Introducción

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Camila se encontraba jugando con su patito de goma, simulando que éste nadaba sobre el reducido espacio de la bañera, mientras ella lo impulsaba y hacía pequeños ruiditos que se asemejaban al sonido verdadero del animal

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Camila se encontraba jugando con su patito de goma, simulando que éste nadaba sobre el reducido espacio de la bañera, mientras ella lo impulsaba y hacía pequeños ruiditos que se asemejaban al sonido verdadero del animal.

Ese día se había portado tan bien en el colegio que sus padres le dieron como recompensa un baño con todos los juguetes que quisiera adentrar con ella en la bañera. Ese día se había portado tan bien que sus padres le tomaron la temperatura hasta en un par de ocasiones para comprobar si se encontraba bien, pues temían que la niña estuviera enfermando y de ahí proviniera aquel extraño comportamiento, más todo estaba excelente con la pequeña alfa.

Por la mañana realizó todos los deberes que sus maestros le mandaron a hacer y, por increíble que pudiera parecer, no mordió, ni empujó, ni pegó a ninguno de sus compañeros con los que siempre solía enzarzarse en una pequeña pelea porque sí; porque ellos así lo decidían. Por la tarde tomó su habitual siesta y después jugó un poco más con su mejor amigo Thiago hasta que tuvo que despedirse de él porque debía tomar su recompensa por tan excelente comportamiento, por lo que allí estaba ella, comportándose como nunca lo hacía.

— ¿Todo bien, amor? —inquirió su madre con suavidad, adentrándose brevemente al baño para supervisar que su hija no hubiera aprovechado su tiempo sin supervisión para causar algún desmadre y, al comprobar con sus propios ojos que todo estaba en orden, se inquietó— Camila, ¿te duele la tripita?

La cachorra detuvo momentáneamente su juego para observar a su madre con una mirada que transmitía pura inocencia, pues no comprendía el motivo por el cual su madre le estaba haciendo aquella pregunta.

— No, mami —comentó Camila en respuesta, su ceño ligeramente fruncido por la confusión que estaba sintiendo— No me duele la tripita.

El omega apretó fuertemente sus labios para tratar de contener una expresión de ternura por lo bella que era su hija, pues simplemente no podía quedarse tranquilo sabiendo que su pequeña cachorra era revoltosa y, a decir verdad, un pequeño desastre que amaba con locura. Él, quien siempre había estado quejándose de lo mucho que Camila acababa con su energía, estaba intranquilo y ansioso para que su cachorra volviera a comportarse como normalmente lo hacía.

— ¿Has hecho alguna travesura y no me lo quieres contar, amor? —insistió el omega, más que dispuesto a indagar en el asunto hasta encontrar el motivo que tanto alboroto estaba causando a su instinto de madre— ¿Deseas contarme algo, cariño?

Camila negó en respuesta a ambas preguntas formuladas, continuando su juego con su patito de goma, dejándole muy en claro a su madre que se estaba preocupando por pequeñas cosas que no lo merecían. Entonces, Arath abandonó el baño para encaminarse con premura hacia el despacho de su alfa en busca de un poco de consuelo y ayuda para descubrir lo que estaba sucediendo con su cachorra.

— Alfa —gimoteó el omega nada más adentrarse en el despacho del alfa— Alfa, te necesito —gimoteó un poco más justo antes de abalanzarse sobre el hombre que lo recibió con los brazos abiertos.

Te regalaré un amor prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora