ONCE

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— Hola...— les saludo un voz muy suave, un poco chillona.

Habían entrado a la habitación que la llave decía, no obstante antes de hacerlo, se habían asegurado tres veces antes de entrar, y cuando comprobaron esas tres veces que si era la puerta correcta, entraron. 

Y apareció un niño un sus campos de visión.

Un pequeño infante de al menos unos ocho o nueve años. Llevaba también unas gafas de sol muy parecidos a los que llevaba la señora en la recepción; una camisa con diseño de spider man, un chándal, y unas pantuflas de gatitos. Su cabello castaño era liso y lo llevaba desordenado. El niño les sonría, no en balde, su cabeza no se dirigía hacia ellos.

— ¿Hola? — prácticamente, preguntó Louis, confundido.

— ¡Hola! ¡Mucho gusto en conocerlos!— respondió alegre, saltando en su lugar con notable emoción. Harry estaba atónito, no esperaba a un pequeño niño. Le ponía muy sentimental saber que era tan pequeño y estaba en un lugar como ese.

— ¿Podemos sentarnos? — le preguntó Louis a Andrew.

— Claro que sí. — les respondió con una voz baja y aguda. Con su pequeña mano señaló a un costado de la habitación, donde estaba una cama. — pueden sentarse ahí. — Louis y Harry se dirigieron ahí, haciendo caso. El rizado fue sacando su carpeta y un bolígrafo, preparándose para escribir.

— Eres Andrew Garfield ¿verdad? — Harry preguntó con la esperanza de que se hubieran equivocado. No quería entrevistar a un niño, algo le decía que la historia no sería nada bonita, como también de las otras personas, pero que sea el pequeño niño le afectaba mucho. 

Él no mataba a niños y animales, esa era su condición para trabajar. Condición que extrañamente la organización acepto.

— Sí. — respondió y siguió pintando. Harry en ese momento se dio cuenta que Andrew estaba pintando, pues tenía un lienzo frente suyo, y varias pinturas a su lado.

— ¿Cuántos años tienes? — le preguntó Louis.

— Siete años, en un mes cumplo ocho. — en su aniñado rostro apareció una enorme sonrisa. 

El rizado escribió eso en su hoja. Anotó también su género. Sólo faltaba lo más complicado: el accidente. Volteó a ver a Louis, quien también lo miraba, pidiendo ayuda con su mirada, de hecho. Harry apuntó con su dedo pulgar hacia la ventana de la habitación, indicándole que fueran afuera.

— Ehmm... ¿Andrew? — le habló Louis.

— ¿Sí? — el infante seguía en lo suyo, sin prestarle mucha atención.

— ¿Te parece ir a fuera un rato?

— ¡Sí! — Andrew gritó emocionado. — vengan, los llevaré a mi lugar favorito. — metió sus pequeñitas manos en un bowl de agua que tenía a su lado, y luego las secó con una toallita.

Harry ahí se dio cuenta que el niño estaba pintando con sus manos. Con ambas.

Se paró junto a Louis, y se apuraron a seguir a Andrew, que le faltaba un poco para correr por el pasillo del recinto. Se notaba que conocía bien el lugar, pues no chocaba con nada. Harry se preguntaba cuanto llevaba viviendo en ese lugar.

El rizado se detuvo un rato, pues una de las hojas de la carpeta se le había caído. Se agachó y la recogió, volviéndolo a su lugar. Distraído por la preocupación de guardar bien la hoja, las demás y también el bolígrafo, no se dio cuenta cuando Andrew dobló, saliendo por una puerta deslizadora.

No es mi vida, es sólo una misión más (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora