DIECISIETE

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PI. PI. PI.

Con su mano derecha, trató a ciegas de golpear el despertador para que dejara de sonar. Golpeó el mueble, y escuchó como algunos libros, que había dejado ahí, caían al suelo. Sacó la cabeza por debajo de las sábanas, y entrecerró los ojos, debido a la poca luz gris que golpeaba su cara, por la ventana, que la noche anterior se le había olvidado cerrar por completo.

PI. PI. PI.

El despertador seguía sonando, y Harry aun no sabía dónde carajo se encontraba. Hasta que por fin lo hizo, debajo de una camisa, y su mano dio directo a él, apagando el sonido infernal que este producía.

Somnoliento, tomó el despertador y lo acercó a su cara para poder ver la hora.

Casi se le baja la presión al ver la hora que era. Faltaban al menos treinta minutos para que Sam lo pasara buscar.

Se levantó con prisa, dejando caer al suelo el despertador. Pero no le prestó atención a ello, puesto que estaba más concentrado en tomar su cabeza con ambas manos por el fuerte mareo que le produjo levantarse de un salto. Cuando por fin el mareo pasó, pudo sentir el olor fuerte, de él. El olor a menta y perfume masculino impregnaba toda la habitación como una peste.

Así que con un poco de dolor de cabeza, abre la ventanas, para poder pensar con claridad, y sacar el olor de Sam de su habitación. La chaqueta, la cual había tirado en la noche anterior, seguía en el mismo lugar.

Una vez en el baño, se desnudó con movimientos rápidos, y se metió a la ducha, dejando que el agua caliente se llevara todas sus preocupaciones.

Al salir envolvió su cintura con al toalla amarilla que ocupaba todas las mañanas. Se acercó al espejo del baño, y trato lo más rápido posible, con cremas y un poco de maquillaje, cubrir sus ojeras y su rostro adormilado. Luego de que terminara y quedara satisfecho con su trabajo, se sonrió a través de su reflejo, su cara se veía igual que todos los días, donde era relativamente feliz. Salió del baño, y buscó en su armario algo abrigado para esos días a mediados de octubre, en donde le clima se ponía algo más frío y húmedo. Aunque, Londres era así todo el tiempo, en comienzos de otoño era como una advertencia de como sería en invierno. Deshizo un poco los nudos de sus rizos, y los peinó colocándose un poco de crema para su tipo de cabello, y así darle forma natural.

Al final optó por ponerse unos pantalones con cordón ajustable, de color negro, una sudadera de color rojo vino, y unas vans negras.

Corriendo con su bolso en mano, y la chaqueta de Samuel en la otra, bajó las escaleras. Estando en el piso inferior, empujó las dobles puertas de la cocina, y tomó de la encimera una manzana verde.

Se dio media vuelta, y saltó del susto al ver a Jared, quien sentando desde un banco del fondo de la cocina, lo miraba divertido.

— Linda chaqueta tiene Samuel. — comentó mirando la prenda en sus manos.

— Tú... — entrecerró los ojos. Su mirada era el verdadero dicho: "Si las miradas mataran, estarías enterrado a trecientos metros en la tierra." —... tú lo sabías. — afirmó, aún incrédulo.

— Claro que sí, yo sé todas las cosas acerca de tu misión. — mordió de su sándwich, Harry de la cólera que traía ni siquiera se había dado cuenta que el hombre frente suyo estaba desayunando.

— ¿Y por qué mierdas no me lo dijiste? — le preguntó Harry, empezando a enojarse, apretó sus manos en puños, tratando de controlarse.

— Pensé que sería más... emocionante. — respondió como si nada.

No es mi vida, es sólo una misión más (L.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora