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Thiago se encontraba paseando tranquilamente por su manada a la espera de que algún guerrero decidiera atacarle por sorpresa para así obtener su tan preciada victoria

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Thiago se encontraba paseando tranquilamente por su manada a la espera de que algún guerrero decidiera atacarle por sorpresa para así obtener su tan preciada victoria. ¿Cómo habían llegado a esa situación? ¿Por qué accedió a participar en ese absurdo entrenamiento? Aún no recordaba muy bien el motivo por el que accedió a ser utilizado como una especie de objeto de victoria sobrenatural y ficticia, pero creyó que sería bueno ayudar al entrenador.

Ese pobre hombre cuya única misión era entrenar a los futuros guerreros de la manada, todos adolescentes con un evidente desajuste hormonal, estaba al borde de caer en una depresión ese día porque sus chicos estaban más alterados que de costumbre, y como fue incapaz de hacerlos obedecer una de sus tantas órdenes, estuvo a punto de renunciar a su puesto. Así, de no haber sido por la interrupción de la futura Luna de la manada, se habría exiliado él mismo de la manada con tal de no tener que soportarlos ni un minuto más.

Cuando Thiago propuso un pequeño entrenamiento ficticio en el que un equipo debía raptar a la Luna y el equipo contrario evitar que eso sucediera, Camila se mostró reticente. No obstante, el entrenador lo agradeció tantísimo que la alfa solo pudo acabar aceptando a regañadientes, con la única condición de que ella pertenecería al equipo que debía protegerlo. Como era de esperar, por supuesto.

— Te encontré —espetó Dalia con suma diversión.

— Tú no participas —le recordó Thiago a modo de regaño.

— Camila tampoco debería, pero está justo detrás de ese árbol —se quejó ella de una forma un tanto infantil, señalando el escondite de la alfa— ¿Por qué ella sí puede? —Insistió— ¡A mí me gustaría raptarte! Sería divertido.

Thiago rió.

— Porque el objetivo de todo esto es mantener a los adolescentes entretenidos —le recordó— Y el entrenamiento acabaría antes de empezar si participas tú —añadió— No sería justo para los demás tener que lidiar con tu fuerza de Beta, pero podrías ayudar al equipo de Camila a mantenerme a salvo, y a cambio podrías dar alguna que otra colleja a algún rival.

Dalia sonrió, emocionada.

— Seré tu sombra.

Thiago volvió a reír.

— No esperaba menos de ti —bromeó— ¿Sabes algo de ellos?

— Aria los está ayudando a trazar un plan para asegurar la conquista —respondió— Y sabes que esa alfa es una jodida estratega, así que tu captura está asegurada —añadió— ¿Has oído, Camila? ¡Aria va a patear tu culo y te robará a tu chico!

La alfa emitió un pequeño gruñidito de pura inconformidad desde su escondrijo. Thiago sonrió enternecido por eso.

— Aria podrá ser una maravillosa estratega, pero estoy tan enfadado con ella que no le voy a regalar esta victoria —aseguró Thiago— Puede tener diez planes diferentes para raptarme, pero será incapaz de imaginar dónde estaré —añadió— Y cuando lo haga, tendrá que tener la valentía suficiente como para atreverse a entrar, aunque ya ha demostrado ser una cobarde.

Te regalaré un amor prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora