglándome y preparándome. La melancolía e inclusive la tristeza llego a mi, sabiendo que la mejor parte de levantarme cada mañana en Liberio, era saber que vería a las personas que me querían.

Aturdida, mirando la pared, no dejaba de preguntarme si ellos estaban bien. De seguro, deberían estar pensando en mi, pero una parte de ellos siempre supo que mi corazón no perteneció ahí donde ellos querían que perteneciera. Baje la mirada para acomodar mis zapatos, pensando en los ojos color avellana de aquel hostil joven. Sin duda extrañaba la manera en que me miraba, haciéndome sentir que su cercanía era segura y cómoda para mi, como sus cálidos tactos en cada una de mis imperfecciones. Él me quería. Cada ves que me miraba, podía verlo en el reflejo que me daban sus pupilas, donde solo le veía a mi. Era una de las personas que más extrañaba, ahora mismo no podía dejar de pensar en todas esas cosas que Porco siempre solía decirme. ¿Me estoy arrepintiendo de no haberme lanzado al vacío con él? Pues, ahora viendo por la ventana como los chicos ya estaban listos y preparados, me hizo cuestionar eso en cuanto mi estómago se revolvió y mi pecho se apretó ante ver como Armin yacía allí, con tanta tranquilidad en su semblante. Era una sensación amarga, una que no podía digerir, se sentía tan pesando que no podía levantarme. Me volví a sentar en la cama, respirando hondo para no querer llorar, era inevitable no sentir la ansia de hacerlo, porque realmente en el fondo no solo estaba decepcionada, me sentía traicionada.

—¿Qué pasa?—levante la mirada, visualizando a la capitana Laia en el margen de la puerta, mirándome con detenimiento mientras tenía sus brazos cruzados.

—No es nada.—expresé, sentada en el borde de la cama donde ella decidió sentarse cuando se acercó a mi.

—Te ves tan bonita.—musitó, acariciando el flequillo establecido en mi frente.—Has crecido.—añadió, haciéndome sonreír cabizbaja.

—Tú debes saberlo, ¿no? Debes saber cómo se sana un corazón roto.—comente, tocando mis manos para no mirarla ante la pena que sentía en preguntarle eso, revelando mis sentimientos.

—Y no tienes ni idea.—respondió, acariciando mi espalda.—Nunca sana por completo.—admitió en un suspiro.—Cuando te unes por primera ves a una persona, una parte de la persona siempre quedará grabada en tú corazón. No importa que tan lejos vayas, siempre habrá una parte de la vida donde recuerdes que esa marca está ahí. Lo único que puedo decirte, es que el dolor no es para siempre y a veces, la mejor manera de seguir avanzando para sanar un corazón, es dejar ir.—opinó, haciéndome mirarla con detenimiento en sus claros ojos, era un azul verdoso muy peculiar.

𝐁𝐄𝐓𝐖𝐄𝐄𝐍 𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍── 𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora