7:- El remordimiento es el veneno de la vida.

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El mundo es un inminente castillo, y sus puertas son abiertas por Dios.

De ese modo te guiaré, solo si eres capaz de llenarme.

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    La tristeza solo es una forma extraña de amar. Cuando recuerdas y no puedes evitar querer llorar como un niño y tirar todo por la borda queriendo volver a esos momentos es por que amaste tan profusamente que tu alma grita de añoranza. Recordar es simplemente otra forma de volver a vivir. Entonces ¿Por que verlo como algo malo? La tristeza también es amar, quizá un poco malganada y algo atroz pero ¿Podemos culparla?

    El año casi terminaba y ella estaba sola lejos de las personas que de alguna manera llamaría familia. Un par de ojos grises pasaban por su cabeza cada vez que se distraía o bajaba la guardia, pasaron mucho tiempo juntas antes de su repentino viaje y no negaría que la extrañaba, era inevitable, la chica tenía tanta presencia que a veces la hacia sentir demaciado abrumada de una forma buena, si es que eso tiene sentido.

    Viajó a su ciudad de nacimiento tras la noticia de la muerte de su padre. Quizá su relación no fue para nada la mejor padre-hija, pero Hange seguía siendo parte del testamento familiar y la única a donde fueran a parar.

    Padre católico arraigado desde su nacimiento, machista, conservador y muchas veces la base financiera de iglesias misóginas clausuradas por muchos motivos y una hija Homosexual, liberal, des conformista y que siempre busca ver más allá de lo que el ojo biológico brinda; no es una buena combinación.

    Cuando su padre se enteró del pecado que tenía por hija, su claro disgusto no tardo en llegar. Sus intentos por echarla de casa fueron incontables, pero su madre siempre peleó como animal herido por ella, era el Rayo de sol que podía cambiarlo todo en un día nublado.

    Sus exigencias por erradicar toda prueba de su parentesco estaban cruzando la línea de lo racional, peligrosamente extremo, la repudiaba como el error que solía recordarle cada día de su vida, pero a ella no podía importarle menos. Ese hombre estaba podrido por dentro. Y su madre también lo sabía.

    No podía permitir abandonar este plano y dejarla completamente a merced del hombre que alguna vez amo. Los bienes venían de su familia, ella como única heredera, lo dejó todo a su hija. Los abogados se aseguraron que su padre no pudiera tocar un mínimo de lo que no le correspondía. Y el divorcio tampoco era opción, las capitulaciones le ponían la soga al cuello. Y tras la muerte de su madre a los 16, todo cambio para la pequeña de ojos cálidos.

    Hange no quería estar ahí, volver a ver y habitar la oscura casa en la que no recordaba casi ningún buen momento. El sentimiento de ahogo que tuvo cuando volvió a cruzar la puerta por primera vez después de años no la habia abandonado. Creía empezar a volverse loca cuando sentía ojos vigilantes desde cada recobeco. Era aun más fría de lo que podía recordar. Pero no podia irse sin dejar papeles en orden. Cuentas bancarias, deudas, préstamos, pensiones y cosas de las que ya no podía ni recordar. Al parecer la casa era suya, igual que los bienes de la empresa de vinos de la familia de su madre, incluidos los viñedos.

    No sabía como sobrellevarlo. No tenía una mínima idea de Administración. Pero lo intentaría, mentiría si dijera que no había pensado en huir y que el destino decidiera que hacer, ir donde su verdadera familia la esperaba. Pero no era una opción para siquiera considerar, eso no era ella. Su madre amaba hacer vino, sus viñedos, la finca, el añejo cuidadosamente perfeccionado desde su bisabuela. Ella aprendería, se lo debía.

𝑃𝑜𝑟 𝑀𝑖𝑙 𝐴𝑛̃𝑜𝑠 || 𝙷𝚊𝚗𝚐𝚎 𝚉𝚘̈𝚎 𝚡𝙾𝚌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora