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—¡Mamá! —Seungmin se alejó de él, no se había dado cuenta que lo estaba agarrando por la cintura hasta ese momento—. Es que me perdí y luego Hyunjin me encontró, pero nos volvimos a perder en el centro y pasamos por el super, luego tomamos un descanso en el parque y hasta ahorita llegamos.

La madre del castaño se bajó del auto con semblante resignado.

—Debí saberlo, para la otra le pido a la señora Geum que pase por ti a la escuela —negó repetidamente.

—¡Mamá, la señora a duras penas sabe qué día es! Primero se le olvida pasar por mí antes de siquiera perdernos para llegar.

El señor Kim hizo su aparición dándole un golpe leve en la cabeza a su acompañante.

—Niño irrespetuoso, no seas así con tu tía —Seungmin rodó los ojos, cruzándose de brazos.

—¿Quién eres, cariño?

Hyunjin abrió los ojos al darse cuenta de que le hablaban a él, Seungmin le dio un golpecito en el brazo y al verlo, le hizo señas de que le contestara.

—A-ah, Hwang Hyunjin, traje a Seungmin a su casa —hizo una reverencia rápida y de los nervios, casi se va de frente por el peso de la mochila.

La señora Kim lo miraba con ojos juzgones y por un momento creyó que ya lo iba a correr, pero cuando menos sintió ya estaba entre los brazos de aquella señora.

—¡Qué lindo niño eres, muchas gracias por traer a Minnie a salvo!

Lo soltó poco después y a como pudo contestó que no era nada.

—¡Pásate a cenar, cariño! ¿Te gusta el kimchi jjigae? Es el favorito de Minnie, ¡vayan a lavarse las manos!

Hizo un escaneo rápido de la casa. Era pequeña pero adecuada para las tres personas que vivían ahí, había un ventanal hasta el fondo que daba vista a un patio trasero de unos cinco por dos metros.

Seungmin subió por unas escaleras, pero regresó para decirle que la puerta de al lado era el baño y que podía entrar ahí.

Apenas puso un pie fuera ya lo tenían sentado en la mesa con cinco diferentes tipos de guarniciones, ¡el cielo mismo!

No recordaba haber visto alguna vez una mesa tan llena, ni siquiera en casa de su amigo Jisung, y eso que él tenía una familia de cinco.

Comieron con la travesía que les contaba Seungmin de fondo, con varias negaciones por parte de sus padres y regaños en tono leve que el niño contestaba con una sonrisa.

Acabaron con todo rápidamente, el menor de los Kim terminó su relato también.

—Pero llegamos bien, Hyunjin es como un GPS andante —aseguró Seungmin dándole crédito a su amigo sentado a su costado—. Ahora que lo pienso, llegaron un poco más temprano de lo que dijeron.

—Hubo menos tráfico de camino, qué te digo —la señora Kim pasó una mano por la mejilla de su hijo, quitándole las migajas de pan que tenía.

El padre de Seungmin se fijó en su reloj de mano, empezando a ponerse de pie.

—Vamos a dejarte, chico, tus padres han de estar preocupados por ti a esta hora.

Quiso decirle que en realidad no le preocupaba a ninguna hora, pero no quería arruinar el ambiente.

—Puedo regresarme solo, no se preocupe, ha de venir cansado de su viaje —dijo más que nada para que no vieran su vivienda.

—¿Cómo crees, cariño? Si Seungmin te trajo hasta aquí, nosotros te llevamos hasta allá —su mamá comenzó a levantar la mesa y Seungmin la ayudó juntando los platos.

Por más que insistió, ellos eran demasiado obstinados como para dejarlo salir solo.

Seungmin volvió a subir por las escaleras, bajando esta vez con una bonita chamarra amarilla y otra de color azul.

—Hace frío —se la entregó con una sonrisa.

Salieron en el auto en que habían llegado, Hyunjin se fue adelante para darle instrucciones al señor Kim, llegando a la misma parada de autobuses en que se había encontrado con Seungmin hace unas horas.

—No sabía que vivías justo por aquí —dijo el castaño desde el asiento trasero.

Gracias a dios no lo tenía de frente, así podía mentir sin sentirse culpable al ver de nuevo esos ojos de cachorro.

—Muchas gracias, señor y señora Kim, me gustó mucho el kimchi jjigae —hizo una pequeña reverencia en el asiento.

—¡Ven cuando quieras, cariño! Estamos muy agradecidos de que hayas regresado a Minnie con bien.

Cuando empezó a quitarse la chamarra de Seungmin, el señor lo detuvo.

—Quédatela, mañana se la regresas —volteó hacia el dueño, quién asintió mostrando aprobación.

Se despidió de nuevo, bajando del auto y despidiéndose de los que iban dentro.

En cuanto vió el auto del señor Kim dar vuelta en la esquina, siguió caminando derecho hasta llegar a su morada.

Con una fachada cayéndose a pedazos y la planta superior en obra negra, entró a su casa.

El suelo estaba lleno de latas vacías aplastadas o a medio tomar y desparramándose. En el sillón, estaba su progenitor y una nueva a medio vestir.

Fue a su cuarto para aventarles una cobija y empezó a cambiarse para dormir.

Había sido un buen día, Seungmin salvó su día.

El cual había empezado bastante mal si le permitían decir, con una mujer nueva en la cocina haciéndole el desayuno y su progenitor hecho mierda en el sillón después de una cruda.

Cuando despertó le había echado encima dos cervezas. Por eso no llevaba el uniforme como tal de la escuela y ya que hoy no había podido llegar a lavarlo, mañana tampoco lo llevaría.

Debido a que se tuvo que cambiar, el autobús lo dejó. Así que tuvo que caminar hasta la escuela y llegó casi a la segunda hora.

Gracias a que no llevaba el uniforme, la prefecta le había dejado de castigo limpiar el laboratorio después de las prácticas de segundo.

Aunque ahora lo agradece, de no ser por ello, no se hubiera encontrado con el castañito.

Fue un buen día.

Incluso comió sundae, no importaba si mañana también tenía que caminar hacia la escuela.

astray - h.hj + k.smDonde viven las historias. Descúbrelo ahora