𝐭𝐫𝐞𝐜𝐞

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Después de la muerte.

Tapaba mi rostro, mientras yacía sentada en el borde de la silla establecida en mi habitación, sosteniendo con mi mano libre un vaso de cristal repleto de un amargo alcohol. Deseaba tapar mi audición, deseaba no tener que escuchar nada, pero lo único que podía hacer, era recordar mis acciones a través del fuerte llanto de Laia al otro lado de esta puerta. Me levante de la silla, cayendo en el suelo, tambaleaba por el alcohol que había llegado hasta mis venas, haciéndome tumbarme en la puerta, recostando mi espalda. Escucharla llorar me destrozaba por completo. Y ahora, solo quería intentar de entender su dolor. Perdió a su hermana menor. Esa a quien cuido y guió durante toda su vida, la misma a quien veía y corría para abrazarla, o al menos procurar que estuviese bien. Laia amaba a su hermana, más que nada en este mundo y ahora, Jana no estaba aquí y no sabía si eso había sido mi culpa. Absorbí del alcohol, las lágrimas salían y se deslizaban por mi mejilla, había una gasa en mi cien derecha, hasta atravesar la ceja. Otra cicatriz, y esta me haría recordar el momento exacto en que aquella piedra atravesó el cuerpo de Jana, hasta dejarla agonizar sin aire. Trague amargamente el alcohol, viéndola en mis recuerdos.

Siempre me hizo sentir que era importante. Nunca hubo un momento donde Jana me miró y me lo dijo. Lamí mis labios, sintiendo el rastro de alcohol y de las lágrimas saladas llegar ahí. El llanto de Laia aún se escuchaba, no podía cesar. Tapaba mis oídos, deseando no tener que escucharla más, pero ahora me perseguiría su llanto como el de Jean. ¿Como poder seguir? Llegas a un lugar donde probablemente no tenías ideas de que saldrías y te graduarías luego de tres años. Conociste a un chico estupendo, que se convirtió en tu mejor amigo y cuando lo encuentras luego de una batalla, solo está un montón de huesos. Luego, te enamoras de una chica incordia, con una actitud pesada y horrible, pero aún así te arriesgas a darlo todo por ella hasta que por fin funciona y ves como una de tus compañeras la trajo muerta a un dirigible. Para culminar, tu mejor amiga con un estómago vacío, termino realmente con un vacío ahí, hasta desangrarse porque una niña le disparó y no cualquier niña, maldita sea, ¿como Jean podrá seguir después de esto? Pasaron los minutos hasta que Laia ya no lloraba más. Deje la botella de alcohol aún lado y decidí salir por fin de mi cueva, en la casa donde a veces me quedaba con ella y el capitán Levi.

—¿Laia?—dirigí mi mirada a ella, tumbada en la cama y dándome la espalda, todo se veía oscuro, me distancié de la habitación para pasar a la siguiente y ver, aquella pequeña persona sentada en su cuna mientras balbuceaba.—Ven aquí, Nara.—sostuve a esa bebé en brazos, aquella que traía su cabello cobrizo y los mismos ojos grisáceos del capitán Levi.—Serás idéntica a ellos.—expresé, abrazándola y sintiéndome aliviada.

—Estás aquí.—me giré, viendo en el margen de la puerta al capitán Levi, quien tenía puesto su elegante uniforme de la legión de exploración.

—Laia está dormida.—le deje saber, sentándome en aquel sillón, mientras sostenía a Nara.

—¿Cuando dejó de llorar?—se preguntó él, cruzado de brazos y estampado en la puerta, se veían las ojeras en sus ojos, como también la tristeza indispensable por su semblante, él conoció a Jana desde que era una niña, debía dolerle como el infierno.

—Justo cuando se quedó dormida.—respondí, en un tono bajo y frío, mientras que Nara jugaba con los botines de mi cabeza.

—¿Por qué hay una botella de alcohol en tu cuarto?—se preguntó el capitán Levi.

—Era eso o el vino qué hay en la alacena.—dije, evadiendo su mirada tan intensa.

—Deséchalo. No quiero que Laia toque nada de estás porquerías, mejor beban té.—pidió.—Además, no sabía que te gustaba el alcohol.—comentó, haciéndome levantar la mirada para verlo mirarme de una manera con desilusión.

𝐁𝐄𝐓𝐖𝐄𝐄𝐍 𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍── 𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora