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Quizá era su culpa por haber querido hacerse el interesante con Hyunjin que aún no había recibido respuesta.

¿O tal vez fue el mensaje que envió? ¿Había sido muy intimidante su “holaaa :)” que mandó?

De no ser porque había recordado que su amigo Felix le decía que siempre debía esperar unos días antes de mandar el mensaje primero, lo habría mandado el viernes apenas llegó a su casa.

Pero no, tuvo que arruinar las cosas al mandar el mensaje el sábado por la tarde, era domingo por la noche y aún no había respuesta a su saludo.

¿O debió contarle algo más para empezar la plática? Se arrepentía de no haberle contado lo que le había pasado al inicio del fin de semana. ¡Era una historia digna de contar!

Pero ahora sería impropio contarle de la nada su historia cuando aún no le contestaba el mensaje anterior, quedaría avergonzado.

Además, se vería muy insistente de su parte mandar dos mensajes en dos días diferentes, ese no era para nada él. Estaba dispuesto a esperar, pese a la poca probabilidad que había de que le contestara esa noche.

¿Debería mencionar que le mandó un mensaje cuando lo viera el lunes? No parecía ser lo correcto, iba a sonar muy urgido.

Como sea, mañana sería otro día y vería la solución que daría.

Hyunjin no había tenido el mejor fin de semana.

Todo había empezado la tarde del viernes. Después de que le hubiera pasado su número a Seungmin en la mañana, pasaron los recesos juntos como los días anteriores.

Llegó a su casa e hizo lo que haría en cualquier viernes donde no estaba su padre, comer y sentarse a ver sus series favoritas.

Decidió salir a comprar una cajetilla de cigarros, pero al regresar no pudo entrar a su casa.

Su padre lo había dejado afuera a las once de la noche. Si había llegado a esa hora, probablemente venía tomado y por ende, sólo llegaría a dormir.

Lo confirmó cuando después de tocar y tocar la puerta, su padre le gritó desde dentro que no lo molestaran o no respondía.

Y por mucho que odiaba quedarse fuera, era mejor que recibir una golpiza.

Claramente no era la primera vez que le pasaba, sabía cómo subir al segundo piso –que estaba en obra negra– y ahí había una almohada y una cobija para pasar la noche.

Se maldijo a sí mismo por haber olvidado llevar llaves y su celular, pensó que no valía la pena porque era un viaje rápido. Había tenido la mala suerte de que haya sido en el momento en que llegó su padre.

Al día siguiente, se levantó y cuando bajó a su casa, estaba vacía y la puerta no estaba bajo llave.

Pero cuando fue por su celular, eran las dos de la tarde. Y hoy tenía que llegar al trabajo a las doce.

Se arregló en menos de quince minutos y salió apresurado; había tenido la suerte de que hubiera demasiado tráfico por un choque y tuvo que bajarse del autobús para correr hasta el establecimiento, llegando a las tres de la tarde.

—Vaya, Hyunjin, que me haya ido de vacaciones no quiere decir que tú también puedas —se burló el señor Kwak.

Kwak Hansoo era el dueño de la tienda de abarrotes más surtida del centro. Vendía de todo, desde dulces hasta salchichonería.

Excepto alcohol. Es que lo habían baneado.

O bueno, si pasabas después de las diez a lo mejor te podría vender unas dos botellas nada más. Total, a esa hora se iba el policía de la zona.

astray - h.hj + k.smDonde viven las historias. Descúbrelo ahora